Martín Cortés, el hijo mestizo de Hernán Cortés y Malinche, tiene una biografía fascinante: paje del príncipe Felipe II, soldado en algunas de las batallas más importantes de la época para el Imperio español, torturado y acusado de conspirar contra el virrey de Nueva España... Algunos investigadores han querido retratarlo como una víctima de las autoridades españolas, como un bastardo sensibilizado con los indígenas. Pero en realidad fue un hombre fiel a su rey que decidió encomendar su causa a la defensa de la cristiandad y la monarquía católica.
Esa es la principal hipótesis que defiende Javier Molina Villeta, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en un nuevo estudio publicado en la Revista de Indias sobre el vástago del conquistador extremeño, reconocido como tal por una bula papal de Clemente VII. "No podemos imaginar a Martín como una víctima de una sociedad racista, menospreciado y ninguneado por su color de piel sino como un soldado aristócrata con mucho más poder que un castellano medio", defiende el doctor en Historia. Su trabajo se basa en entender el papel desempeñado por el mestizo en la revuelta indígena de 1564 y en la conjura de los encomenderos de 1566.
Al poco de nacer, Martín Cortés fue apartado de su madre Malinche, a quien nunca volvió a ver, y con solo 6 años, en 1528, su padre se lo llevó a España. Fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y paje del príncipe Felipe II y de la emperatriz Isabel de Portugal. Participó en 1540 con el conquistador de México en la fallida toma de Argel, derrota que avivó sus ansias de construir una brillante carrera militar. En el teatro de operaciones europeo combatió en algunas de las campañas entre la Monarquía Hispánica y Francia, como la batalla de San Quintín, o en las jornadas de Carlos V en Alemania. Es probable también que formase parte del séquito que acompañó a Felipe II a Inglaterra para asistir a su boda con María Tudor.
Martín Cortés, un mestizo con esclavos indígenas, contrajo matrimonio con la logroñesa Bernardina de Porres y regresó a Nueva España en 1562 con su hermanastro homónimo, marqués del valle de Oaxaca y nacido en 1532 de la relación entre Hernán Cortés y la noble española Juana de Zúñiga, quien quería hacerse cargo de sus posesiones novohispanas.
El último día de 1563 fue nombrado alguacil mayor de Ciudad de México, cargo que equivalía a jefe de policía y que desempeñó temporalmente durante siete meses, un periodo de tensión y protestas por la decisión de las autoridades españolas de elevar las cargas tributarias a los indígenas para aumentar los ingresos de la Corona. El historiador texcocano Juan Bautista Pomar narró así las medidas represivas dirigidas por Martín Cortés: "Algunos españoles y mestizos que allí miraban todos sacaron sus espadas dispersando a la muchedumbre (...) al que tomaban preso lo subían a la parte de arriba poniéndolos en manos del gobernador que los golpeaba. Y una vez maltratados los llevaban atados de las manos".
La repentina muerte del virrey Luis de Velasco el 28 de julio de 1564 abrió un vacío de poder. Si los miembros del concejo de México solicitaron al rey Prudente que no nombrase a un sucesor, los encomenderos querían el puesto para el marqués Martín Cortés. Los planes de conjura —convertir al II marqués del Valle en monarca de la Nueva España— fueron titubeantes y nunca se llevaron a cabo, pero dos años más tarde los sospechosos fueron detenidos.
Al marqués, a su compañero de fiestas Alonso de Ávila —decapitado junto a otros encomenderos— y a su otro hermano Luis Cortés —hijo del conquistador con una tercera mujer— se les acusó de querer tomar la sala del consejo y matar a los oidores mientras Martín el mestizo bloqueaba la puerta para que nadie saliera. Uno de los que se enteró del plan, ganándose la confianza de los conspiradores, fue el hijo del fallecido virrey.
Capitán de Juan de Austria
En 1567, el marqués y Luis fueron condenados a exilio perpetuo; el mestizo, por su parte, a arresto domiciliario. Para resolver los interrogantes del caso, Felipe II envió a los licenciados Alonso Muñoz y Luis Carrillo para que iniciasen una investigación. En su lugar, implantaron un "reino de terror" caracterizado por redadas, destierros, ahorcamientos públicos, decapitaciones y torturas. Martín el mestizo volvió a ser acusado de participar en el alzamiento y castigado con "el potro de tormento", que consistía en atar las manos y los tobillos con cuerdas y estirarlas hasta casi dislocar las extremidades, y "el tormento de agua", técnica brutal para la que se usaba un embudo por el que introducían agua en la garganta, provocando ahogos y paros cardiacos.
A pesar de todo se mantuvo entero y defendió su inocencia. "He dicho la verdad, no tengo más que decir", justificó. Finalmente fue condenado a exilio en perpetuidad y le dieron unos pocos días para abandonar México. Llegó a España solo, arruinado y maltrecho. Murió durante la guerra de las Alpujarras, donde sirvió a su rey con el cargo de capitán y cabo de un tercio a las órdenes de un joven Juan de Austria.
"Las responsabilidades de la conjura nunca se aclararon. La postura de los encomenderos y sus pretensiones de alzarse contra la política del virrey son innegables. Los coqueteos del marqués del Valle con estas ambiciones también parecen probados", escribe Javier Molina Villeta en su artículo. "Atendiendo a las fuentes que detallan el juicio, podemos concluir que Martín Cortés el mestizo no tuvo una participación activa en la conspiración, aunque sí pudo ayudar o encubrir a su hermano". Además, Felipe II acabaría otorgándole el perdón antes que a sus hermanastros.
En definitiva, no se le puede describir como un rebelde contra la Corona. "Aunque varios autores tienen la tentación de retratarle como un nostálgico por el mundo indígena, no hay una sola fuente que indique tal actitud. La visión del mestizo como víctima de su hermano —el heredero blanco y criollo de Cortés— y de las autoridades racistas novohispanas no logra reflejar la complejidad de la época y de sus personajes", sentencia el historiador.