Basta ya de tratar a las empresas energéticas como si traficaran con armas o estupefacientes
"No hay mejores síntomas del dinamismo y el progreso de una sociedad que los de su sector energético".
****Por su interés, reproducimos a continuación el discurso del presidente ejecutivo y director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, en el I Observatorio de la Energía de EL ESPAÑOL e Invertia.
Buenos días, señoras y señores, queridos amigos, participantes, patrocinadores, cualificados lectores que por decenas de miles nos seguís en estos momentos en streaming.
Siempre he creído que un periódico tiene responsabilidades y cuantos más lectores sume -no digamos si somos el diario más leído- mayores son esas responsabilidades.
Desde esa perspectiva hemos impulsado este Observatorio de la Energía. Para divulgar el significado real de este sector y abrir un lugar de encuentro.
Un lugar de encuentro para quienes tenéis estrategias e intereses distintos pero estáis dispuestos a sumar fuerzas en pro de un desafío común llamado descarbonización y de un propósito común llamado industrialización.
La catástrofe de Valencia provocada por la DANA es el último incentivo trágico que nos obliga a actuar. Siempre ha habido desastres naturales, pero su intensidad y su frecuencia han ido acumulando una evidencia abrumadora.
Sólo los necios pueden ya negar que sin la intervención, es decir, sin la rectificación humana, el cambio climático… no cambiará. Lo que significa que tampoco cambiará el carácter acumulativo del calentamiento global como tendencia inexorable.
La producción de energías limpias ha dejado de ser una opción. Es una obligación en la que está en juego no cómo será el mundo del mañana, sino que haya un mundo del mañana.
No quiero ser apocalíptico, pero sí lo suficientemente claro como para poner en evidencia a quienes, con este telón de fondo, incurren en la irresponsabilidad de colocar al conjunto del sector energético en la picota de la demagogia fiscal.
No sólo porque me parezcan mal los gravámenes caprichosos sobre un sector específico, con el pretexto de una bonanza que puede ser coyuntural.
No sólo porque me parezcan ridículos los eslóganes baratos del estilo de los “beneficios caídos del cielo”, como si los análisis empresariales fueran memes de Tik-Tok.
No sólo porque me parezca abusivo, desestabilizador y hasta despótico que un impuesto extraordinario se convierta en ordinario.
No sólo porque un impuesto de estas características encarezca la factura de la luz, destruya empleos industriales y lastre nuestra competitividad como país.
Por encima de todo ello, lo que resulta insoportable, lo que como observador ecuánime y preocupado por mi país me resulta insoportable es que, día tras día, debate tras debate, negociación al filo de la ruptura tras negociación al filo de la ruptura, el foco de la sospecha y de la voracidad fiscal se coloque machaconamente sobre el sector cuyo vigor, cuya capacidad de inversión e innovación resultan más críticos para el bienestar de los españoles.
Basta ya de tratar a las empresas energéticas como si traficaran con armas o sustancias estupefacientes.
Basta ya de tratar a las empresas energéticas como si hubiera que proteger a la población de unos márgenes comerciales que les permiten afrontar las multimillonarias inversiones, orientadas al bien común, a las que están comprometidas a largo plazo.
Basta ya de tratar a los presidentes, a los CEOs de las compañías energéticas como si, después de obtener el reconocimiento mundial, la confianza de cientos de miles de accionistas y el respaldo de los mercados, tuvieran que responder a una presunción de culpabilidad perpetua en nuestro país.
Desde EL ESPAÑOL pensamos y decimos lo contrario y desde este Observatorio de la Energía lo haremos, a partir de ahora, con mayor énfasis si cabe.
No hay mejores síntomas del dinamismo y el progreso de una sociedad que los de su sector energético. No hay mejor baremo de la capacidad de emprendimiento de un país que la preparación y competencia de los directivos del sector energético. Porque la energía es la fuente de la libertad individual, del desarrollo industrial y de la prosperidad comercial.
Empeño
Vamos a empeñarnos en que nadie vea al sector energético con una perspectiva miope meramente finalista. Porque la electricidad se produce para algo. Porque los combustibles se utilizan para algo. Porque el valor añadido de lo que producís se multiplica exponencialmente al final de la cadena de distribución en todas las actividades humanas.
Nuestro Observatorio de la Energía quiere dar fe de ello. Hacer un seguimiento diario de cómo la energía que generáis, de cómo la electricidad, el gas o los demás combustibles que producís sirven para mejorar la calidad de vida de las personas, para hacerlas más prósperas y felices, a través del transporte, el urbanismo y los proyectos industriales a menudo adyacentes a vuestras plantas.
No es idealismo ingenuo. Esto es lo realista, esto es lo que hay. España cuenta con el sol y el viento entre sus riquezas naturales. También con el genio del emprendimiento. Por eso somos líderes en energías renovables, en hidrógeno verde y debemos pedir a todas las administraciones que agilicen los procesos para impulsar los nuevos proyectos de fotovoltaica, eólica o eólica marina.
Insisto. El objetivo de la humanidad, del mundo desarrollado, de la Unión Europea y por supuesto de España, a través de nuestro Plan Nacional (PNIEC), es el de la descarbonización. Pero una descarbonización al servicio de un desarrollo industrial que impulse la autonomía estratégica europea, tal y como se plantea concienzudamente en el informe Draghi.
La nuclear, irrenunciable
Y no hay un único camino hacia esas metas. Junto a la electrificación, debemos impulsar todas las demás tecnologías de transición hacia una energía verde, pensando tanto en el respaldo como en el almacenamiento que garanticen la continuidad del suministro.
Me refiero por supuesto al gas, a los ciclos combinados, al hidrógeno verde, donde tenemos una posición de liderazgo, a los biocombustibles y combustibles sintéticos, pero también a la energía nuclear. No podemos renunciar a esa fuente de energía limpia, segura y barata por mor de un fundamentalismo caduco, arrumbado ya en la mayoría de los países de nuestro entorno.
Los empresarios necesitan que se alargue la vida útil de las centrales en funcionamiento. Pronto esa será una demanda que se irá extendiendo en el mundo empresarial y entre los dirigentes con un sentido de responsabilidad, apoyada también en el informe Draghi, y necesitará de una solución razonable por parte de las autoridades públicas.
Como cada año el desenlace de la COP ha dejado una sensación agridulce. Los Estados siguen moviéndose en la dirección adecuada, pero arrastrando cansinamente los pies. Sería terrible que después de tanto bogar nuestra civilización terminara muriendo en la orilla.
No podemos negar que la descarbonización sigue exigiendo una enorme determinación política muy firme e inversiones descomunales. Pero, según el reciente cálculo de The Economist, el abaratamiento de la tecnología y la aceleración del crecimiento fruto de las energías limpias, permite limitar esa factura al 1% del PIB de todos los países de la Tierra. Algo que produce a la vez vértigo y entusiasmo.
Queda el largo gran impulso final, pero ya hay un importante camino recorrido. La descarbonización es junto a la digitalización y la lucha por la igualdad una de las tres grandes causas de nuestra época. Un empeño colectivo por el que merece la pena luchar.
Algo que apela a lo público y lo privado, a empresas y particulares, a la generación de la transición y a los hijos del siglo XXI. Algo que nos concierne a todos. EL Observatorio de la Energía contribuirá a ello con el mismo lema que permitirá a EL ESPAÑOL celebrar el año próximo su décimo aniversario en la cima del Everest mediático: "Hagámoslo juntos".