Aunque la espantosa toma de Jerusalén en el año 70 d.C. significó el punto culminante de la primera guerra judeo-romana, con la destrucción del Segundo Templo, los amotinados judeos lograron prolongar su rebelión durante varios años más. La última batalla se libró en la fortaleza encumbrada de Masada, un remoto palacio situado en el desierto que había sido construido por el rey Herodes en la cima de una montaña. El lugar, habitado por diversas familias que huían de los romanos, había caído bajo control de una secta extremista judía, los sicarios, y el emperador Vespasiano mandó hasta allí a la Legio X Fretensis para terminar de una vez con el conflicto.
Tras varios meses de un arduo asedio y la construcción de los inevitables terraplenes, los legionarios lograron cruzar las murallas el 16 de abril de 73. Según el relato del historiador Flavio Josefo, un hombre que luchaba por conciliar su admiración por la supremacía de Roma designada por gracia divina con su identidad de orgulloso judeo, horas antes del asalto final los ocupantes de Masada, entre los que se encontraban mujeres y niñas, habían optado por un pacto suicida colectivo antes que rendirse a los atacantes.
"Según decidimos desde un principio, preferimos la muerte a la esclavitud", dijo Eleazar ben Yair, el líder de los insurrectos, según Josefo, quien también describió en su obra las instrucciones para llevar a cabo el macabro plan que acabó con la vida de casi mil personas: "Entre ellos eligieron a suerte a diez para que fueran los verdugos de todos. Cada uno se tumbó junto a su mujer y a sus hijos, que yacían muertos, se abrazó a ellos y entregó su cuello sumiso a los que tenían encomendado esta funesta tarea. Después de que estos degollaran a todos sin inmutarse, siguieron la misma norma del sorteo entre ellos, de modo que el que fuera elegido matara a los nueve restantes y al final se suicidara".
Masada es en la actualidad uno de los lugares más visitados de Israel y constituye un elemento fundamental en el imaginario colectivo de su sociedad. Gracias al relato de Josefo, el yacimiento, excavado desde los años 60, se ha convertido en un símbolo de resistencia al invasor y de sacrificio con el que se han sentido identificadas generaciones de israelíes. Sin embargo, una nueva investigación científica puede ahora derribar los pilares de este mito al asegurar que el asedio no fue tan heroico como se pensaba ni duró más de un año, sino entre cuatro y nueve semanas.
Gracias a drones, imágenes de teledetección y fotografía aérea que han permitido obtener mediciones precisas y en alta resolución de la altura, el ancho y la longitud de las estructuras levantadas por los atacantes, un equipo de investigadores del Instituto de Arqueología Sonia & Marco Nadler de la Universidad de Tel Aviv ha logrado desarrollar un modelo digital en 3D del sistema de asedio romano —es uno de los mejor conservados del mundo— para estimar que la construcción de los terraplenes, los muros y los campamentos que rodeaban Masada fue en realidad mucho más rápida y eficiente.
En un artículo publicado en la revista Journal of Roman Archaeology, Hai Ashkenazi, Omer Ze'evi Berger, Boaz Gross y Guy Steibel calculan que el muro de piedra que rodeaba la mayor parte de la fortaleza pudo haber sido erigido en tan solo dos semanas por los aproximadamente 6.000-8.000 soldados que participaron en la operación. Esto les permitió dedicar todos los esfuerzos a completar la rampa de asalto a través de la cual lanzar el ataque definitivo y alcanzar el interior del asentamiento rebelde.
"La narración de Masada, la Gran Revuelta Judía, el asedio y el trágico final, tal como los relata Flavio Josefo, se han convertido en parte del ADN israelí y del espíritu sionista, y son bien conocidos en todo el mundo", explica Guy Stiebel, autor principal del estudio. "La duración del asedio es un elemento importante de esta narración, lo que sugiere que al glorioso ejército romano le resultó muy difícil tomar la fortaleza y aplastar a sus defensores. Durante muchos años se supuso que el asedio duró tres largos años, pero en las últimas décadas los investigadores han comenzado a cuestionar esta creencia infundada".
El trabajo revela que, desde el punto de vista de los romanos, no fue un proyecto bélico tan excepcional como otros que llevaron a cabo en otros rincones del Imperio, como en el norte de Hispania. De hecho, habría sido la mitad de arduo que el que redujo Jerusalén a cenizas y que se prolongó durante cinco meses.
"En nuestro primer estudio de este tipo, utilizamos mediciones objetivas y tecnologías avanzadas para aclarar esta cuestión con la primera respuesta científica basada en datos. Basándonos en nuestros hallazgos, sostenemos que el asedio romano de Masada duró unas pocas semanas como máximo. Como han hecho los imperios a lo largo de la historia, los romanos llegaron, vieron y conquistaron, reprimiendo rápida y brutalmente el levantamiento en este lugar remoto", asegura el profesor Stiebel.
El principal interrogante residiría entonces en responder a por qué los romanos enviaron al medio desierto a un contingente de entre 6.000 y 8.000 soldados cuando la guerra ya estaba ganada. "Fue un gran reto logístico, lo que revela que era muy importante para ellos", valor el investigador. Las principales hipótesis no tienen que ver con un despliegue de fuerza bruta para aplacar los últimos sentimientos rebeldes que sobreviviesen en Judea, sino que puede que desde Masada se estuviese boicoteando el suministro del bálsamo, un valioso perfume que se producía en el cercano wadi de Ein Gedi.