La movilidad sostenible es uno de los principales retos que debe afrontar el mundo moderno. La sociedad actual vive en torno a un movimiento constante y cambiante, lo que hace indispensable una red de transporte amplia y compleja, capaz de adaptarse a las necesidades de sus usuarios de forma eficiente y segura. Y todo ello, además, respondiendo a las nuevas exigencias que devienen de una lógica ambiental que antepone la sostenibilidad al cambio para asegurar el progreso.
Desde la perspectiva actual, un sistema eficiente de transporte que promueva pautas de movilidad inteligentes y seguras es esencial. La movilidad sostenible se define precisamente en esos términos: se refiere a un sistema que persigue minimizar el impacto del movimiento creciente sobre el medioambiente con el objetivo de proteger el planeta y de velar también por el bienestar y la calidad de vida de la sociedad.
El transporte rodado es el responsable del 12% de las emisiones de CO2 que se producen en el conjunto de la Unión Europea y, según los datos del Foro Económico Mundial (WEF), el parque automovilístico no hará más que crecer en los próximos años. Entre 2014 y 2025, se espera un aumento de 600 millones de vehículos.
Este ritmo de crecimiento trae consigo retos multisectoriales, como analizaba el Economist Intelligence Unit (EIU) para Abertis en el informe Road Tech. En el ámbito medioambiental, destaca el aumento de la congestión de tráfico, que eleva los niveles de contaminación y, con ella, los problemas de salud pública.
En las grandes ciudades, donde la movilidad es mayor y está más concentrada, más del 80% de los habitantes están expuestos a niveles de contaminación por encima del límite que establece la OMS y los vehículos emiten un tercio de las llamadas partículas finas, relacionadas con las enfermedades respiratorias o las insuficiencias cardiacas.
Además, la construcción y el mantenimiento de las carreteras también son aspectos a tener en cuenta en la búsqueda de la sostenibilidad. El hormigón, uno de los principales materiales usados en las infraestructuras viarias, es uno de los productos principales de la industria cementera, responsable del 5% de las emisiones de carbono del mundo.
Road tech
Lo cierto es que los desafíos son cada día más grandes pero el mundo está en busca de darles respuesta. Los avances en la tecnología de carreteras, la road tech, abren un nuevo mundo de oportunidades. Un ejemplo de ello se aprecia desde hace unos años en Newcastle, donde se experimentó con farolas que incluyen sensores capaces de comunicarse con las ambulancias para guiar a los conductores por la mejor ruta hasta el hospital y cambiar los semáforos para agilizar el camino y evitar atascos. Un sistema parecido se usa actualmente en Hole, una ciudad Noruega que instaló en 2018 farolas con sensores que regulan la intensidad de luz dependiendo de si hay o no usuarios en la vía.
Abertis, uno de los mayores grupos mundiales en gestión de infraestructuras de transporte por carretera, cree firmemente en las posibilidades que el road tech puede ofrecer para abordar los retos que plantea el crecimiento del tráfico en el mundo y lleva varios años explorando ese camino.
Una de las estrategias que está llevando a cabo pasa por impulsar el telepeaje y el peaje sin barreras. En 2017, convirtió la autopista AP-7 en la primera vía de gran capacidad de España en emplear el sistema de peaje Vía-T. En el puesto de La Roca del Vallès sentido Francia, los vehículos pueden pasar a una velocidad de 60 kilómetros por hora sin esperas por la barrera o los semáforos, como ocurre en la autopista Doha Expressway, vía principal de Qatar, y en otros países como Chile, Puerto Rico o Francia.
Con esta medida se obtiene un doble objetivo: por una parte, los usuarios pueden realizar viajes más rápidos, cómodos y seguros, con un ahorro de hasta 30 minutos; por otra, y como consecuencia, las emisiones de CO2 se reducen y la contaminación disminuye.
Algunos expertos señalan, sin embargo, que “la carretera emplea más residuos de los que genera”, por lo que resulta esencial poner el foco en el pavimentos, desde su construcción a su duración. En este sentido, en los últimos años también se han visto casos de éxito gracias a la implantación de procedimientos que reducen el consumo de materiales y de agua o la utilización de asfalto con capacidad para disminuir las emisiones generadas por los vehículos.
Reciclaje en carretera
Abertis llama en este sentido a la resiliencia para, además de mitigar el impacto ambiental de la infraestructura, reducir el impacto que sobre la propia infraestructura tendrá el cambio climático.
Para ello, están promoviendo la reducción del consumo de recursos, utilizando, por ejemplo, luminarias de menor consumo o fotovoltaicas en sus instalaciones; y la economía circular, priorizando el consumo de materiales reciclados en los procesos de mantenimiento y construcción.
La incorporación de estos materiales en el ciclo de vida de estas infraestructuras permite recuperar residuos, reduciendo el impacto de la extracción primaria. En 2019, el 14,7% de los materiales consumidos por Abertis fueron reciclados, cerca de un 18% en relación con el año anterior en términos porcentuales.
Para conjugar movilidad con sostenibilidad es imprescindible contar con infraestructuras resilientes, seguras e innovadoras. Los ejemplos son incontables pero el reto a asumir en los próximos años es mayúsculo y precisa un trabajo conjunto entre entidades públicas y privadas, tal y como apuntan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Para conseguir un mundo sostenible, las infraestructuras por las que la sociedad avance deben ser la base un futuro mejor.