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En el transitado debate sobre la sostenibilidad y la descarbonización del sector del transporte, a menudo los biocombustibles se han presentado como una alternativa ideal para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, cada vez son más las evidencias que aconsejan un análisis más profundo de esta especie de “panacea” ecológica para la movilidad, especialmente en el caso de esa fórmula mágica que convierte en combustible el aceite de cocina usado (UCO por sus siglas en inglés).

Un informe reciente del think tank europeo Transport & Environment (T&E), titulado "Used Cooking Oil: The Certified Unknown", pone en evidencia profundos problemas estructurales y riesgos asociados al uso de esta alternativa.

El primer gran obstáculo está en el grado de dependencia transfronteriza ya que Europa depende en gran medida de importaciones de UCO para satisfacer la creciente demanda de biocombustibles. Algo que, inevitablemente, ha incrementado también las preocupaciones sobre el fraude y la sostenibilidad de unos productos cuyo origen es difícilmente rastreable.

"Los biocombustibles de aceite de cocina usado (UCO) ahora representan más de un tercio del consumo de biocombustibles en Europa. En una Europa fuertemente dependiente de las importaciones para satisfacer esta demanda, la preocupación de que los biocombustibles de UCO estén hechos de aceites vírgenes fraudulentamente etiquetados ha crecido más que nunca”, señala el informe.

Y es que los autores del informe sostienen que la cadena de suministro de UCO está plagada de inconsistencias, incluyendo la etiquetación fraudulenta de aceites vírgenes como si fueran residuos. Esto plantea serias dudas sobre la integridad de un mercado que, paradójicamente, pretende liderar la transición hacia una economía más limpia.

La certificación es, por lo tanto, otro de los grandes problemas de los biocombustibles. Los esquemas actuales, como el International Sustainability & Carbon Certification (ISCC), han demostrado ser inadecuados para garantizar la autenticidad y sostenibilidad de los biocombustibles importados. El estudio señala que, “basado en nuestro análisis de los recolectores de UCO certificados por ISCC en China, Malasia e Indonesia... solo el 9% de todos los puntos de recolección de UCO certificados por ISCC en estos países tuvieron una muestra de sus puntos de origen verificada a través de una auditoría”.

Esta afirmación supone que el 91% de los puntos de recolección certificados —el equivalente a 5 millones de toneladas de aceite de cocina usado importado en Europa— no ha sido auditado en su origen.Además, las auditorías se centran principalmente en documentos de la cadena de suministro, sin pruebas físicas concluyentes sobre la procedencia del material. "La verificación del UCO y otros biocombustibles depende de la auditoría de los registros de las empresas a lo largo de la cadena de suministro, en lugar de realizar pruebas al producto en sí”, advierte el informe.

Ante esta situación, se propone una medida drástica: “La UE debería suspender el reconocimiento de los biocombustibles importados certificados por esquemas voluntarios, eliminando así un incentivo clave para su demanda."

Según la publicación del think tank Transport & Environment, en lugar de seguir incentivando un sistema que facilita el fraude, la Unión Europea debería replantearse sus políticas de apoyo a los biocombustibles, especialmente aquellos provenientes de terceros países donde la verificación de origen es prácticamente imposible.

El sistema actual de certificación está lejos de ser adecuado para combatir el fraude en el mercado de biocombustibles. Aunque la Comisión Europea ha propuesto una base de datos unificada para biocombustibles, conocida como Union Database for Biofuels, esta iniciativa ha sido duramente criticada. Explica T&E que "la base de datos de la Unión para los biocombustibles ha sido presentada por la Comisión como la solución clave para combatir el fraude, pero ha sido fuertemente criticada tanto por los actores de la industria como por los Estados miembros, quienes afirman que no es adecuada para su propósito”.

La falta de transparencia en los informes de auditoría y la lenta implementación de soluciones robustas agravan aún más el problema, dejando a los gobiernos nacionales y a las empresas con pocas herramientas efectivas para supervisar el sector.

El informe concluye que, en lugar de seguir invirtiendo en biocombustibles de dudosa procedencia, Europa debería centrarse en alternativas más sostenibles, como la electrificación directa del transporte por carretera y el uso de combustibles renovables no biológicos, basados en hidrógeno verde. Además, recomienda implementar regulaciones más estrictas y establecer unidades de investigación de fraude e impulsar una mayor transparencia en los informes de auditoría y cooperación con terceros países.

Ante las crecientes evidencias, se cuestiona que los biocombustibles, en su forma actual, sean el camino hacia la economía verdaderamente sostenible que pretende Europa. Mientras persistan problemas como el fraude, la dependencia de importaciones y la insuficiencia de las certificaciones, su promoción como una solución ecológica es más un espejismo que una realidad. La transición energética necesita soluciones rigurosas, transparentes, sostenibles y, sobre todo, reales.