Un equipo de 25 adolescentes, en un instituto del barrio periférico de San Blas de Madrid, se ha embarcado en la tarea de desarrollar un satélite de verdad, un cubesat que será lanzado al espacio dentro de tres años para cumplir tareas (probablemente; aún está por definir) de observación de la Tierra.
La tentación sería, a la vista del entusiasmo juvenil, no exenta de tintes románticos y una pizca de ingenuidad, construir un titular para esta historia del IES Las Musas con la afirmación de que hacer satélites se ha convertido en un juego de niños.
"El satélite no es un juego de niños", desmiente desde Tel Aviv la ingeniera aeroespacial Ana Heller, a la que cabría considerar como 'anima mater' del proyecto. Ella define para D+I su papel como la tarea de "transformar de niños a científicos" a sus pupilos, a la vez que les transfiere toda la creatividad y responsabilidad en lo que el artefacto llegará a ser.
"Imagínate, al principio, en las primeras reuniones, hasta tenían vergüenza de hablar conmigo, de expresar sus ideas, sus preguntas… Ganarme la confianza es lo que estoy haciendo en este momento. Mostrándoles que estoy con ellos y que ellos son los que hacen este satélite y que pueden contar conmigo para guiarlos, aconsejarlos y proponerles cosas".
"Toda decisión, absolutamente toda decisión, va a ser de ellos. Por supuesto, yo la voy a revisar, para decir esto es real, o no lo es", especifica Heller, subrayando que ahora están en la fase de definición de objetivos, que establecerá "los componentes de los subsistemas que hay que poner en el satélite".
Esa fase durará unos seis meses y llevan dos. "El lanzamiento no es lo importante. Lo importante son los estudiantes. Formar a este grupo de estudiantes, que van a ser los científicos de España. Yo así lo veo, de acuerdo con mi experiencia en Israel", indica.
Heller relata en breve su historia personal. Nació y se educó en Argentina, donde obtuvo su primera titulación de astronomía en la Universidad de La Plata. Se casó. El joven matrimonio se trasladó a Israel en 1978, "para ayudar a crear un país", y ella continuó estudios de geofísica y ciencias planetarias en la Universidad de Tel Aviv.
Dedicó un tiempo a "hacer dinero y otras cosas", luego completó un doctorado en física y astrofísica y empezó a trabajar en la industria aeroespacial.
Al mismo tiempo que trabajaba con satélites comerciales, en la Universidad participó en el proyecto de satélite TauX. Y en esa faceta de implicación universitaria, en 2002 decidió dar una nueva orientación a su trabajo, que le valió el premio nacional de educación en 2004.
Aunque le costó muchísimo ponerlo en marcha y lograr las autorizaciones. En 2014 fue lanzado al espacio el primer satélite creado por sus estudiantes. "Era el primer nanosatélite de Israel", subraya, con el nombre 'Duchifat 1', en homenaje a la abubilla (es su nombre en hebreo), elegida como ave nacional israelí.
Ya se han lanzado tres satélites Duchifat, todos creados por escolares "de secundaria", en un programa que se ha extendido a varios centros educativos del país para atraer "a los jóvenes a la tecnología espacial, que es multidisciplinar, y también a la mujer. El espacio es apasionante para ambos sexos. Y para las mujeres especialmente, porque es misterioso y romántico. Aunque en realidad es muy peligroso".
Combinación de proyectos
Llegó entonces el momento de 'exportar' su idea. "Traté de realizarlo en Sudamérica. Pero sola. No tuve respuesta positiva, sobre todo de Argentina".
Y Heller se fijó entonces en la patria de su abuela, encontrando toda la ayuda que buscaba en la embajadora de Israel en España, Rodica Radian-Gordon, que lo asumió como proyecto propio.
"Es un proyecto de tres mujeres", dice Heller, citando a la embajadora y a la doctora Shimrit Maman, que añade la dimensión de enseñanza de astronomía para alumnos del último curso. Por cierto, no habla español. Hay que escucharla en inglés.
En la iniciativa se combinan dos proyectos originarios de su país, SpaceXyouth y She Space, centrado este último específicamente en atraer a las chicas, pero sin dar de lado a los chicos.
Y así, en plena pandemia, es el momento del proyecto Youth Space Spain y los entusiastas escolares de Las Musas. 25 enrolados como voluntarios, en torno a los 16 años, que se han tomado la tarea con la máxima seriedad para diseñar un cubesat de dos módulos.
Lo han bautizado como Urania, la musa "de las ciencias", de la astronomía y la astrología, añadido al nombre original EspYsat (España-youth-satélite), "para darle el toque personal de nuestro Instituto", explica el estudiante Rubén Gil, que comparte la dirección ejecutiva del equipo con su compañera Sara Ejnayeh.
El cubesat sobrevolará la Tierra a 600 kilómetros de altura, en una órbita polar de 98 grados (también falta precisar del todo este detalle), dando una vuelta completa cada 90 minutos.
Es un tipo de órbita que, combinada con la rotación terrestre, hace que el satélite pase por encima de todas las áreas del planeta cada día. "A la misma hora sobre cada lugar y con el mismo ángulo del Sol", puntualiza Heller.
"El proyecto se llevará a cabo durante tres años, cada año se divide en dos fases, menos el último", describe Sara Ejnayeh. "En el segundo año, a finales de la última fase se lanza el satélite. Y el tercer año consiste en la recogida, desarrollo y distribución de los datos obtenidos del satélite".
El lanzamiento tiene por ahora algunos puntos de incógnita. "Hay muchas agencias que se ocupan del contacto con las compañías que lo hacen. Y el lugar dependerá de la misión del satélite", dice Heller, quitándole importancia a esa cuestión.
En busca de financiación
La embajadora Radian-Gordon está buscando la financiación para el lanzamiento. Se ha tomado el proyecto como propio y le ha dado un extraordinario volumen. A la presentación oficial en Madrid asistieron también el embajador alemán, Wolfgang Dold, y la ministra de Educación, Isabel Celaá.
Volviendo a las fases de desarrollo, la coCEO Ejnayeh explica que ahora los estudiantes están "dando la teoría que introduce en el mundo de la astrofísica y de la tecnología espacial. Hemos realizado una antena, con nuestros compañeros de tecnología y Víctor [Barbero, jefe de estudios, profesor de música e informática, y jefe de laboratorio en el proyecto], que nos permitirá recoger datos de satélites meteorológicos".
Heller aclara que, aparte de esa pequeña antena, que captará datos ambientales de satélites del NOAA estadounidense transmitidos en abierto, el colegio contará con otras antenas que servirán para mantener la comunicación con su propio satélite.
Las Musas tendrá un verdadero centro de control espacial, desde el que harán la adquisición, procesamiento y distribución de datos y seguirán la telemetría de su satélite.
El proyecto incluye una futura tercera instalación en el colegio, "una sala limpia", donde, en su momento se ensamblará el EspYSat Urania. Será una tarea para los escolares, "vestidos todos de blanco" con las ropas de protección necesarias para no contaminar los materiales del artefacto espacial.
Las piezas para la construcción del dispositivo son componentes que se pueden adquirir en el mercado, los muchachos no tienen que diseñar los chips. Pero sí definirán qué deben hacer y, por tanto, con qué piezas se construye. "Hay que decidirlo de antemano, no es un mecano con las piezas que tienes. La misión de un satélite define su órbita".
Por ahora esa misión está sometida a debate. Las posibilidades tecnológicas son muchas. Pero sí que está "prácticamente decidida" una misión secundaria que a Heller le encanta: "Porque está inspirada por sus deseos. Es una emisión de paz, un mensaje de radio, de voz, que cambia todo el tiempo a distintos idiomas, en dirección a la Tierra y hacia el exterior. Hacia los 'aliens'…".
El equipo que ha empezado el proyecto lo continuará hasta el final. Los tres años. Y si se cumplen los pasos que las impulsoras desean, habrá otra generación dentro de un par de cursos, que acometerá un segundo proyecto, cuando los chicos del primer proyecto terminan la secundaria. Y luego otro…
Heller confía en que "en el futuro también se unirán a este programa equipos de Bilbao y de Granada".
Comenta orgullosa que, para los estudiantes que ya lo hicieron en Israel, "la experiencia fue muy profunda" y tiene gran valor en su currículum. "Muchos están casados, tienen hijos y están ahora en puestos altísimos en la industria".
"No todos, necesariamente, siguieron la tecnología espacial", aclara, "porque en el espacio puedes encontrar distintos temas: medicina, aspecto legal, turismo… La nave que envió Israel a la luna, que se destruyó unos metros antes de la superficie -pero eso no importa-, el iniciador del proyecto fue uno de mis alumnos. Dos de mis alumnos están trabajando en un proyecto para usar el suelo de la Luna [el regolito] para la construcción local" de futuras bases selenitas.
Por culpa de las restricciones que provoca la pandemia, Heller se quedó con las ganas, y el billete de avión en las manos, para venir a Madrid y conocer en persona a los 25 de Las Musas. "Muchos todavía no se dan cuenta la repercusión que esto va a tener en su vida. Pero será tremenda".