La sombra de la estanflación sobrevuela por encima de nuestras cabezas. Este fenómeno, afortunadamente olvidado por quienes no estudian la historia de los hechos y de las ideas económicas, consiste en la perversa combinación de un proceso inflacionista y recesión económica. Es decir, dos o más trimestres con una tasa de variación del PIB negativa y un alza generalizado de los precios.
La estanflación es lo suficientemente mala como para que nos preocupemos. No obstante, la consciencia del peligro que nos acecha no puede cebar las expectativas negativas de los agentes de manera que se empeore la situación.
De ahí la tensión permanente entre quienes señalamos el peligro y quienes ponen paños calientes. Todos estamos bajo el mismo sol y padecemos las mismas tormentas. Así que lo suyo es escuchar a todos.
En esta “tensión”, uno de los temas recurrentes es la temporalidad: ¿es la inflación permanente o temporal? ¿Estamos ante una serie de desafortunados shocks que quedarán enquistados en el sistema económico del área europeo o pasará y se los llevará el viento?
Aún sigue pendiente la apuesta de un mollete entre Miguel García Tormo y Manuel Hidalgo, de la que me pienso beneficiar gane quien gane. Pero, más allá de chascarrillos, creo que es importante poner encima de la mesa un matiz que está distorsionando la comprensión de lo que sucede.
La estanflación es lo suficientemente mala como para que nos preocupemos
En economía tenemos nuestra propia medida del tiempo. El corto, el medio y el largo plazo, excepto para cuestiones contables o muy técnicas, en las que arbitrariamente se decide si son 8 meses, hasta 3 años, entre 3 y 5 años, o más de 5 años, a menudo, no son medidas cronológicas estáticas.
El primero en darse cuenta de este hecho fue Alfred Marshall en sus Principios de Economía (1891). Ante un shock de demanda, la empresa se enfrenta a efectos a corto, a medio y a largo plazo, y lo que define estos períodos es la capacidad de la empresa para adaptarse, no los meses y los años. La capacidad para reaccionar de la empresa es diferente si te dedicas a consultoría que si construyes cohetes espaciales.
Esta diferencia es muy importante en la situación en la que estamos. Para empezar hay que aclarar que un shock es un hecho inesperado que altera la economía, es decir, las variables macroeconómicas como empleo, producción, inversión, consumo y precios.
La magnitud inicial del hecho suele ser grande, pero el efecto no siempre es el mismo, tanto respecto a la intensidad como respecto a la duración. En este sentido, ante un shock (una pandemia, una guerra, un crack bursátil…) hay que preguntarse si la perspectiva económica ha quedado afectada a largo plazo o si los efectos se irán diluyendo con el tiempo.
Ante un shock hay que preguntarse si la perspectiva económica ha quedado afectada a largo plazo
Un ejemplo de un shock positivo es la tecnología. ¿Alguien imagina un mundo sin teléfonos o sin electricidad? El proceso de reversión no es imposible pero es muy improbable.
El que el impacto del shock tenga una duración limitada no quiere decir que sus efectos siempre sean a corto plazo. Pueden tener efectos que no desaparezcan y con los que haya que convivir. Eso no es un drama porque los agentes descuentan esa circunstancia y se incorpora al propio sistema económico.
Cuando pasamos de actas físicas a virtuales en la Universidad hubo un momento de desconcierto, pero la incorporación ha sido para bien (de momento). También cuando el shock tiene un impacto negativo a largo plazo nos acomodamos a ello y recuperamos el ritmo, de forma que deja de ser un “efecto” de nada para convertirse en una “característica” más, un dato del problema con el que hay que contar.
La temporalidad del shock ha servido para que los economistas se ayuden de ello para clasificar los shocks. Es muy conocida la distinción de Blanchard y Quah de 1989 que consideraban que los shocks de demanda tienen efectos temporales en empleo y producción mientras que en el caso de los shocks de oferta esos efectos son permanentes.
El que el impacto del shock tenga una duración limitada no quiere decir que sus efectos siempre sean a corto plazo
Lo que es tan relevante para entender lo que sucede hoy en nuestro sistema económico se refiere a un factor relacionado que puede cambiar las previsiones de los economistas. La economía depende en gran parte de las expectativas y del comportamiento de los agentes. Y en una situación de información imperfecta aderezada con las dosis de incertidumbre con que convivimos, la reacción de consumidores y empresarios puede dar un giro a los acontecimientos.
Hay que destacar la aportación de Foerster y Parte en su artículos del 2020 publicado en el Economic Quarterly, en el que se plantean, precisamente, cómo afecta la información incompleta a las tesis de Blanchard y Quah, King y otros autores ortodoxos. De acuerdo con estos autores, cuando hay información imperfecta, los agentes no saben si los shocks que están viviendo son permanentes o temporales, de forma que su comportamiento puede afectar de manera que los efectos difieran en el corto y en el medio plazo.
Los consumidores se enfrentan al problema de “extracción de señales” que consiste en la consciencia de las variaciones en las variables y la correcta interpretación de las mismas. Es decir, los consumidores tienen que identificar adecuadamente los diferentes tipos de shocks que están padeciendo. Una percepción equivocada afectará a su comportamiento y, por ende, a la evolución de la economía, dejando las previsiones más sesudas en cálculos estilizados pero poco realistas.
Bajando estas reflexiones a la realidad, la pregunta es cómo está interpretando el españolito de a pie todo lo que está pasando. ¿Cree que la inflación ha venido para quedarse? ¿Se le dice quiénes son los responsables de que nuestra economía no esté preparada para una crisis mientras que las de otros países sí? ¿Ve un final al problema de desabastecimiento? ¿Confía en que las políticas que se están emprendiendo son las adecuadas y el timing el correcto?
Yo, por mi parte, me hago otras preguntas. Si la mitad de los economistas defienden que la inflación que padecemos no es un fenómeno monetario sino que sus causas solamente son problemas de costes, etc., ¿por qué la primera medida para combatirla de todos los banqueros centrales está siendo drenar dinero de la economía? Misterio.