Este miércoles un grupo de arqueólogos ha descubierto en Gomile, en la península croata de Pelješac, los restos de un raro casco greco-ilirio del siglo VI a.C., enterrado en una necrópolis. Este casco de más de 2.500 años se localizó en lo que posiblemente fuera un depósito votivo anexo a un túmulo funerario en el que reposaron los restos mortales de un importante y rico miembro de la élite guerrera local.
En la cima de la cercana colina de Kotorac un fortificado poblado prehistórico dominó toda la zona durante siglos. Cuando en 2020 comenzó la excavación y estudio de su antiguo cementerio, cuajado de enterramientos simples y túmulos de piedras, se localizó otro rico casco de bronce de otro grana aristócrata que murió en el siglo IV a.C. Encontrar dos piezas similares en el mismo sitio separadas por doscientos años es un hecho extraordinario.
"Lo que es más interesante es que aquí aparecen dos tipos de casco diferentes en un mismo lugar, lo que habla de una continuidad del poder en la misma comunidad. Estos cascos siempre han sido un símbolo de poder y estatus", informó el pasado miércoles Hrvoje Potrebica, profesor del Departamento de Arqueología de la Facultad de Filosofía de Zagreb.
[La verdad sobre los persas que ocultó la propaganda griega: un imperio difamado y revolucionario]
Antes de retirar de forma cuidadosa la tierra y las piedrecillas que cubrían el último hallazgo se fotografió la pieza tal y como apareció. "Hrvoje levantó la piedra y empezó a gritar que él también había encontrado un casco. Decir que fue emocionante es quedarse corto. Es increíble realizar un hallazgo así dos veces. El casco fue encontrado a diez metros de distancia de donde se encontró el primero. Es un poco diferente y creemos que data del siglo VI a.C., lo que quiere decir que es más antiguo que el primero, pero faltan investigar más los detalles", explicó Marta Kalebota, arqueóloga del Museo de la ciudad de Korcula.
El primer casco encontrado es de una tipología originaria de Grecia, elaborado en bronce y datado a principios de la Edad del Hierro. Este tipo se exportó hacia los Balcanes siguiendo las rutas del río Krka y fueron muy utilizados por las élites guerreras de Dalmacia y Hezergovina por lo que, debido a la exigente tecnología necesaria para su elaboración, se cree que allí se encontraban los talleres metalúrgicos dedicados a labrar estas preciadas piezas defensivas y de estatus.
Diseñado para proteger gran parte de la cabeza y permitir la visibilidad en medio del combate contaba con algunos detalles decorativos y debió estar rematado por un flamante penacho de plumas ya desaparecido después de ser enterrado en la necrópolis que estuvo en uso al menos entre los siglos IX y IV a.C.
Allí por el momento se han documentado 27 túmulos funerarios en cuyos ajuares destacan varias cerámicas, restos de ropa, joyas y partes de armas. Junto a varios túmulos se localizan una serie de pequeños edificios que se cree estaban pensados para realizar ofrendas o libaciones rituales para el espíritu de las personas que ya habían cruzado las puertas del otro mundo. Se espera que el estudio de esta necrópolis permita conocer más detalles del enigmático mundo funerario de las comunidades ilirias que poblaron las costas Adriáticas en la segunda mitad del I milenio a.C.