Se le considera el padre de PayPal, fue uno de los pocos que abiertamente apoyó al expresidente Donald Trump desde Silicon Valley y se ha convertido en uno de los pioneros del movimiento Miami Tech. En 2018 cambió su residencia de San Francisco a Los Ángeles. Ahora, con casa en las Venetian Islands, enclave privilegiado de Miami, Peter Thiel se muestra más cercano que en los últimos años.
Hace unos días, gracias a una invitación de Lincoln Network, Thiel charló en el PAMM (Pérez Art Museum Miami), el museo de arte contemporáneo que el constructor y promotor Jorge Pérez donó a la ciudad, sobre temas poco habituales, al menos de manera conjunta: cultura, religión y tecnología.
Thiel dialogó con Bambi Francisco Roizen, autora de ‘Unequally Yoked’, su último libro. Comenzaron hablando de los apóstoles y la libertad, o de cómo se puede interpretar esta capacidad humana desde diferentes puntos de vista.
“La libertad tiene diferentes dimensiones: legal, de expresión, religiosa, o, por qué no, la libertad también para estar en silencio sin decir nada. El mayor problema que tenemos es la corrección política”.
“Estamos en un mundo que se ha inclinado demasiado hacia la sabiduría de las masas. Los cristianos heterodoxos son quizá de los pocos libre pensadores que quedan en este país”, proclamó como aperitivo de una velada que dio para reflexionar durante varios días.
En su opinión, Pedro es, quizá, el apostol más influyente en Silicon Valley y la propia idiosincrasia de Estados Unidos: “No podemos sentarnos con palomitas y ver la película de cómo será nuestro futuro. Tenemos el mandato de crearlo, más allá de utopías y distopías. Nuestro futuro está en nuestras manos”.
“La pregunta que realmente me hago a diario es qué tecnologías son verdaderamente transformadoras de la sociedad. Tenemos edificios, con tuberías, con sistemas complejos que funcionan. Crearlos ha sido una elección. No tiene sentido volver al caballo después de tener coche”.
Sobre la covid-19
Thiel reconoció que no han sido fáciles los últimos tiempos. Considera quelo ocurrido en los pasados 20 meses traerá consigo un fuerte cambio cultural del que sólo vemos la superficie: “El relativismo moral es una expresión del escepticismo, pero mucho más totalitario y dogmático”.
La covid también traerá consecuencias en la estructura de las ciudades: “La narrativa de las megaciudades está rota. Ahora falta contemplar que esto se convierta también en descentralización política”.
Bambi Francisco Roizen trajo a la conversación uno de los rasgos más recurrentes tanto en internet como en los medios, la actitud woke, un término muy repetido tanto por partidarios como detractores. Lo woke hace referencia a estar atento, a mantenerse alerta ante las injusticias. Desde un ángulo más progresista se ha usado para dar visibilidad a la discriminación por cuestión de raza, sexo o religión.
En opinión de la autora, este movimiento asume que el ser humano es inherentemente bueno. Thiel fue tajante: “Para mí la cultura woke es anticristiana. El bien o el mal no están dentro de una religión, clase social o partido político. La cultura del victimismo y la desinformación son crecientes”.
Facebook como chivo expiatorio
Thiel es miembro del consejo de Facebook mucho antes de que cotizase en bolsa. La red social, ahora renombrada como Meta, colecciona titulares día sí y día también. “No se puede usar una empresa como chivo expiatorio. No es justo culpar a las compañías de tecnolodía de todo. Por ejemplo: si estuvieran en contra del gobierno, irían por su lado. Sin embargo, sí que entienden dónde está la barrera y sus normas”, subrayó.
La autora también planteó las consecuencias de un mundo sin Dios: “¿Estaríamos más cerca del nihilismo o del totalitarismo?”. Thiel fue algo más ambiguo en la respuesta: “La iglesia es demasiado para mí. En un mundo crisitiano la identidad es Cristo, la referencia”.
El cierre de la sesión fue con una pregunta con respuesta inesperada, provocadora: si el mundo terminase en 2030, ¿qué haría? “Bitcoin. Tenía que haber comprado más bitcoin. Con un valor por encima de 60.000 dólares nos deja un mensaje bastante claro: los bancos centrales están en bancarrota ahora mismo”.