La omnipresencia de servicios digitales en nuestro día a día, tanto a nivel particular como de empresas, es tal que garantizar la seguridad en su acceso y la confianza necesaria para operar con estas plataformas se ha convertido en un imperativo urgente. Con un aumento constante de las ciberamenazas y del fraude online, conseguir métodos de autenticación e identificación que sean inquebrantables es la gran aspiración de la industria.
En ese marco emergen las tecnologías de biometría, aquellas que utilizan algún elemento inequívoco de nuestro propio cuerpo (huella, voz, rostro e incluso latido cardíaco) para garantizarnos esa relación de confianza a la hora de operar con las plataformas digitales.
Se trata de una tendencia en auge, ya asentada en algunos casos de uso como el desbloqueo de terminales móviles o el acceso físico a edificios, pero que va cobrando más y más importancia conforme se va democratizando y extendiendo a nuevos casos de uso. Y que está más en boga que nunca, también por los retos que la inteligencia artificial está planteando a la hora de burlar estos sistemas.
Así ha quedado de relieve durante la mesa redonda organizada sobre el tema por el Parque Científico de la Universidad Carlos III de Madrid, en el marco de su programa 'Retos para Innovar Juntos 2023'.
Durante el encuentro, Raúl Sánchez Reíllo, investigador del Grupo Universitario de Tecnologías de Identificación (GUTI) de esta universidad, explicó que estamos ante una tecnología "con una cierta madurez, que ha mejorado en su fiabilidad, pero que todavía es susceptible de sufrir ataques de presentación -con gominolas para simular la huella o los 'deep fake'- y dudas sobre la privacidad de los datos biométricos, que son públicos salvo algunas excepciones". Propone, como vías de actuación, seguir trabajando en medidas de protección ante intercepciones en el canal, que siempre exista una prueba de vida en estas identificaciones e impulsar sellos o certificaciones al respecto.
A su vez, Carmen Peláez, investigadora del Grupo de Procesado Multimedia (GPM), se centró en el uso de la voz como herramienta de identificación. "El habla es la nueva sangre, nos permite saber muchas cosas sobre la persona en cuestión. Incluso hemos trabajado en modelos para saber si un sujeto puede estar siendo víctima de violencia de género. Podemos cerrar los ojos, pero no los oídos; por eso confiamos tanto en la voz. Sin embargo, está aumentando la capacidad de suplantación con la inteligencia artificial, especialmente en el último año. Eso nos exigirá combinar tecnologías, mejorar la educación sobre los riesgos que transmitimos a la sociedad y ser conscientes en cualquier caso de que no vamos a conseguir una solución definitiva nunca", explicó.
Finalmente, Bárbara de la Vega Justribó, profesora titular de Derecho Mercantil en la UC3M e investigadora del grupo PROINDTEN, aportó la perspectiva legal en lo que atañe a la biometría como tecnología de vanguardia. En su opinión, "hay un gran interés por parte de la Unión Europea por regular y resolver los problemas asociados a la biometría. El objetivo es crear un ecosistema de garantías, tecnológicas y jurídicas, que permitan ampliar las opciones de uso y minimizar los riesgos". Destaca la experta la introducción de medidas concretas sobre el tema -como la prohibición de la biometría en tiempo real- en la propuesta de Reglamento sobre Inteligencia Artificial, recientemente aprobada en la Eurocámara.
El puente con la empresa y la sociedad
En el mismo evento, varios representantes del tejido empresarial y la sociedad civil expusieron casos reales de uso de la tecnología biométrica y corroboraron los desafíos pendientes para la consolidación de la misma.
Es el caso de María Lázaro, directora de Desarrollo y Marketing de Adigital. Lázaro explicó que "los ciudadanos vienen usando la biometría desde hace mucho tiempo, incorporada ya de forma natural en muchas tareas cotidianas y que ha posibilitado añadir una capa adicional de confianza con los servicios digitales". Defiende la experta que las empresas han ido dando respuestas a muchos de los retos, ya contemplados en normas como la GDPR o la futura ley de IA. A pesar de ello, reclama la directiva de Adigital "una regulación que mejore la confianza y la transparencia en el uso de estos datos pero que no entorpezca la innovación", algo posible por medio de la autorregulación y certificaciones otorgadas por la propia industria.
Por su parte, Monique Jansen, Customer and Partner Success Manager en B-FY, defendió que "las empresas confían en la biometría y la eligen para dotar de agilidad a sus procesos". Sin embargo, critica que "los usuarios son bastante imprudentes en el uso de esta tecnología, confiando absolutamente en las empresas" que a veces utilizan esa información con propósitos diferentes a los publicitados. Opina Jansen que la solución no pasa por resolver o mitigar los riesgos asociados a la biometría, sino por eliminarlos por completo. "En el caso de nuestro software de identificación, el usuario final es el dueño de todos los datos biométricos en su propio teléfono", concluyó.
Finalmente, Antonio Artés, director científico de eb2, fue más allá de la concepción clásica de la biometría para defender que "lo que hacemos es realmente lo que nos define. Son los patrones de comportamiento de la persona, con una variedad de rasgos biométricos y multimodales, los que nos permiten caracterizar a un individuo". Su empresa utiliza estos datos para detectar anomalías en el comportamiento de personas con problemas de salud mental. "En el fondo, somos bastante predecibles. Al detectar anomalías en nuestro comportamiento, podemos anticipar cuando alguien puede necesitar ayuda porque está recayendo en una adicción o puede estar plateándose el suicidio", añadió en lo que es un primer paso hacia la tan ansiada medicina personalizada.