La tribuna
Sé razonable, pide lo imposible: ¡una IA abierta!
La inteligencia artificial (IA) está obteniendo ahora una atención sin precedentes. No sólo con debates sobre la ética de futuros dilemas ante los que nos sitúan las ‘entidades’ autónomas o automatizadas, sino en todas las burbujas semánticas de la economía de la atención en medios y redes sociales. Y también en rincones del proceloso mundo de las ‘patentes de software’ en el que las corporaciones están tomando ya posiciones, ante las enormes promesas de posibles futuros negocios.
Pero, ¡qué diferente la visión sobre la tecnología como bien público que se tiene en el CERN comparada con la del alambicado mundo de la política y los lobbies de Bruselas! Hoy, ya lo damos por olvidado, pero bueno es recordar, en este contexto, que la web fue inventada abierta para todos, no sólo por la determinación de Tim Berners-Lee en el CERN, sino porque eso era lo normal allí. ¡Que diferente sería hoy internet, si existiera el software libre, arrancado por Richard Stallman! y si Berners-Lee no hubiera concebido abierta la web según las directrices del marco abierto legal que impera en el CERN, una forma muy ‘europea’ de plantear el acceso a nuevas tecnologías para todos. Es importante, reitero, recordar todo esto porque ¿hubiera llegado a ser internet lo que es hoy si la web hubiese sido creada desde un principio cerrada, patentada y de pago, como algunos fabricantes de tecnología intentaron?
Lo que es moral, o no, con el software
Tim O’Reilly cuenta en su último libro La Economía WTF que, en abril de 1998, reunió en su conferencia del Freeware (p.43), a los creadores de software libre más importantes. Describe cómo uno de los temas que surgió allí fue la denominación ‘software libre’, y que “el movimiento de software libre de Richard Stallman se había granjeado muchos enemigos con su propuesta aparentemente radical de que todo código fuente (de software) debe entregarse libremente porque es inmoral no hacerlo”. Pensar lo que es inmoral o no, según Stallman, es importante para saber cómo queremos que sea la tecnología, y también cómo debería ser “La Web que queremos”, por usar la frase del propio Berners-Lee. Pero ¿quiénes la queremos así? Pues los de abajo, la gente de a pie que usa la tecnología, por supuesto.
También recuerda en su libro O’Reilly una graciosa prueba que hacía en su conferencia El cambio de paradigma del código abierto, que impartió cientos de veces ante gente empresarial y la tecnología. En ella, preguntaba al público: “¿Cuántos de los aquí presentes utilizáis Linux?” Y solo unos pocos levantaba la mano. Y después: “¿Cuántos de vosotros usáis Google?”, y entonces, todo el mundo levantaba la mano. A continuación, les explicaba, que todos ellos usaban software libre y código abierto, sin saberlo, porque Google está construido sobre la base de Linux. “Todos lo estáis utilizando”, les decía, con una sonrisa de oreja a oreja.
Esto viene a cuento porque, aquello que ocurrió con el disputado paradigma del software para aplicaciones e internet, que muchas conocidas empresas intentaron cerrar para su beneficio, en contra del bien común de los usuarios de la tecnología, está volviendo a suceder con la inteligencia artificial que, a pesar de que hable de coches autónomos, automatización de tareas, big data, diagnósticos médicos o legales, o tecnologías predictivas, finalmente, es algo que va de ‘código de software’.
Lo que están haciendo las empresas en vanguardia de la IA indica que no hemos aprendido nada. Llevamos décadas con la pelea por las patentes de software. Pero ahora se han abierto nuevas hostilidades y desatado otra contienda. Esta vez se trata de las patentes de inteligencia artificial, en el fondo patentes de software. En español hay un equívoco con el término inglés machine, que se traduce por ‘máquina’, pero en el caso tanto de la inteligencia artificial como del machine learning, en realidad, deberíamos hablar de ‘software que aprende’ y no usar la traducción literal en español de ‘aprendizaje máquina’. Por ello, al pensar en la ‘máquina’ de IA, en español, seguramente imaginaremos algo como maquinaria de mecanismos y engranajes internos, de un motor o de un reloj, pero, en realidad se trata de “puro software” capaz de articular máquinas inmateriales.
Patentar todo en la inteligencia artificial
Según la organización independiente IPKAT, hay abierta una guerra en toda regla por patentar todo en la inteligencia artificial. La pionera DeepMind, una compañía de investigación de IA ubicada en Londres –fundada en 2010 y comprada por Google en 2014 por 400 millones de libras esterlinas–, es reconocida por estar en vanguardia de esta tecnología y, de hecho, se hizo muy famosa por desarrollar una aplicación llamada AlphaGo que fue capaz de derrotar en 2017, en Shangai, a un campeón mundial del complejo juego chino Go –un juego de tablero de estrategia para dos personas, mucho más complicado que el ajedrez–.
Describe IPKAT, en un artículo, que DeepMind estuvo presentando solicitudes de patentes de IA (y por tanto, insisto, de software) al ritmo de una por semana entre septiembre de 2016 y diciembre de 2016 –las solicitudes se publican 18 meses después de la fecha de prioridad, por lo que estos son los datos más recientes–. Las patentes solicitadas no son aplicaciones que describen un producto comercial concreto, sino que parecen dirigirse a “cubrir amplios espacios de tecnología de IA”. Y esta es solo una de las empresas punteras, pero hay más. Lo mostrado por IPKAT es una muestra de las hostilidades que se han abierto en la guerra por patentar todo lo posible en inteligencia artificial, ante Oficina de Patentes Europea.
Por cierto, que el papel de la EPO parece tener una visión contraria a la que citaba del CERN y mucho más cercana a los argumentos de los lobbies e incluso al lenguaje de los ‘trolls de patentes’. El pasado 30 de mayo, la EPO celebró una conferencia “primera en su género” (como la llamó uno de sus funcionarios) sobre Inteligencia artificial patentada. Las plazas para la conferencia se agotaron en solo una semana de apertura del registro, lo que demuestra el enorme interés por la industria de la IA.
Aunque en su discurso de apertura, Alberto Casado, vicepresidente de la EPO para el proceso de concesión de patentes, afirmó que el objetivo principal de la conferencia era “sensibilizar y lanzar un intercambio abierto de puntos de vista”, ya que la misión de la EPO es proteger la propiedad intelectual en beneficio del crecimiento económico de Europa y de la sociedad en general. Dicho así, son bonitas palabras que suenan muy bien, pero en la letra pequeña se adivinan rifirrafes, presiones y algunas ‘disfunciones’. La página web sobre directrices de la EPO para las solicitudes de ICI está eliminada, y no funciona, como la de la conferencia una vez terminada.
Promover en la UE, agresivamente, patentes de software
De hecho, la organización Intellectual Property Watch (IP-Watch), un servicio de noticias independiente sin ánimo de lucro con sede en Ginebra, afirmó en marzo en un comunicado que “la EPO promueve agresivamente las patentes de software en la feria Cebit” y, además, informó que durante la feria un funcionario de la Oficina Europea de Patentes promovió claramente las Patentes de Invenciones Implementadas en Ordenador (CII), también llamadas patentes de software por los críticos. Hay que tener en cuenta, según señala IP-Watch, que mientras que los métodos matemáticos, programas informáticos y presentaciones de información están excluidos por el Convenio sobre la Patente Europea, estos no detienen la CII.
Según Georg Weber de la EPO, hay un ‘detalle’ en el Convenio de la Patente Europea que permite la patente de software, porque, según Weber, “el artículo 52.3 establece que la patentabilidad de los programas de ordenador, (y de algunos otros temas)”. Parece que los pliegues de los reglamentos facilitan soluciones. Pero la página con la charla completa tampoco funciona. Las turbulencias continúan más allá de las buenas y educadas palabras.
La IA, en este aspecto, según Casado, va a ser la base de las tecnologías que sustentan la Cuarta Revolución Industrial. Ello explica la maraña de la multitud de intereses que se cuecen, entre otros, en los despachos del poder en Bruselas al respecto. Yo, por higiene mental, prefiero alejarme de ellos y, aunque probablemente me tacharán de ingenuo, me inclino más por la visión tipo CERN y también por la de Stallman y O’Reilly. También en IA es mejor ‘abierto’ que ‘cerrado’. Si la industria tecnológica y sus lobbies quieren seguir combatiendo la apertura como ya hicieron con el software libre en décadas atrás, allá ellos. En el caso actual de la inteligencia artificial, finalmente se trata de puro código de software. Y ya sabemos qué pasó, y cuál ha sido finalmente el resultado de la ‘apertura’ en el uso de la tecnología digital.
Vamos, seguro, a seguir hablando mucho próximamente de IA, una expresión que se ha vuelto más y más trascendente. Mientras tanto propongo, imbuido del ‘realismo ingenuo’ que citaba Bertrand Russell, muy propio de la ciencia, que:
Seamos razonables y pidamos lo imposible: ¡una IA abierta!