La tribuna
Elecciones, batalla entre máquinas
Uno de los mecanismos de autoengaño que mejor está aprovechando la economía digital es nuestra negativa a afrontar el hecho de que, como me dijo hace cinco años el jefe de computación del MIT, Michail Bletsas, «si algo es gratis en la red el producto eres tú». De hecho, ya no sólo eres el producto, sino también abiertamente la mano de obra, algo que seguro que se soslayará en la negociación laboral que promueve el Gobierno. Porque políticos y sindicatos mantienen sus discursos sobre empleo al margen de algo llamado internet, al tiempo que se resisten a aceptar fórmulas que deberían ser analizadas seriamente, como la que Joe Kennedy, miembro de la Information Technology and Innovation Foundation, sugería en su día como nueva figura laboral de la gig economy: el 'empleado independiente' que usa a un intermediario para vender servicios.
Pero volviendo al tema de cómo nos convertimos en alegre mano de obra gratuita para los gigantes digitales, seamos conscientes de que cuando asumimos ese rol tenemos como jefe a una máquina. Hace poco se lanzó el 10 Years Challenge en Instagram, Twitter y Facebook. La gracia consistía en enviar una foto actual y otra de hace una década. Tan sencillo ejercicio servía en realidad para entrenar a los algoritmos de reconocimiento facial del conglomerado de Mark Zuckerberg. Es decir, los participantes ayudaron gratuitamente a su jefe/máquina.
Si nos ponemos prosaicos, en plena y probablemente justificada recuperación de la batalla contra los contratos mileuristas, ¿qué valor puede estar alcanzando la enorme cantidad de servicios que prestamos a cambio del acceso a redes sociales y aplicaciones? Fotos, experiencias personales, rutas de Google Maps, compras en establecimientos (ay, cuando vas a los supermercados coges productos de marca fabricante y cuando los encargas online de marca blanca, lo saben), operaciones financieras, audios y vídeo del móvil... Que no te quede duda: para que tú seas el producto, han tenido que describir un perfil tan exacto de ti que se permiten anticipar tus propias decisiones (una asociación profesional, ni siquiera un gigante tecnológico, me cuenta que es capaz de saber cuándo un socio quiere darse de baja aun antes de que él mismo sea consciente).
Es un asunto laboral, pero marcará con seguridad la campaña electoral que se avecina y eso son palabras mayores. Los algoritmos de las redes sociales están concebidos para reforzar opiniones e influirán necesariamente en la formación del voto. La responsabilidad de los políticos sería no convertir las elecciones en una batalla entre máquinas, pero es ya quizás demasiado pedir.
Eugenio Mallol es director de INNOVADORES