Estos días, Madrid es el epicentro mundial de la lucha contra la que se ha venido a denominar como "emergencia climática", ese combate por ahora infructuoso contra el aumento de las temperaturas y por la reducción de las emisiones en todos los puntos del globo.
Una cumbre, la COP25, de la que no se esperan grandes compromisos políticos pero sí que la sociedad tome conciencia -de una vez por todas- de lo inminente que puede resultar el punto de no retorno en esta materia. Máxime cuando cada vez más grupos políticos, en ascenso electoral, se ven incluso capacitados para negar la mayor y poner en tela de juicio no sólo la gravedad del cambio climático sino incluso la responsabilidad humana en él.
Para el resto de los mortales, los que preferimos atenernos a la ciencia y a los datos, se hace imperativo luchar contra la emergencia climática de manera decidida. Y, como suele suceder en la inmensa mayoría de retos colectivos de nuestros tiempos, la tecnología parte como herramienta indispensable en estas lides. Ya sea desde la supercomputación para establecer patrones y predicciones sobre lo que le sucederá a nuestro planeta (el Barcelona Supercomputing Center o el extremeño Computaex son dos buenos ejemplos de ello) o bien usando big data para entender mejor cómo nos movemos y hacer más eficientes las redes de transporte público (léase implícito el reciente proyecto del INE con datos de las ‘telco’, absurdamente convertido en objeto de pánico social), lo digital es un elemento casi tan importante como el reciclaje a la hora de vencer en esta batalla contra un destino que nosotros mismos hemos gestado.
Podríamos seguir sumando ejemplos de la técnica al servicio de la sostenibilidad, como el coche eléctrico o los nuevos modos de movilidad compartida y bajo suscripción. También de soluciones de smart cities e internet de las cosas para reducir el impacto energético de las urbes en la iluminación urbana. O de la optimización de la logística por medio de la monitorización del tráfico en tiempo real y la interrelación con otras variables como el clima.
Todo ello con un mismo propósito: que esta "emergencia climática", o más bien "emergencia tecnológica", sea pronto un mero recuerdo de un pasado peor.