Ariel Quiñones (Puerto Rico, 1984) es un habitual en el ecosistema tecnológico de Miami. Nuestro protagonista se mudó a la capital no oficial de América Latina y cofundó Ironhack para conseguir que más hispanos se sumasen al mundo digital. Pronto se dio cuenta de que no solo eran sus compatriotas y vecinos los que deseaban estos conocimientos y la calidad de empleo que proporciona su dominio.
La vocación le viene de familia. Sus padres son educadores. Ella, maestra. Él, decano y emprendedor. “Empezó la escuela vocacional de Puerto Rico”, subraya con orgullo. La carrera de Quiñones comenzó en banca de inversión. Le gustaban los mercados, las grandes corporaciones, pero, al mismo tiempo, notaba que no le llenaba. Rebasaba la barrera de los 30 años, en pleno MBA en Wharton, cuando conoció a Gonzalo Manrique, la otra mitad de Ironhack.
Antes de dar forma al proyecto, en sus estudios, se asombraron con las cifras de España: 57% de desempleo juvenil y más de 700.000 puestos vacantes en el sector tecnológico. Era, a sus tanto un “skill gap”, un agujero de habilidades, y una oportunidad para dar esa formación.
Dividen esas habilidades en cuatro áreas: Desarrollo web, UX/UI (usabilidad e interfaz), Análitica y datos, y ciberseguridad. En sus planes está añadir Cloud Computing y DevOps, buscando ir de la mano con las tendencias del mercado.
En 2013, en las oficinas de The Hub en Atocha dieron su primer curso. “Lanzamos sin tener un espacio propio, sino unas horas en un coworking. Aún así se apuntaron 13 locos, que consiguieron empleo poco después de terminar el curso”, confiesa. La siguiente clase se formó en Barcelona. Gonzalo, el cofundador, siempre quiso que la empresa tuviera una pata en Europa. Año y medio después, abrían en Miami. “Pieza clave entre Europa, Estados Unidos y América Latina”, relata.
Un 2020 revolucionario
En 2020 arrancaron al mismo ritmo, ya con presencia en España, Francia, Alemania, Portugal, Holanda, México y Brasil, además de Estados Unidos. En todos los casos los cursos eran presenciales, con una duración de entre tres y seis meses, pensando en la empleabilidad. Muy centrados en surtir al mercado laboral de los perfiles más demandados.
Fue el año más revolucionario para Ironhack. La pandemia trastocó los planes y cambió la startup para siempre. Cuando estalló la emergencia sanitaria tenían más de mil estudiantes que en cuestión de una semana pasaron a seguir su formación online. “Fue un susto, pero lo superamos. En mayo ya teníamos una caída del 50% de alumnos, pero cuando se asumió la realidad de manera generalizada en toda la sociedad, pasamos a remoto, para todos”, relata Quiñones.
En su opinión, uno de los grandes retos ha sido mantener la experiencia del alumno, la relación con los compañeros, a pesar de no estar juntos en clase.
En pleno crecimiento
En 2017, después de cuatro años con apenas algo de capital semilla y reinvirtiendo, consiguieron su primera ronda de inversión de dos millones de euros, con JME Ventures al frente. En 2019 llegó una nueva inversión de capital, con JME a la que se sumó Bright Eye Ventures: fueron cuatro millones de serie A.
Han estrenado 2021 con una serie B liderada por Lumos Capital de una cuantía considerable, 20 millones. Tiene especial relevancia que sea este fondo porque, además de estar especializados en Growth (fase de crecimiento masivo de la compañía), son especialistas en el futuro de la educación y el trabajo. Es decir, encaje perfecto para IronHack.
Habilidades nuevas
Uno de los escollos estriba en la visión de las empresas: buscan candidatos con experiencia pero no siempre es posible, por definición. “Tienden a pedir seniors, claro, muy lógico, salvo si se trata de una tecnología nueva. No pueden pedir título oficial o 10 años en algo que no existía”, explica con tono conciliador.
La formación en empresas es, precisamente, su nicho de mayor crecimiento. Si en 2019 comenzaron a hacer pruebas más allá de la venta directa a los alumnos, el B2B llegó con dos enfoques: conseguir talento digital a gran escala, que haga la transformación digital de las empresas desde dentro, y recapacitar a sus equipos.
Banco Santander es uno de los ejemplos que más reitera, con una primera experiencia de 50 personas. El caso de Media Markt hizo que se entrenase a su plantilla y contrataran al 70% de los estudiantes.
La comunidad, piedra angular
Ironhack ha ido ampliando el enfoque de los cursos a medida que ha ido entendiendo las inquietudes de los alumnos, pero también las necesidades del mercado. Esta comprensión mutua ha derivado en una comunidad cohesionada. Ahora, con la pantalla y la webcam en lugar de la pizarra, quieren mantener esa comunicación y confianza mutua. Promueven, por ejemplo, estudiar en grupo, dialogando, aunque cada cual esté haciendo los ejercicios en su hogar.
Quiñones sabe que son rara avis en muchos sentidos: equipo distribuido, dos CEOs y apoyando Miami antes de que estuviese de moda. Le alegra el despertar tecnológico de la capital no oficial de América Latina: “Soy un optimista consciente. Me alegra mucho este ánimos y ganas de crecer. Hay que tomar el tiempo para entender lo que ya se estaba haciendo aquí. Ya había un ecosistema. Ahora hace falta que los que vengan aporten, compartan y sumen”.
Miami, diversidad desde la base
Mientras que en Silicon Valley muchos de los perfiles parecen cortados por el mismo patrón, en Miami hay gran variedad de orígenes, contextos, formación e inquietudes. Se consigue, de manera natural, la deseada diversidad que otros llevan lustros intentando incentivar.
En opinión del fundador de Ironhack solo falta un impulso adicional: “Hay que darle más visibilidad e impacto para ser pieza fundamental del ecosistema global”.