La digitalización se ha convertido en el mantra con el que prácticamente cualquier empresa y sector trata de posicionarse en una nueva economía, que está dejando atrás un modelo obsoleto e insuficiente para los restos actuales. Más eficientes y más sostenibles son los principales argumentos que esgrimen empresas, gobiernos y diferentes organismos para el cambio.
En esta argumentación repetitiva, y necesaria, también se hace hueco la descarbonización. Un proceso para el que desde Europa, y en consonancia con el Acuerdo de París, se ha puesto una fecha: 2050. El plazo parece largo, pero no lo es tanto, y su cumplimiento requiere de un cambio en el paradigma energético.
“Avanzamos hacia un sistema eléctrico en el que todos los agentes deben tener un papel activo en sus decisiones de consumo, producción o almacenamiento de electricidad, de manera que se garantice la estabilidad de la red en todo momento y, por tanto, se asegure el suministro”, afirma Marina Serrano, presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (AELEC), en entrevista con D+I, quien apunta a la digitalización como “eje clave para poder garantizar esta transformación”.
Serrano explica que digitalizar las redes va a permitir, entre otras cosas, ”trasladar consumos de los momentos de mayor demanda a los de menor demanda y, también, adaptarse a la producción renovable de carácter intermitente”.
Además, “la digitalización también debe ser capaz de aportar soluciones para que los sectores intensivos en el consumo eléctrico, la industria, el transporte y los edificios, maximicen la integración de las energías renovables en el sistema y permitan transitar hacia la movilidad eléctrica, los edificios inteligentes y la industria descarbonizada”.
Transformación digital
La teoría y los objetivos de esa digitalización están claros, pero ¿qué tecnologías van a permitir –o están permitiendo– la mejora de los servicios a los ciudadanos al mismo tiempo que se reducen los costes de las compañías productoras?
A pesar de que la búsqueda de ese equilibrio se complica por momentos (véase la subida del precio de la electricidad en los últimos meses), los cimientos para la transformación del sector energético se llevan poniendo desde hace tiempo.
Serrano apunta, por un lado, a tecnologías renovables eléctricas maduras que “permiten reducir el coste de la generación de la electricidad, donde España es líder en Europa y, en consecuencia, debemos aprovechar esta ventaja competitiva para hacer la transición energética asequible para el consumidor”. Y, por otro, alude al despliegue de redes inteligentes “que van a favorecer un papel más activo del consumidor y así integrar la mayor cantidad posible de producción renovable”.
Además, también menciona, desde el lado del consumidor, aquellas tecnologías que mejoran la sostenibilidad ambiental y económica. “Los vehículos eléctricos o las bombas de calor generan importantes ahorros en el consumo energético y, por tanto, ahorros en la factura”, asegura.
Transición hacia las ‘smart grids’
Hasta hace poco, las redes de distribución se planificaban en función de unos flujos de energía que iban desde las grandes instalaciones de generación, conectadas a los niveles de tensión más altos, hasta el consumo final, generalmente en los niveles de tensión más bajos. Sin embargo, desde AELEC confirman a D+I que todo esto va a cambiar.
“La entrada masiva de generación renovable conectada más cerca de los centros de consumo, la posibilidad del autoconsumo para poder consumir o verter la energía en la red, o el almacenamiento requieren de un uso más flexible de las redes de distribución”, explica la presidenta de la asociación .
En España, asegura, somos pioneros en Europa con la instalación de contadores inteligentes que permiten gestionar los datos de consumo en intervalos de tiempo mucho más cortos. “Sin embargo, hay que continuar avanzando para dotar a la red de mayor inteligencia y monitorizar y controlar los consumos y producciones que se realizar en todo momento, e invertir en ello”.
Con este propósito, las empresas de AELEC (Iberdrola, Endesa y EDP) tienen previsto dedicar más de 20.000 millones de euros en esta década. Pero, ¿qué han hecho hasta ahora?
El director de Innovación y Sostenibilidad de Iberdrola, Agustín Delgado, detalla a este medio que su compañía “ha invertido en innovación 2.000 millones de euros en los últimos diez años. Y en términos de I+D+i, prevé alcanzar los 400 millones anuales de inversión en 2025”.
La directora ejecutiva de i-DE, empresa de distribución eléctrica del grupo Iberdrola, Eva Mancera, aporta más datos: “En los últimos años, hemos concluido el proceso de digitalización de nuestra red de distribución en España con la instalación de 11 millones de contadores inteligentes y la infraestructura que los soporta, así como la adaptación de alrededor de 90.000 centros de transformación”. Lo que ha representado una inversión de 2.000 millones de euros.
En el caso de EDP, fuentes de la empresa aportan que, a fecha de hoy, han comprometido inversiones por valor de 700 millones de euros en la mejora y modernización de sus redes en España y se encuentran en una “fase avanzada”. Aunque, añaden, “aún tenemos trabajo por delante en las redes de baja tensión, que permita integrar el autoconsumo, la movilidad eléctrica y la flexibilidad de la demanda”.
Descarbonización
La electrificación de la economía es uno de los pilares sobre los que se sustenta el camino hacia una sociedad descarbonizada y un desarrollo más sostenible. Los objetivos para España quedaron establecidos el pasado mes de mayo tras la aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, en al que se recogen algunos cambios respecto al documento inicial.
En el caso de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el conjunto de la economía española, deberán reducirse un 23% respecto del año 1990 frente al 20% inicial. Para la incorporación de nueva capacidad renovable en el consumo de energía final, se eleva del 35% al 42%. Y, por último, alcanzar en 2030 un sistema eléctrico con, al menos, un 74% de generación a partir de energías de origen renovable.
En AELEC reconocen que los objetivos son ambiciosos, pero “alcanzables” si se dan los pasos adecuados. “El reto, por tanto, es el de asegurar que toda esta electricidad sostenible tiene su correspondencia en los sectores intensivos en el consumo de energía”.
“De esta manera, industria, transporte y edificios deben avanzar hacia las soluciones eléctricas para garantizar que alcanzamos los objetivos a 2030. Es el único camino de conseguirlo y además es el que permite hacerlo de manera asequible”, asegura Serrano.
Una afirmación con la que coinciden tanto las fuentes de EDP, como de Iberdrola y Endesa. Todas ellas defienden que su sector está haciendo los deberes, pero que la electrificación debe ir más allá. Desde EDP ponen dos ejemplos: “fomentar la adopción del vehículo eléctrico, que es 2,5 veces más eficiente que un diésel, o la bomba de calor, tres veces más eficiente que las tecnologías no eléctricas”.
Desde Endesa aseguran que “estamos al inicio de una nueva década que será clave para asegurar el cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones a los que nos hemos comprometido y la electrificación es una vía imprescindible para conseguirlos”. Mientras que fuentes de Iberdrola defienden que “la transición energética puede actuar como agente tractor clave en la transformación del tejido industrial y en la recuperación verde de la economía y el empleo”.