En el verano de 1565 doce buques ondearon la enseña de Felipe II en las costas de la península de Florida. A su mando, el militar, marino y corsario asturiano Pedro Menéndez de Avilés tenía la orden de fundar una colonia en aquellas tierras, dejar a los sacerdotes predicar el Evangelio y arrasar los asentamientos de herejes franceses que desafiaban la supremacía española en las cristalinas aguas del Caribe. Más que la fama, el oro y la gloria, lo que le empujó a aquella aventura fue la esperanza de poder encontrar a su hijo Juan Menéndez, desaparecido dos años antes cuando un inclemente huracán engulló sus naves sin dejar rastro.
El 28 de agosto de 1565 desembarcó en Florida y fundó San Agustín, el primer asentamiento español permanente en el actual territorio de EEUU. Entre los hombres que le acompañaron a la Florida se encontraba el enigmático y totalmente desconocido religioso Francisco López de Mendoza Grajales, cuya vida estuvo oculta entre las brumas de la historia. "Él trajo el catolicismo a América y dio la primera misa cristiana en EEUU", explica David Arbesú, profesor de español en la Universidad del Sur de la Florida y autor de un novedoso estudio biográfico sobre el enigmático clérigo que se va a publicar en The Florida Historical Quarterly.
Hasta el momento solo se conocían unos pocos detalles de su vida en Florida y nada sobre su recorrido en España o en América. Tras una investigación de años en archivos de todo el mundo siguiendo la pista del clérigo, Arbesú ha logrado esbozar la turbulenta biografía de un López de Mendoza que, antes de vestir el hábito, huyó a las Indias después de protagonizar una pelea a cuchillo en una disputa por una mujer y décadas más tarde acabó convertido en comisario del Santo Oficio en León, Nicaragua.
Inquisición en Nicaragua
Se dice de él que celebró junto al resto de españoles y algunos nativos timucua la primera fiesta de Acción de Gracias el 8 de septiembre de 1565. Según los archivos, después de siete años evangelizando en Florida regresó a España una breve temporada y zarpó de nuevo a las Indias asentándose en Nicaragua. Allí desempeñó durante varios años los cargos de provisor y visitador general hasta que en 1585 quedó vacante el puesto de comisario del Santo Oficio en León y tuvo que presentar varia documentación a la Audiencia de México para optar al cargo.
En la investigación de la Audiencia de México se revisaron sus antecedentes familiares en busca de cualquier antepasado judío o morisco. No contento con probar que sus tres generaciones anteriores eran cristianos viejos de reconocida hidalguía, remontó su árbol genealógico, bastante exagerado, hasta la Edad Media, afirmando que estaba muy lejanamente emparentado con el mismo Alfonso X.
Todos los testigos interrogados afirmaron que gozaba de buena vida, fama y costumbres como capellán en la gaditana Jerez de la Frontera. Recientemente se conoció, gracias a su partida de bautismo, que allí nació hacia el 27 de noviembre de 1527. Sin embargo, Fernando Alfonso de Estrada, uno de los interrogados, dijo que lo conocía y ofreció una versión que explica su presencia en América.
"Y se acuerda particularmente que este testigo y él se acuchillaron por unos amores, de que dio a este testigo dos heridas en la ropa. Y después se comunicaron y lo citaron, y este testigo se fue a Italia y él hasta Indias. Y sabe que anduvo en La Florida y, habiéndose hecho clérigo, fue allí vicario, y después pasó hacia Guatemala, y no sabe en qué lugar reside ahora", se puede leer en las pesquisas de la Audiencia rescatadas por Arbesú en otro artículo publicado en la revista eHumanista.
¿Canibalismo?
De una forma u otra, se terminó por dar el visto bueno al gaditano, que murió poco más de un año después, el 28 de noviembre de 1586, tras cumplir 59 años. "Escribió a los inquisidores de la Ciudad de México que se había puesto tan enfermo que estaba 'en el último trance y fin de mi vida'", detalla Arbesú en una nota de prensa distribuida por su universidad. En su última misiva estaba tan débil que apenas pudo firmarla.
Siempre pregonó con orgullo que acompañó al temible Pedro Menéndez de Avilés y que fue el primer hombre en evangelizar la Florida y leer el Santo Evangelio en aquellas tierras pobladas por nativos que desconocían el mensaje de salvación y por herejes franceses a los que tenían ordenes de eliminar. En 1565, después de dejar un grupo al cargo de la recién fundada San Agustín, Menéndez de Avilés escogió a sus mejores hombres y reclutó a varios guías nativos.
[La colonia que se independizó del Imperio español y pidió unirse de nuevo medio siglo después]
Una tormenta había destrozado a la flota francesa al mando de Jean Ribault y el de Avilés lideró una penosa marcha forzada de cuatro días bajo la lluvia en la que atravesaron oscuros bosques y putrefactos manglares y pantanos hasta que llegaron a Fort Caroline. En un brutal golpe de mano pasó a cuchillo a los 200 defensores y borró todo símbolo de Francia en el lugar que rebautizó como San Mateo.
La investigación de Arbesú revelará más detalles sobre su vida como la oscura sospecha de que, en el duro y horrible invierno de 1565 y 1566, el que fue vicario de San Agustín y San Mateo se vio obligado junto al capitán Juan Vélez de Medrano y un centenar de hombres a practicar el canibalismo para sobrevivir.
Hoy, una estatua de tres metros de alto le recuerda en la Misión de Nombre de Dios, cerca de la bahía de Matanzas, llamada así porque en sus playas Pedro Menéndez de Avilés acabó con los supervientes de la aciaga flota del hugonote Jean Ribault. En su postulado a inquisidor defendió que llegó a Florida, como el resto, para "echar a los franceses luteranos de ella, que por ser guerra tan justa me atrevo a decirlo".