La imponente y olvidada factoría romana de exportación de salazones y 'garum' de Hispania
- El yacimiento del Faro de Torrox, en Málaga, fue un importante enclave para el comercio marítimo y acabó convertido en necrópolis.
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El yacimiento arqueológico del Faro de Torrox (Málaga) conserva vestigios de haber sido una estratégica área portuaria hispanorromana en el Mediterráneo. Su adaptación al perfil litoral le abrió las puertas del floreciente comercio marítimo con Roma y con el norte de África. Sería un antiguo farero, Tomás García Ruiz, quien tomó la decisión en 1905 de desenterrar los primeros restos. De aquellos trabajos de desbrozado, limpieza y excavación afloraron sorprendentes estructuras murarias y musivarias en la zona suroeste de la extraordinaria pars urbana de Caviclum.
Antes de la etapa augústea, este municipio se había configurado como mansio o parada oficial en plena vía Hercúlea o Heraclea, que enlazaba Cartagonova (Cartagena) con Gades (Cádiz). Había sido gestionado por la administración estatal romana para el alojamiento de empresarios y el abastecimiento de las legiones en su tránsito por la Bética.
Por ello, siguen surgiendo de las entrañas del subsuelo nuevas secciones de la villa a mare, la imponente factoría de salazones transformada en época tardía en necrópolis, un obrador de alfarero con dos hornos para el suministro de ánforas salsarias y oleicas, el complejo termal y las ruinas de la pars rustica. Las huellas antrópicas apuntan a que el enclave estuvo habitado al menos hasta el siglo VI d.C., aunque los expertos desconocen el volumen y el destino de las actividades económicas que se realizaban.
En el sector occidental de la villa, asoman varias piletas rectangulares y otras menores de planta circular destinadas a la fabricación de salsas y salazones. Están construidas en opus signinum, material a base de pequeños trozos de tejas o ladrillos mezclados con cal y triturados mediante pisón. La producción industrial se centraba en la manipulación de pescados tan variados como jureles, rodaballos, sardinas, caballas y restos de atunes rojos revueltos en salmuera con los que se elaboraba la prestigiosa salsa romana llamada garum.
En estas albercas, los trabajadores añadían la proporción exacta de especias, aceite y vinagre, exponiendo esta mixtura al sol que removían para inducir la fermentación. Permaneció en funcionamiento durante el siglo I d.C. hasta ser abandonada en el siglo III d.C. El viejo edificio de la factoría se reutilizó como mausoleo, rodeándose de una necrópolis en época bajo imperial (siglo IV d.C.). Las piletas cambiaron su funcionalidad primigenia al convertirse en tumbas de inhumación, algunas saqueadas.
También han aparecido sepulturas de planta cuadrada en mampostería. Entre los últimos hallazgos resalta la localización de restos óseos de un individuo en posició decúbito supino con una estatura aproximada de 1.58 metros y de edad avanzada, que sufría escoliosis y artrosis en las vértebras lumbares. Por otro lado, se han recuperado ostreidos, que podrían indicar la existencia de una importante instalación ostrícola cerca del mar.
Máximo esplendor
A raíz del programa de prospecciones impulsado en 1940 tras la visita del comisario general de Excavaciones Arqueológicas, Julio Martínez Santa Olalla, los investigadores han exhumado estructuras de dos hornos romanos cerámicos de planta circular, cubiertas con bóvedas de medio cañón y dotados de parrilla, cámaras de combustión y praefurnium o estrecho pasillo. La acumulación de materiales de construcción y de terra sigillata africana, azulejos, cerámicas de cocina (morteros, cazuelas, cuencos, lebrillos, tapaderas, ollas...) y ánforas alto imperiales para el transporte y distribución de garum, salazones y aceite demuestran una intensa y prolongada especialización fabril.
La cronología de estos alfares se extendería desde el siglo I d.C. hasta los albores del siglo V d.C., aunque también ha aflorado fragmentos de vasijas de época republicana (siglos II-I a.C.). Como curiosidad señalar que, junto al praefurnium de uno de los hornos, se descubrió una mandíbula humana que, según los expertos, correspondería al nuevo uso funerario que se imprimió a la zona de la factoría de salazones y alrededores entre los siglos IV y VI d.C.
Las termas privadas fueron edificadas a finales del siglo I d.C. o comienzos del II d.C., coincidiendo con la etapa de máximo esplendor de Caviclum. El complejo termal muestra huellas del caldarium (piscina de agua caliente), tepidarium (de agua templada) y laconium o sauna. Estos baños cuentan con asientos para acceso y descanso de los clientes y algunos preservan el mármol con el que estaban revestidos. El sistema de calefacción subterránea o hipocaustum, articulado mediante arcos de ladrillo, sustenta y caldea uniformemente la estancia superior. Estas termas están cimentadas en mampostería, trabadas con mortero pero con escaso uso de sillares y ladrillo.
Los secretos de la villa
Acomodada al modelo de villa a mare, cerca del faro de Torrox, estaba provista de un pequeño embarcadero que facilitaba la comercialización de salazones y del garum. Se trata de una espectacular residencia nobiliaria local donde resalta su pequeño atrio con columnata y el impluvium o fuente para la captación de aguas de lluvia.
Las estancias preservan pavimentos profusamente ornamentados de restos de mosaicos geométricos bícromos y polícromos de los siglos II y IV d. C. La temática ornamental es muy dispar: decoración con dos Victorias aladas, escenografía de un pájaro posado al borde de una crátera o la representación de una rueda astral. Asimismo, sus paredes se muestran revestidas con enlucido o estuco de color rojizo mientras que los muros se levantan en mampostería y en sillarejos locales ensamblados con cal y arena.
En conclusión, no cabe la menor duda del enorme potencial arqueológico y museográfico de las estructuras exhumadas en la pars urbana donde debió estar emplazada la mansio Caviclum. Pero, al día de hoy, todavía queda mucho por excavar en el recinto del Faro para el disfrute tanto de investigadores como del resto de la sociedad.