A mediados del siglo III a.C., cayó la noche sobre un ejército púnico que se retiraba hacia la esquiva Akra Leuké. El gran caudillo Amílcar Barca tras una vida dedicada a la guerra en los campos de Sicilia, África e Iberia, acababa de morir en medio de un furioso combate, engullido por las aguas de "un gran río" de Hispania. Su yerno Asdrúbal "el Bello", fue aclamado por los supervivientes.
Al que llamaban el Bello, se casó con un anónima princesa íbera y prefirió usar la diplomacia, la palabra y los regalos a la fuerza de sus jinetes y el peso de sus elefantes. "Antepuso la paz a la guerra", afirmó de forma lapidaria el historiador Polibio. En el año 221 a.C., el reinado sin corona del general con poder absoluto en la Península Ibérica acabó acabó cuando un esclavo lo apuñaló frente sus notables. Entre ellos estaba Aníbal, hijo del general engullido por un río anónimo y futura pesadilla de Roma.
Aquel trueno de la guerra primero torturó al magnicida que, según el senador Silio Itálico, era esclavo del rey Tagus, un valeroso noble de coraza dorada que fue crucificado por Asdrúbal y cuya muerte lloraron las ninfas. Según su relato, el asesino del líder púnico sonrió como un demente ante la tortura del bárquida en una muestra de heroísmo bárbaro. Cuando el esclavo cruzó las puertas del otro mundo, Aníbal preparó sus huestes y marchó hacia el interior de Hispania rumbo a Althia, la capital de los olcades.
Masacre en el Tajo
Según los historiadores clásicos se internó en las profundidades de la península con 20.000 guerreros, 6.000 jinetes y 40 elefantes y rindió aquella ciudad indígena. Es presumible que para ello levantase un campamento y usase máquinas de asedio. De Althia y los olcades, de los que aún se debate si eran íberos, celtíberos u otro pueblo, apenas se sabe mucho más tras el paso de la furia de Aníbal y quedaron envueltos en un aura de leyenda. ¿Tagus fue un rey olcade? Solo así se podría explicar la furiosa reacción cartaginesa.
Los historiadores clásicos Tito Livio y Polibio solo mencionan una vaga referencia geográfica: que su campaña sucedió al sur de limes del Ebro, río que según un tratado firmado en tiempos de Asdrúbal, separaba las áreas de influencia púnica y romana en la Península. Se sabe que al año siguiente el cartaginés asoló las ciudades vacceas de Helmántika (Salamanca) y Arbucala y que masacró a orillas del Tajo a un ejército carpetano de 100.000 hombres.
"Algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente llena de rápidos, fueron aplastados por los elefantes", relató Tito Livio. Entre ellos se mencionaron algunos fugitivos salmantinos y olcades sedientos de venganza, aliados con sus vecinos carpetanos. Solo aparecen citados una vez más en el año 218 a.C., entre baleares, mastetanos y oretes, como parte de un contingente de guerreros enviados a África para estrechar vínculos con Cartago.
"A partir de esta última cita, los olcades desaparecen completamente de la historiografía antigua. [El geógrafo del siglo I d.C.] Estrabón, que podría haber hecho referencia a los olcades en su Geografía, no lo hace. (...) Los olcades para entonces se habían esfumado", explica el investigador Luis del Rey Schnitzler en Los íberos (Almuzara).
¿En algún lugar de Cuenca?
A tientas, los investigadores, historiadores y arqueólogos han tratado de resolver el enigma olcade. En un principio se pensó que La Alcarria podría derivar de Olcania y otra referencia fonética vendría dada por el poco fiable Didio Itálico, más dado a la poesía que a la historia. Es el único que menciona la suerte del rey Tagus, crucificado por Asdrúbal. Quizá aquel no fuese su nombre sino una indicación geográfica que apunta al río Tajo, que nace en los Montes Universales de Cuenca.
Tras arrasar Olcania y aplastar el ejército carpetano en el Tajo redujo a cenizas a la ciudad íbera de Sagunto tras nueve meses de asedio. Aquel furioso combate, pese a situarse al sur del limes del Ebro, desató la cólera del Senado y Pueblo de Roma y el estallido de la segunda guerra púnica (218- 201 a.C.).
Por lo tanto, con estos escuetos datos se suele pensar que Olcania y Althia se deben situar al sur de la frontera pero cerca de la ciudad valenciana que desató la ira de la Urbs. Vecinos de los carpetanos, quizá su territorio se encuentre en algún lugar de la provincia de Cuenca.
En el municipio de Alonchel de la Estrella, sobre un cerro amesetado de 874 metros de altura se levantó un oppidum abrazado por el río Cazarejo. Los habitantes del yacimiento del Cerro de la Virgen Cuesta, ocupado desde el siglo VII a.C., estaban muy relacionados con el mundo carpetano/celtibérico.
De su necrópolis saqueada por ladrones de tumbas se conocen varios hoyos excavados en la rica y grandes túmulos rectangulares casi principescos de marcado carácter íbero que pudieron haberse usado desde el siglo V a.C. hasta el siglo I d.C. En una de las tumbas de incineración siguiendo un rito celtibérico. Para rizar el rizo, se localizó un escarbeo tallado en lidita de origen púnico datado en el siglo IV a.C, muestras del comercio y la relación entre la ciudad y el mundo cartaginés.
En los restos del oppidum, gracias a una serie de catas arqueológicas se localizaron grandes montones de cerámica destrozada por el derrumbe de paredes y hogares que fueron destruidos de forma violenta en algún momento del siglo III a.C., fecha que concuerda con la campaña de Aníbal contra los olcades.
El limes del Ebro
Sin embargo, apenas excavada e investigada la ciudad del Cerro de Virgen de la Cuesta, no hay indicios contundentes que permitan asociar el yacimiento a este misterioso pueblo de Iberia que Cartago borró del mapa. Por si fuera poco, esta supuesta cercanía al limes que presentan los historiadores clásicos es muy probable que sea solo aparente.
"La indicación, por ejemplo, de que un pueblo o una polis cualquiera de este momento histórico se localizara hacia uno u otro lado del Ebro no tiene otro significado que señalar que se encontraba dentro o fuera de los límites territoriales de la Hispania que dominaban los romanos por entonces", explica José María Gómez Fraile, investigador de la Universidad de Alcalá de Henares y autor del artículo A propósito de la localización geográfica de los olcades, publicado por la revista Wad-al-Hayara: Revista de estudios de Guadalajara.
Es decir, los olcades podrían estar en cualquier punto al sur del Ebro. Tras ser derrotados, se sometieron de forma absoluta a sus nuevos amos o se integraron en otro pueblo vecino como los carpetanos o quizá los vettones, perdiendo su identidad. Las fuentes esquivas enredadas en una maraña de vagas indicaciones y contradicciones adornadas de lírica apenas sirven para sujetar débiles hipótesis con alfileres. Tagus, sus ninfas, los olcades y Althia aún permanecen envueltos en auras de leyenda.