Los hallazgos en un campamento romano que arrojan luz sobre un episodio clave de las guerras cántabras
- El estudio de los materiales recuperados en el castellum de La Cabaña permite trazar la ruta de una legión romana en 25 a.C. tras desembarcar en Santander.
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Los feroces ataques de las legiones no estaban dando los resultados que esperaba el princeps Augusto, desplazado al norte de Hispania para acabar con la resistencia de los férreos pueblos de las montañas. Los cántabros aguantaban gracias a las potentes defensas de sus asentamientos y a una estrategia bélica que se aprovechaba del terreno. Pero en el año 25 a.C. se registró un momento crucial en el desarrollo de las guerras cántabras: el general Cayo Antisio desembarcó con más tropas en la zona de la bahía de Santander, en la retaguardia enemiga, abriendo por sorpresa un nuevo frente y forzando a los indígenas a abandonar sus grandes oppida y enfrentarse al ejército romano en campo abierto, donde cayeron derrotados.
El episodio, narrado por los escritores antiguos Floro y Orosio, ha generado bastante debate entre los investigadores por la localización exacta del lugar de desembarco, el Portus Victoriae, y la ruta hacia el sur seguida por los legionarios. Estos interrogantes se abordan en un artículo publicado en la revista Pyrenae, editada por la Universidad de Barcelona, que presenta los resultados de una intervención arqueológica realizada en un campamento romano situado en el alto de La Cabaña (Castañeda-Santiurde de Toranzo-Puente Viesgo, Cantabria), a unos 15 kilómetros de la costa.
Se trata de un establecimiento fortificado de campaña de tipo castellum, un recinto vagamente triangular, de forma alargada adaptado a la cima de la loma y con los extremos semicirculares. Contaba además con línea simple de terraplén (agger) y foso (fossa) en todo el perímetro que se reforzó con defensas múltiples al norte —triple sistema de zanjas—, una característica poco habitual en las fortificaciones de la época y que lo hace "excepcional", según los arqueólogos Enrique Gutiérrez Cuenca, José Ángel Hierro Gárate y Rafael Bolado del Castillo.
El yacimiento, ocupado por una plantación de eucalipto, había sido identificado mediante ortofotografías aéreas e imágenes de satélite. Pero su destrucción parcial hace unos años con motivo de unos trabajos forestales —la maquinaria pesada alteró completamente los terraplenes de las defensas múltiples— provocó una intervención arqueológica en una zona que cubre más de una hectárea y que consistió en realizar una prospección visual y electromagnética, de carácter intensivo, con recogida y georreferenciación de materiales.
Entre los hallazgos sobresalen una pieza de suspensión de vaina de un puñal (pugio) de un legionario, una fíbula anular sin resorte de tipo omega, un as de Lépido fechado entre 44 y 36 a.C. y acuñado en la ceca de la colonia Lepida-Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza), una dolabra —una herramienta de hierro utilizada en labores de castrametación que permitía cavar fosos o talar árboles— o un fragmento de molino de mano circular. "Es un hallazgo completamente excepcional en su contexto inmediato, ya que nunca hasta ahora se habían identificado útiles de molienda en los campamentos de campaña de las guerras cántabras y astures", aseguran los autores.
También se han identificado una argolla que podría pertenecer a una clavija de tienda de campaña, un clavo, un posible vástago de pilum y otros objetos de hierro o aleación de cobre que pueden asociarse con piezas de equipamiento militar romano. "A partir de los restos materiales identificados, estamos en condiciones de plantear el itinerario seguido por una legión romana desembarcada al fondo de la bahía de Santander hasta su enlace con otra llegada desde el sur por la línea de cumbres que separa las cuencas del Pas y del Besaya", aseguran.
Dos conflictos distintos
A poco más de un kilómetro hacia el sur de La Cabaña se encuentra el campamento de Pando, mucho más grande y con capacidad para guarecer a una legión completa. Ambos sitios encajan en el modelo de dupla campamento legionario-guarnición menor (castra-castellum), recurrente en las guerras cántabras y astures y generalmente ubicada en zonas montañosas. "Nos parece más apropiado pensar en el avance desde la costa de una legión completa y en su acampada en dos recintos, uno principal, el de Pando, y un castellum, el de La Cabaña, encargado de controlar la comunicación con el territorio dejado a su espalda", proponen los arqueólogos del Proyecto Agger.
El pequeño recinto temporal en territorio hostil, se apunta en el artículo, pudo estar ocupado por un contingente de entre 535 y 715 individuos, una vexilliato (destacamento) de algo más de una cohorte que debía controlar el paso y proteger la retaguardia de la legión desembarcada en la bahía de Santander de posibles ataques indígenas. Esta fuerza, transportada desde las costas aquitanas por una flota de entre 80 y 100 barcos, contaba con algunas unidades auxiliares e iba dotada de pertrechos, víveres y animales de carga.
Los arqueólogos incluso proponen, teniendo en cuenta los hallazgos monetarios y las cecas en las que se acuñaron las monedas manejadas por los soldados, como Calagurris (Calahorra) o la citada Celsa, que dicha legión procediese del valle del Ebro. En vez de moverse por el interior de la Península, se habría desplazado por el Cantábrico hasta la zona de conflicto zarpando desde el extremo suroriental del golfo de Vizcaya.
"Los datos disponibles permiten plantear la procedencia del contingente llegado por mar, al menos una legión que situaría su campamento principal en Pando y dejaría un contingente de retaguardia en La Cabaña, desde el territorio de los vascones, probablemente del entorno de Oiasso (Irún), tras desplazarse por tierra desde el valle del Ebro", resumen en las conclusiones.
La prospección en el yacimiento ha sacado a la luz vestigios de dos conflictos separados por dos milenios: el correspondiente a las guerras cántabras y otro "inesperado" relacionado con la batalla de Santander de la Guerra Civil: una unidad del Corpo di Truppe Volontarie (CTV) de Mussolini utilizó este collado para flanquear las defensas republicanas en su avance sobre Santander en el verano de 1937.