He de confesarles algo. Aunque ustedes estén leyendo esta columna el domingo, lo cierto es que fue redactada hacia mediados de la semana. Y con la osadía que solo la locura puede justificar, me atrevo a aventurar que hoy -domingo- se seguirá hablando de la tesis, no tesis, de Pedro Sánchez. Que si plagio, que si ayuda de Miguel Sebastián y sus subalternos, que si ocultar información, que si dimisión o no dimisión. Tema sumamente entretenido, amenizado por la proliferación de fake news que lo ha enaltecido con crudeza, pero cuyo telón de fondo ha pasado desapercibido para muchas personas.
Y es que, ¿por qué no estaba el trabajo de Pedro Sánchez digitalizado desde un primer momento en TESEO, la base de datos para tesis doctorales? La explicación inmediata es que no existe obligación de publicarla en este repositorio si el alumno no lo desea, en base a una de las normas de protección de datos más restrictiva que se recuerda. Medida por lo demás absurda, porque sí figuran los datos personales y el lugar donde buscar el obligatorio ejemplar en papel que atesora la biblioteca de su universidad.
Pero yendo más allá, cabe preguntarse algo más. ¿Por qué existen procedimientos, metodologías o requerimientos que siguen siendo obligatorios en formato físico pero que, cuando nos movemos a la arena digital, pierden su importancia y pasan a ser procesos opcionales? ¿Cuál es la diferencia de contenido, y no de forma, entre publicar una tesis en papel o digital? ¿No deberían servir las mismas leyes a los mismos propósitos, independientemente del soporte elegido? Y lo más preocupante, ¿cuántas situaciones de la burocracia del siglo XXI siguen manteniendo requerimientos o visiones distintas para los canales convencionales y los digitales?
Mientras que otras naciones como Estonia hacen un trasvase casi total hacia la gestión electrónica de toda su Administración, en España seguimos amoldando los servicios públicos digitales a una regulación que, con suerte, deriva de los años 90 y, con algo de desgracia, de los tiempos de la Transición. Busquen, por ejemplo, la profesión de diseñador web, un creador de videojuegos o un experto en Big Data en Hacienda. Misión (casi) tan imposible como encontrar la tesis de Sánchez.