Alguien ha decidido echar cuentas. Y este es el resultado: En una de las universidades del Top 10 español no existe archivo electrónico de 14.000 trabajos de fin de máster sólo en su época reciente. La cifra nunca se hará oficial. Pero es esa. No quiere decir que no existan físicamente esos trabajos, sino que no están almacenados con registro electrónico. Los optimistas pueden seguir pensando que alguien encontrará algún día los papeles, sí. En los últimos dos años se aprecia una evolución descendente del número de trabajos de fin de máster sin archivar electrónicamente, pero sigue siendo alto: en esta universidad, 500. Inevitable pensar que esa sea la tónica general en la mayor parte de los campus de nuestro país.

El hecho incorpora derivadas que no sólo no resultan disyuntivas, sino que casi con total seguridad son rigurosamente copulativas: Una, el conocimiento acumulado en los trabajos de fin de máster se integra y transfiere de forma deficiente, no funciona en la universidad esa cadena de extracción, limpieza, tratamiento, catalogación y procesamiento de información básica a día de hoy para cualquier organización que quiera aplicar inteligencia a su actividad. Dos, la información que se contiene en esos trabajos de fin de máster resulta tan irrelevante que no merece el esfuerzo de ser extraída, limpiada, tratada, catalogada y procesada por ninguna organización. Ambos escenarios, que muy probablemente conviven en este caso, dibujan un estado de la universidad preocupante.

Pondré un ejemplo para visualizar el contraste entre lo que está pidiendo la innovación global y nuestro cementerio de trabajos de máster. El modelo de investigadores estrella vigente hasta hace unos años ha dejado de tener sentido. Hoy lo que cotiza es configurar equipos con masa crítica suficiente para abordar grandes retos. Un destacado científico de nuestro país, con décadas de experiencia, relata el celo que están poniendo sectores como el de hidrocarburos por encontrar alternativas en áreas científicas como la Química. Una conferencia en un congreso puede propiciar un contrato de investigación con una de estas compañías, que piden a los equipos científicos agilidad y diálogo multidisciplinar. Masa crítica. En la carrera por encontrar nuevos usos para los hidrocarburos, ante el previsible descenso de los motores de combustión, tanto en vehículos como en energía, destacan compañías como Chevron, ExxonMobil, Saudi Aramco y las europeas Shell y Total. Mientras, Repsol ocupa a los científicos de su Centro de Tecnología a hacer inventario. Y a nuestras universidades les da igual lo que digan decenas de miles de trabajos de fin de máster. 

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES.