El invento marítimo de los romanos que hizo que sus flotas navales fuesen invencibles
- Los romanos crearon durante la primera guerra púnica un arma innovadora con la que se convirtieron en la primera potencia del Mediterráneo.
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Una de las creencias erróneas que rodean a los antiguos romanos es la que dice que no fueron especialmente diestros surcando los mares y que solo se interesaron por el medio acuático cuando se vieron obligados a combatir a los cartagineses a mediados del siglo III a.C. Pero no se trata de que tuviesen miedo al medio acuático, nada más lejos de realidad. Sabían que controlar el Mare Nostrum y las vías fluviales resultaba fundamental para vigilar y dominar a sus principales enemigos, y por eso construyeron centenares de puertos y estructuras marítimas.
No obstante, en el contexto de la primera guerra púnica (264-241 a.C.) se puede ubicar el momento decisivo en el que Roma puso toda su maquinaria al servicio de crear una gran fuerza naval. Había que derrotar a un enemigo nuevo y poderoso como Cartago, la principal potencia marítima del Mediterráneo occidental, que contaba con marinos experimentados y naves veloces, las mejores. Los romanos, sin embargo, sabían que eran superiores en el cuerpo a cuerpo, por lo que ingeniaron un arma que durante un tiempo cambió por completo la forma de combatir en el mar: el corvus.
Se trataba de un puente de agarre abatible fijado a un mástil y que contaba con un garfio de hierro para que, al caer sobre la embarcación enemiga, la atrapase y permitiese el asalto de los legionarios romanos a la cubierta púnica. El conjunto podía rotar gracias a un sistema de rodamientos, por lo que era posible abordar barcos desde proa y popa o babor y estribor. Fue idea del cónsul Cayo Duilio y supuso un enorme éxito la primera vez que se empleó, en la batalla de Milas (260 a.C.).
En ese enfrentamiento naval, los romanos capturaron o hundieron aproximadamente 50 de las 130 embarcaciones enemigas comandadas por Aníbal Giscón, causando más de 7.000 bajas y 3.000 prisioneros entre los púnicos. Por su parte, la flota de la Urbs tan solo contabilizó un buque romano destruido y varios cientos de tripulantes caídos. Una victoria demoledora que le daría un vuelco al tablero del poder naval en el Mediterráneo y que cambiaría el curso de la guerra y de la historia de Roma.
"La Marina romana lo que hizo fue aprovechar todo lo que los enemigos podían ofrecerle y mejorarlo. En este caso, siendo más experimentados en los combates terrestres, vieron cuál era la forma de llevar la guerra a su terreno: convertir las cubiertas de los barcos en campos de batalla. Fue una innovación extraordinaria para el momento", resume el historiador Arturo S. Sanz en su obra Imperium Maris (La Esfera de los Libros). El también arqueólogo cita otras armas ingeniadas en Roma como el arpax, un arpón que se lanzaba a gran distancia para apresar naves enemigas y que le dio excelentes resultados a Agrippa, el gran general de Augusto, en la guerra civil contra Sexto Pompeyo.
La única referencia escrita al corvus se halla en la obra de Polibio —no han aparecido evidencias de esta herramienta bélica en ningún yacimiento subacuático—, autor a quien se debe especialmente esa imagen de inferioridad atribuida a los romanos en el medio acuático frente al poderío cartaginés. Probablemente lo hizo, según creen los expertos, para ensalzar todavía más la victoria republicana en la primera guerra púnica.
Lo llamativo es que esta efectiva arma, en apenas un par de décadas, dejó de emplearse. "Personalmente, como fueron tan prácticos, el corvus suponía para los romanos una ventaja a la hora de combatir, pero importantes desventajas a la hora de la navegación. En el momento en que no hubo un gran enemigo como Cartago, ya no fueron necesarias esas plataformas", concluye Artur S. Sanz.