El 'Coliseo español': la ciudad de Hispania con uno de los anfiteatros romanos más impresionantes del mundo
- Se trata de uno de los anfiteatros romanos más grandes que hubo en Hispania. Actualmente se encuentra en buen estado de conservación.
- Más información: Adiós al Coliseo: este es el anfiteatro romano mejor conservado del mundo y aún sigue en uso
Los monumentos romanos en Hispania son un testimonio vivo de la influencia del Imperio romano en la Península Ibérica, que estuvo bajo dominio romano durante más de seis siglos.
Estos vestigios, algunos de los cuales se encuentran en excelente estado de conservación, no solo representan la grandeza arquitectónica y de ingeniería de los romanos, sino también el impacto duradero que tuvieron en la cultura, la infraestructura y el urbanismo de las regiones que hoy comprenden España y Portugal.
Por ejemplo, cabe destacar que en Hispania, los romanos construyeron varios anfiteatros que han perdurado hasta nuestros días y son ejemplos representativos de la arquitectura e ingeniería de esta antigua civilización. Estos edificios, diseñados para albergar espectáculos como luchas de gladiadores, cacerías y otro tipo de juegos, formaban parte integral de la vida pública en las ciudades romanas. Y entre ellos, cabe destacar el anfiteatro de Itálica, uno de los más grandes de Hispania.
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Algunos de los anfiteatros más impresionantes de Hispania se encuentran en Tarragona, Mérida, Cartagena, Córdoba, Cuenca o Sevilla... En este último caso hablamos de Itálica, una antigua ciudad romana situada en el actual término municipal de Santiponce.
El anfiteatro de Itálica llama la atención por ser considerado como el cuarto más grande del mundo. De hecho, es uno de los más grandes fuera de Italia.
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El anfiteatro de Itálica tenía capacidad para albergar a unos 25.000 espectadores. Esta urbe fue una de las primeras ciudades romanas fundadas fuera de Italia y era conocida por ser la ciudad natal de los emperadores Trajano y Adriano.
Se trata de un anfiteatro que ha sido bien conservado y que tiene una impresionante estructura con bóvedas y pasadizos subterráneos que se pueden explorar hoy en día.
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En cuanto a sus orígenes, el anfiteatro de Itálica fue construido entre 117 y 138, durante el reinado del emperador Adriano, y era un espacio destinado a los combates de gladiadores, las luchas con animales salvajes (venationes) y otros juegos similares, todos ellos espectáculos populares en la sociedad romana.
La arena, donde se llevaban a cabo los combates, está rodeada por un foso central que albergaba los mecanismos y jaulas para los animales y gladiadores. Debajo de la arena se encuentran estructuras subterráneas que permiten comprender cómo se preparaban los espectáculos. Aquí se almacenaban a los animales, los propios combatientes y otros recursos utilizados en los eventos.
El anfiteatro contaba con tres niveles de gradas o "cáveas" dispuestas según la jerarquía social. Los sectores más cercanos a la arena estaban reservados para los ciudadanos más ricos y los funcionarios públicos, mientras que los sectores más altos albergaban a los ciudadanos comunes y a las mujeres.
Como era habitual en los anfiteatros romanos, el de Itálica tenía varios accesos y vomitorios (salidas) que permitían una evacuación rápida y eficiente de los miles de espectadores.
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Aunque algunos sectores del anfiteatro han sido erosionados por el tiempo, la mayor parte de su estructura sigue siendo claramente visible, lo que permite a los visitantes imaginar la magnificencia de los espectáculos que allí se celebraban. Los arcos, bóvedas y pasadizos subterráneos están en bastante buen estado, lo que ha convertido al anfiteatro en uno de los sitios arqueológicos más importantes de España.
El anfiteatro de Itálica no solo es una de las mayores construcciones de su tipo en Hispania, sino también un símbolo del poderío de la civilización romana y su capacidad para construir monumentos de grandes dimensiones en territorios fuera de Italia. Refleja también la importancia de Itálica en el mundo romano, no solo como ciudad, sino como un lugar que dio al Imperio dos de sus emperadores más influyentes.