Hace más de seis años, Felipe Buitrago conoció a Iván Duque, por aquel entonces jefe de la División de Asuntos Culturales, Solidaridad y Creatividad en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y hoy presidente de la República de Colombia. Allí, en el BID, en Washington D.C., coincidieron en tiempo y forma. Sus mentes sintonizaron en una pregunta para ellos fundamental: “¿Por qué nosotros entendemos la importancia de la cultura en la economía -y es algo tan acorde con los tiempos de la era digital,- y nadie más entre los economistas que nos rodean parece hacerlo?”.
La aparente dificultad de sus colegas para abrazar esa idea les llevó a escribir un libro: La Economía Naranja. Una oportunidad infinita (BID , 2013). “La primera cuestión a abordar era la ausencia de una identidad propia para la economía de la cultura, a diferencia de otros movimientos como el ambientalista”, comenta Buitrago -nuevo viceministro para la Creatividad y la Economía Naranja de Colombia- durante la entrevista con INNOVADORES facilitada por Invest in Bogotá.
De esa necesidad de identidad surgió un color: el naranja, que los autores aseguran que es comúnmente asociado con la cultura, la creatividad y la identidad. Bautizaron así un concepto, un movimiento que llevaba decenas de años gestándose. Según Buitrago, desde 1982, cuando se celebró la Conferencia Mundial sobre Las Políticas Culturales (Mondiacult), en la ciudad de México. Esta concluyó con la Declaración de México sobre las políticas culturales, sobre la importancia de tener en cuenta la cultura en las estrategias de desarrollo. “A partir de ahí, una serie de análisis fueron dándole forma y los británicos llegaron con el concepto de industrias creativas y culturales. Como parte de esa evolución, comencé a trabajar en su aplicación aquí en Colombia ya hace 17 años”, recuerda.
Comenzó así la traslación del movimiento generado en Mondiacult a Colombia, que desembocó -dice Buitrago- en normas como la Ley de Cine de Colombia, iniciativas en materia de derechos de autor y en la construcción de un andamiaje afín a las industrias culturales. La economía naranja -como conjunto que engloba cultura, emprendimiento, propiedad intelectual y patrimonio- entró oficialmente en el Gobierno en 2017, con la promulgación de la Ley Naranja impulsada por el entonces senador Duque.
Esta ley sentó las bases de las siete ideas en las que se sustenta el desarrollo de la economía naranja, las 7i: información, instituciones, industria, infraestructura, integración, inclusión e inspiración. Buitrago hace hincapié en el aspecto de la integración comercial porque “independientemente de cómo se vaya a consumir o disfrutar la cultura, es importante entender que se deben fortalecer todos los elementos que permiten que las creaciones lleguen a la gente y transformen sus vidas”.
Señala la importancia de internet como plataforma donde se materializa una visión global de la integración comercial. De ahí que esté entre sus planes conectar cualquier lugar que se pueda conectar y no lo esté aún. Por otra parte, el Ministerio TIC tiene una estrategia específica de apropiación de tecnologías que está construida alrededor de la generación de contenidos multiplataforma, y tiene un programa conjunto con el Ministerio de Cultura -Crea Digital- que invita a los artistas, creativos y actores culturales a que usen nuevas tecnologías para dinamizar su contenido.
Por encima de la integración, hay una de las 7i que Buitrago destaca especialmente: la inclusión. “Cuando hacemos cultura, hacemos ciudadanía, construimos puentes, nos actualizamos y nos reinventarnos”, afirma. A escala local -dice- esto puede ayudar a afrontar rupturas en el tejido social, a restablecer vínculos y a construir convivencia pacífica.
Toda la estrategia se articula de manera transversal a través del Consejo Nacional de Economía Naranja, que se coordina con todos los ministerios y agencias del estado que tienen injerencia en cualquiera de las 7i. Entre 21 y 30 entidades a nivel nacional -apunta Buitrago- trabajan en su ejecución. “El propósito es dotar a los colombianos con habilidades blandas y duras que sirvan al país para reaccionar adecuadamente a la cuarta revolución industrial”, asegura. No solo mediante esta, sino con otras estrategias en frentes como la transformación digital o la formación.
“Queremos facilitar herramientas para que el talento y las ideas sean elementos esenciales del desarrollo. No solo se trata de hacer mejores máquinas, sino mejores humanos. Queremos dar herramientas laborales y de vida, resiliencia, curiosidad, habilidad para tomar riesgos, alfabetización más amplia en ciencia y tecnología, y empatía como elemento esencial de la sociedad moderna”, añade el viceministro.
Hoja de ruta
Buitrago sostiene que solo Corea del Sur y Reino Unido igualan el peso que Colombia está poniendo en la economía naranja, a tal escala y con tal convicción: “Eso lo hace más difícil porque no tenemos modelos a seguir, estamos intentando marcar el camino”. ¿Cuál es su hoja de ruta? A corto plazo, las prioridades son atraer a más gente hacia la cultura, desarrollar métricas y generar un ecosistema de emprendimiento en este sector.
Las medidas concretas pasan por más de 70 programas que incluyen un decreto que da exención de renta durante los próximos siete años a la pequeñas empresas creativas -nuevas o no- para ayudar a que se consoliden. “Otro clamor histórico en el sector es la protección social de los artistas, y por ello activamos los Beneficios Económicos Periódicos (BEP) naranjas”, dice el viceministro. Son una especie de pensión para artistas que han sido referentes y han contribuido a la cultura de país en el pasado, pero que se han quedado fuera del sistema, a veces en situaciones de pobreza. “No solo es dinero, sino acompañamiento, permitir que tengan algo de dignidad en su vejez”.
Otra medida es la línea de crédito Reactiva, programa de inversión en infraestructura (teatros, bibliotecas, casas de la cultura) para reactivar la economía de los municipios mediante el desarrollo de industrias culturales. “Un concepto importante –dice- con el que trabajamos son los ADN: Áreas de Desarrollo Naranja”. Son espacios delimitados donde convergen la cultura, la creatividad y el emprendimiento, y funcionan como áreas de desarrollo económico, social y cultural. Pueden ser naturales o inducidos. Ejemplo de este último caso es el Bronx (Bogotá), el primer gran proyecto de transformación, que busca convertir un barrio altamente conflictivo en el primer Distrito Creativo del país. Lo hace en base a cuatro ejes estratégicos: un nuevo escenario cultural para la realización de eventos; atracción de los sectores creativos, atracción de los sectores culturales tradicionales y economía colaborativa para hacer confluir a todos en espacios de trabajo y creación colectivos (tales como coworkings, fablabs, incubadoras, aceleradoras, etc.).
Buitrago señala que esto genera identidades locales y desarrollo local. La meta es que al menos cinco ciudades colombianas tengan ADN en el plazo de cuatro años pero, tal y como van las cosas, el viceministro cree que acabarán siendo muchas más. También cuentan con 22 nodos de industrias creativas en diferentes ciudades, centrados en cómo mejorar el posicionamiento de cada región. “Se busca que la estrategia de desarrollo esté dirigida por la vocación local. Construir sobre aquello que diferencia al territorio, en lugar de tratar de homogeneizarlos”, afirma.
En cuanto a la educación, sus planes incluyen desde formar a los artistas para que sepan cómo manejar sus contratos y sus posibilidades para mantenerse hasta revisar los planes de estudio para que la cultura tenga un peso más directo. “No se trata de que todos los niños sean artistas sino de que tengan la posibilidad de incorporar la sensibilidad que estas disciplinas aportan para ser mejores profesionales y mejores personas. En definitiva, para ser más felices”, concluye.