Los romanos se preocuparon mucho de construir una extensa red de carreteras que tenía por objeto tener conectadas y comunicadas las distintas ciudades y villas del Imperio... Y dependiendo del tipo de viaje (si era largo o más breve) se utilizaba un tipo de transporte u otro.

Los carruajes (de distintos tipos y con distintos lujos) se encuentran entre las formas de transporte más populares de la Antigua Roma. Y además, también existieron otras formas de transporte, como las icónicas "literas". 

Los carruajes

El Imperio romano representa uno de los primeros estados de la Antigüedad que dominó una amplísima extensión de territorio en el continente europeo. "Parte de su éxito resultó de su capacidad para conectar de forma eficiente los diversos territorios que dominaba, gracias a la construcción y mantenimiento de una importantísima red de comunicaciones", explica Pau de Soto, investigador del Instituto Catalán de Arqueología Clásica, en un estudio titulado El sistema de transportes del suroeste peninsular en época romana. Análisis del funcionamiento de sus infraestructuras.

"Roma basó su cohesión política como Estado principalmente en una importantísima red de comunicaciones terrestres que permitió mantener conectados todos los territorios del Imperio. El sistema de transporte terrestre era el medio de transporte más caro, lento y con menos capacidad, pero ofrecía la posibilidad de abastecer cualquier población, aunque se situara en el punto más recóndito", continúa el arqueólogo.

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El transporte terrestre se podía realizar en carros, como la rheda o la carruca, que ofrecían una capacidad de carga de aproximadamente 382 kg, 1.200 librae según el Edicto de Diocleciano (301 d.C.). "Es posible que estos vehículos permitiesen mayores cargas, pero parece que se podían encontrar limitados por diversos motivos, desde la conservación de las calzadas hasta la seguridad de cargas o animales ya que los caminos con relieve suponían dificultades para la fuerza motriz de los animales", detalla Pau de Soto.

Existían distintos tipos de carruajes, entre ellos el llamado essedum, que era el carro ligero y unipersonal. Es decir, constaba solo con dos ruedas y estaba pensado para transportar únicamente al conductor. Luego se encontraba otro tipo de carruaje llamado cissium, que era un coche más lujoso y grande, que podía transportar a más de una persona. Este vehículo también era ligero, con dos ruedas, pero iba tirado por tres animales. 

Calzada romana en el Museo Romano de Mérida. Wikimedia Commons

También existía otro tipo de carruaje llamado carpentum, conducido por mulas, un tipo de transporte más lujoso y grande y que servía para llevar también a varias personas. Según se conoce era utilizado por las matronas y las vestales. Después de Augusto fue utilizado también por las emperatrices. Otro tipo de carro era el plaustrum, una carreta de dos ruedas tirada por bueyes que era el clásico carro propio del ámbito rural.

Los animales

También era posible el transporte a lomos de animales. Normalmente calzaban hiposandalias que les permitían una circulación más segura por terrenos montañosos. Las cargas de estos animales oscilaban entre los 90 y los 120 kg.

Las literas 

Otra forma típica de viajar (para las clases nobles) en la Antigua Roma era en una litera, mientras los siervos tiraban de ella. Se consideraba una de las formas más populares de viajar, para aquellos que podían tener una.

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Las literas (del latín lectica) estaban formadas por un armazón hecho con correas que sujetaban un colchón sobre el que se ponían cojines para que la persona viajase tumbada. Se conoce que este era el caso de Augusto, que iba siempre en litera, lo que hacía sus viajes más largos, pero más cómodos.

Séneca, en sus Cartas, también tenía algo que decir a propósito de viajar en litera: "Vuelvo ahora mismo de mi paseo en litera no menos cansado que si hubiera recorrido a pie todo el trayecto que he hecho sentado. Pues ser llevado largo tiempo en la litera constituye también una fatiga, y no sé si ésta no se acentúa aún puesto que ello va contra la naturaleza, que nos proporcionó los pies para que caminásemos por nosotros mismos… La debilidad nos la han proporcionado los deleites del tipo de vida que llevamos y hemos perdido la posibilidad de hacer aquello que durante largo tiempo no hemos querido hacer".