Vista aérea del castillo de Amaiur.

Vista aérea del castillo de Amaiur. Wikimedia Commons

Historia

El último castillo del reino de Navarra arrasado por Carlos V: un tótem del nacionalismo vasco

El castillo de Amaiur se construyó en el siglo XIII. Fue una pieza clave en la conquista de Navarra y dinamitado en agosto de 1522 tras un furioso asedio.

17 septiembre, 2024 09:04

En junio de 1936 el tartamudeo de las ametralladoras, el alarido de los heridos y las explosiones de la metralla no tardaron en envolver a la sitiada ciudad de Bilbao. En plena Guerra Civil, el batallón Amaiur, una de tantas unidades de gudaris del Gobierno vasco, se aferraba con uñas y dientes al Cinturón de Hierro. Volteretas de la historia y la política, los lideraba Germán Ollero, comandante de la Guardia Civil leal a la II República. Al otro lado de la alambrada combatían dos de sus hijos. "No se lo deseo a nadie", reconoció uno de ellos.

El batallón comandado por Ollero había cogido el nombre de las ruinas de un viejo castillo al norte del valle de Baztan. Hoy las lagartijas recorren sus murallas repletas de cicatrices. Entre sus lienzos machacados, las excavaciones arqueológicas desvelaron una espada casi intacta perdida por su dueño en su último y brutal combate. En lo alto, un obelisco dinamitado y reconstruido en varias ocasiones recuerda a los defensores caídos en 1522. Fue el último castillo de Navarra que cayó en manos de Carlos V, el rey emperador. Desde su mismo nacimiento, se convirtió en un hito del nacionalismo vasco. 

Enclavado entre dos vertientes pirenaicas en la frontera con Francia, la fortaleza de Amaiur está rodeada por bosques de hayas, robles y castaños. Más al norte se encuentran los dominios de Zugarramurdi, donde moraban las brujas perseguidas por la Inquisición. En 1266 era un peaje real del reino de Navarra en la ruta entre Bayona y Pamplona. Decenas de monedas aquitanas, portuguesas, castellanas, suecas, francesas y escocesas cuentan la historia de un importante circuito comercial. En el siglo XVI este tráfico cesó de forma repentina.

Ilustración idealizada del castillo.

Ilustración idealizada del castillo. E.Lekuona Aranzadi

Obras apresuradas

El agonizante reino estaba divido bajo la sombra de dos gigantes. Unos apoyaban a Francia, otros a la naciente potencia liderada en 1512 por el anciano Fernando el Católico, rey de Castilla y Aragón. Su final estaba decidido. "Declaramos a los dichos Juan y Catalina [reyes de Navarra] excomulgados, anatemizados, malditos, reos del crimen de favorecer el cisma y la herejía (...). Y confiscamos todos y cada uno de esos mismos reinos, dominios y bienes", declaraba la bula papal de Julio II. Fernando recibía así el permiso del pontífice para comenzar su conquista y adelantarse a los planes de Francia. 

Amaiur se convirtió en un preciado botín estratégico para ambos bandos. Con una capacidad máxima de 200 soldados, se perdió y se reconquistó en varias ocasiones hasta que en 1522 fue dinamitado y más tarde usado como cantera. Pero un año antes, una poderosa contraofensiva franco-navarra amenazó la posición y las fuerzas hispanas ampliaron su aljibe, limpiaron su foso y reformaron sus baluartes y murallas. Entre carpinteros y canteros destacaron las moças, unas 70 mujeres del pueblo participaron en las obras y que recibieron, como era habitual en la época, un jornal inferior al resto de peones.

Fachada este del castillo.

Fachada este del castillo. R.Balbás

"En el caso del castillo de Amaiur los ingenieros encargados del proyecto diseñaron una fortaleza de transición adosada al viejo castillo medieval y adaptado a la difícil orografía. Para ello utilizaron las técnicas constructivas más modernas, con muros bajos y gruesos capaces de soportar la artillería y espaciosos cubos artilleros semicirculares, desde donde pudiesen utilizar los cañones de la plaza y la fusilería", explica la guía de visita editada por el Ayuntamiento de Amaiur y la Sociedad de Ciencias Aranzadi, responsable de las excavaciones realizadas entre 2006 y 2022.

El 30 de junio de 1521 una ofensiva franco-navarra se estrelló en las llanuras de Noáin. La caballería pesada quedó ensartada contra las picas de los soldados castellanos, riojanos, guipuzcoanos y vizcaínos obedientes al entonces Carlos I de España, futuro emperador del Sacro Imperio. Para mayor horror de un ejército que pretendía reconquistar Navarra y avivar las llamas de la revuelta comunera, que aún resistía en Toledo, el propio estandarte de Francisco I de Francia cayó en manos hispanas.

Obelisco de Amaiur.

Obelisco de Amaiur. Ayuntamiento de Baztan

Última resistencia

Pese al descalabro, Amaiur fue rendido en octubre por los restos del ejército derrotado tras un intenso bombardeo de cuatro días. En aquel momento los caballos relinchaban inquietos y los hombres corrían nerviosos. El ejército galo preparaba la última ofensiva sobre Fuenterrabía. El castillo, última posición de los navarros que luchaban por su independencia al sur de los Pirineos, debía proteger la ruta de retirada.

El alcaide Jaime Vélaz de Medrano debían resistir la furia de Francisco de Zúñiga, virrey de Navarra que diez meses más tarde movilizó 1.500 infantes, 600 jinetes y 16 falconetes, espingardas y lombardas. El alcaide contaba con solo 200 milicianos. 

Como en el caso del batallón gudari de 1936, al otro lado de las murallas peleaban hermanos contra hermanos. Entre las tropas del virrey destacaban numerosos navarros, leales a Carlos V. El asedio apenas duró una semana repleta de coléricos asaltos y duelos de artillería.

Las fuerzas del virrey apenas pudieron acercarse, triturados por las ballestas, arcabuces y piezas de Medrano. Algunos proyectiles aún seguían encajados en los muros cuando comenzó la investigación arqueológica. El 19 de julio de 1522 la tierra tembló y un ensordecedor estallido dejó medio sordos a los presentes. Una mina había derribado sus murallas y los defensores, agotados, negociaron su rendición a cambio de sus vidas. El alcaide, guerrero orgulloso, se negó a entregar su espada y fue necesario reducirle. Murió junto con su hijo Luis semanas más tarde en las cárceles de Pamplona. Se piensa que fueron envenenados en una oscura intriga.

Gudaris del batallón Amaiur fotografiados en 1937.

Gudaris del batallón Amaiur fotografiados en 1937. Wikimedia Commons

La fortaleza ruinosa había costado un dineral y no había conseguido su objetivo. Además, al otro lado de los Pirineos sonaban cascos de monturas, ruidos de carros y sonidos de armas. Un nuevo ejército francés se reunía en Ainhoa y el virrey debía actuar rápido. Decidió hacerla volar por los aires en un clima de nerviosismo y pánico donde se veían espías por todas partes

"La brisa no mecerá la bandera con las cadenas y la flor de lis. Todo se ha perdido", recitó sobre el final de la fortaleza Estepan Urquiaga Basaratz, periodista y literato fusilado en la Guerra Civil, en su poema Amayur gaztelu baltza. "Navarra ha perdido su independencia, y desde entonces se cierne sobre ella la oscuridad y las nubes". 

En agosto de 1522 tres minas sacudieron la tierra y agitaron los bosques de todo el valle de Baztan. Amaiur pasó a la historia y se vertieron ríos de tinta y discursos sobre lo que implicó su final. Sus entrañas rematadas por un obelisco conmemorativo aún dominan el cerro de 602 metros de altura convertido en un auténtico tótem rodeado por banderas y auras de leyenda.