En una de las paredes de una casa particular del pueblo toledano de Casarrubios del Monte sobrevivía, sin llamar la atención, un vestigio inédito de la escultura decorativa monumental que los visigodos desarrollaron en la Península Ibérica. Se trata de un relieve de piedra caliza con la imagen de una cruz griega anicónica que los investigadores han fechado entre finales del siglo VII y principios del VIII. Un hallazgo iconográfico importante porque representaría un precedente directo de la denominada cruz de Oviedo o de la Victoria, símbolo del reino de Asturias.
"Sabíamos que los visigodos utilizaban la cruz como estandarte, pero este relieve demuestra que en Toledo en el siglo VII había elementos iconográficos que se van a utilizar en la monarquía astur, no fue una creación ex novo", explica a este periódico Jorge Morín, arqueólogo y miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, uno de los directores del proyecto de investigación, junto a Jesús Carrobles y Rubén Pérez, que ha identificado la pieza. "Es el primer relieve visigodo de este tipo que aparece en el territorio de la sede regia".
Morín y otros investigadores llevan casi dos décadas a la caza de spolia distribuidos por la provincia de Toledo —han identificado ya varios miles, normalmente, de mármol—. Es decir, elementos de antiguos edificios de la capital y de las villas aristocráticas de la zona, como la de Los Hitos, un monumental conjunto fortificado con pabellón residencial reconvertido a panteón funerario —tal vez de un rey—, la de Carranque o la de Las Tamujas, que se integraron en estructuras modernas. El arqueólogo detalla que este tipo de obras se extrajeron principalmente de los yacimientos en los siglos XV y XVI con la autorización de los arzobispos y se colocaron en iglesias, o se saquearon en los siglos XIX y XX para la construcción de casas particulares.
La pieza identificada en Casarrubios del Monte mide 62 centímetros de largo por 17 cm de ancho y representa una cruz griega de brazos trapezoilades, ensanchados hacia fuera y rematados en media luna. De los horizontales cuelgan las letras alfa y omega y el inferior se prolonga en un astil o empuñadura. Según los investigadores, se trataría de un emblema que podía ser empuñado, puesto sobre un soporte en un altar o sobre un palo más alargado para procesionar. En este sentido, muestra las características iconográficas de la cruz de Oviedo, que también fue reproducida en bajorrelieve como escultura decorativa en los edificios de prestigio del reino astur.
Los visigodos arrianos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Recaredo, que recibió en el año 599 de manos del papa Gregorio Magno un fragmento de la cruz de Cristo, el lignum crucis. Esta reliquia adquirió entonces un importante valor simbólico en el Regnum Gothorum, representando la gloria y el poder de Cristo, su victoria sobre la muerte y el mal, y la protección y la victoria en batalla. También se dedicaron iglesias bajo la advocación de la Santa Cruz y, además de los bajorrelieves destinados a edificios religiosos, se fabricaron otras cruces de orfebrería entregadas a los templos, como las que formaban parte del famoso tesoro de Guarrazar.
El principal paralelo de época visigoda del relieve de la cruz de Casarrubios del Monte (Toledo) es uno conservado en el Museo Lapidario de Narbona del siglo VII-VIII, realizado en la provincia visigoda de la Septimania, valoran los arqueólogos. Su influencia en la iconografía de la cruz de Oviedo —los monarcas astures cimentaron las bases de su reino en una tradición legitimadora según la cual eran los herederos del reino de Toledo— se identifica en los relieves del interior de Santa María del Naranco o en la placa del monasterio de San Pelayo, ambos edificios prerrománicos de la ciudad ovetense. Las imágenes de este tipo de cruces se encuentran también en forma de miniaturas en los códices elaborados en los monasterios cristianos hispano medievales.