Calles de Olivenza empedradas a la manera portuguesa.

Calles de Olivenza empedradas a la manera portuguesa. Wikimedia Commons

Historia

Por qué Portugal reclama Olivenza: la lucha histórica con España por el 'Gibraltar extremeño'

Conquistada en 1801 en la guerra de las Naranjas, el municipio, en la provincia de Badajoz, es el principal foco del irredentismo luso.

17 septiembre, 2024 16:14

En noviembre, tras la resaca revolucionaria de octubre de 1934, el Gobierno de la República recibió alarmantes informes de su embajada en Lisboa. Varias unidades de caballería lusas acuartelada en Elvas y Évora hervían de actividad como una colmena. Sus unidades parecían tantear la frontera española. Esta inusual acción quizá "trataba de aprovechar la circunstancia de los sucesos que se desarrollaban en España para dar un golpe de mano sobre Olivenza", resumió Antonio Tapia y López del Rincón, agregado militar en la capital del Tajo.

El asunto no fue más que un susto, pero en los años siguientes informaciones de inteligencia militar alertaban de que en Lisboa se detectaron "conversaciones en voz baja" entre oficiales del Ejército sobre aquella posibilidad. "Olivenza es portuguesa, naturalmente. Y no es ninguna provocación", declaró el pasado viernes Nuno Melo, ministro de Defensa Nacional del país vecino. "Por tratado, Olivenza deberá ser entregada al Estado portugués", añadió. 

Aquel pequeño municipio extremeño de no más de 12.000 habitantes es el principal punto de fricción entre las dos grandes naciones ibéricas y base de las reclamaciones territoriales del irredentismo vecino. Sus calles empedradas, edificios e iglesias manuelinas y cartelas bilingües evidencian su cultura mixta. Este 'Gibraltar portugués' hunde sus raíces hace más de doscientos años, en una guerra olvidada por el gran público que infló el ego de Manuel Godoy y enfureció a Napoleón Bonaparte. También levantó asperezas en la dictadura de Franco.

'Godoy como general', un lienzo de Goya.

'Godoy como general', un lienzo de Goya. MRABASF

Crímenes de Estado

En el siglo XX dos dictaduras corporativas y nacionalcatólicas compartían la Península Ibérica. A pesar de lo que podría parecer, Antonio de Olivera Salazar y Franco nunca se llevaron demasiado bien. Al calor de los estertores del nacionalismo romántico, se difundió en distintos grupos portugueses el lema Olivença é nossa!

Uno de los momentos que más tensión soportó la frontera, dejando a un lado las "visitas" de personal militar luso fuera de servicio que aprovechaban para dejar panfletos de propaganda, ocurrió en 1965. Un comando de la PIDE, policía secreta lusa, cruzó el Guadiana y asesinó al general Humberto Delgado y a su secretaria en Villanueva del Fresno, muy cerca de Olivenza.

El Caso anunciaba en portada tres páginas de información sobre el suceso. La censura las rebajó a menos de dos folios.

El Caso anunciaba en portada tres páginas de información sobre el suceso. La censura las rebajó a menos de dos folios.

Enterrados en un campo a un kilómetro de la frontera, la aparición de los restos de los opositores a Salazar amagó con provocar un conflicto diplomático, con el territorio en disputa de por medio. Sobre el asunto se corrió un tupido velo: al fin y al cabo, la DGS y la PIDE colaboraban y, en según qué aspectos, las fronteras eran porosas.

Según las memorias de Diogo Freitas do Amaral, presidente de Portugal entre 1980 y 1981, João Pinto da Costa Leite, padre del corporativismo del Estado Novo, afirmaba en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa que Franco cedió Olivenza a Salazar en los primeros días de la Guerra Civil de 1936. El ejército luso apoyaba la "limpeza" contra "os marxistas sanguinários" de Franco.

Interior de la iglesia de Olivenza de influencia manuelina.

Interior de la iglesia de Olivenza de influencia manuelina. Ayuntamiento de Olivenza

La columna rebelde ocuparía Badajoz, ignoraría Olivenza y seguiría rumbo a Madrid, donde terminada la toma del poder se reconocería la soberanía portuguesa. Tampoco sucedió. "Esa hipotética operación, de haber existido, está aún sin demostrar. No obstante, no sería disparatado imaginarla, habida cuenta de los movimientos del exjefe del Estado Mayor Central español [Franco] en Gibraltar siendo responsable de las tropas de Marruecos un año antes", explica Carlos Píriz, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela y autor del artículo El incordio ibérico, publicado por la revista Ibericidad.

Naranjas para una reina

En 1801, el grandilocuente valido de Carlos IV, ignorando la fiebre amarilla que sacudía el sur de España y el calamitoso estado de la Hacienda, bailó el agua al París revolucionario y depositó sus esperanzas en el petit caporal. Godoy soñaba con un reino propio a expensas del vecino ibérico.

Las naves británicas recalaban sin ninguna molestia en aguas lusas, para espanto de los buques mercantes franceses y españoles. El 20 de mayo de ese mismo año, cerca de 30.000 soldados hispanos se lanzaron sobre el Alentejo tras un breve ultimátum. "Las tropas que atacaron al momento de oír mi voz luego que llegué a la vanguardia, me han regalado de los jardines de Elvas dos ramos de naranjas, que yo presento a S. M. la Reina", escribió Godoy a María Luisa de Palma. 

Restos del fuerte Nuestra Señora de Gracai en Elvas, conquistado por Godoy.

Restos del fuerte Nuestra Señora de Gracai en Elvas, conquistado por Godoy. Wikimedia Commons

Tras dieciocho días de conflicto en el centro de Portugal y en la frontera gallega llegó el turno de los diplomáticos reunidos en Badajoz. La guerra siguió en las umbrosas fronteras americanas, entre Brasil y Uruguay, donde un militar español que se adelantó a Darwin fue abandonado años antes al intentar poner orden al lío de fronteras.

Portugal se vio obligada a prohibir el paso de las naves de los hijos de Gran Bretaña, a pagar 15 millones de libras a modo de indemnización y firmar un tratado comercial con la República Francesa. A cambio, la docena y media de poblaciones conquistadas por las banderas españolas volverían a la soberanía lusa, con excepción de Olivenza.

Acuerdos en Viena

Pasado el 2 de mayo de 1808 y la feroz Guerra de la Independencia contra las fuerzas francesas, la "verdadera plaga" que acabó con los sueños de Napoleón, los aliados de la Séptima Coalición se reunieron en Viena para reorganizar el mapa político de Europa y recuperar el absolutismo. Portugal, que no olvidaba sus naranjas robadas en Elvas, logró que las grandes potencias aceptasen sus reclamaciones sobre la plaza cedida por Fernando de Castilla en 1297 y conquistada por las bayonetas del Príncipe de la Paz. 

Al cierre del Congreso de Viena, en su artículo 105 se reconoció el derecho portugués sobre el municipio extremeño. España se resistió, pero acabó firmando en 1817, comprometiéndose a agilizar el trámite lo más rápido posible, algo que hasta hoy nunca ha sucedido.

Grabado que muestra a los delegados europeos del Congreso de Viena.

Grabado que muestra a los delegados europeos del Congreso de Viena. Wikimedia Commons

"El problema de Olivenza está congelado desde el Tratado de Viena de 1815", referenció Nuno Melo en una salida de tono que ha levantado ampollas en ambos lados de la frontera.

Manuel José González (PSOE), alcalde de Olivenza, afirmó en la red social X que el municipio "tiene una historia compartida de la que se siente muy orgullosa porque nos hace únicos". Citando a Nuno Melo añadió que "no es momento de discursos que levanten muros y provoquen división y sí de seguir trabajando en todo lo que nos sirve para buscar juntos un futuro de oportunidades". 

El debate fronterizo enterrado desde el Congreso de Viena y que de vez en cuando salta a la palestra, según señaló María Guardiola (PP), presidenta de Extremadura, "no está sobre la mesa". En Portugal también han levantado cierta polémica y alarmado a Pedro Nuno Santos, líder del Partido Socialista, que ha tildado las declaraciones de Melo como de "extrema gravedad" y con gran "impacto en la política exterior".

El alcalde oliventino, dispuesto a limar asperezas, invitó al ministro portugués que reavivó la polémica a visitar la localidad y crear un espacio de encuentro y entendimiento. Al final, somos vecinos y, según una tradicional jota extremeña: "Las mujeres de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal".