Qué rápido está reaccionando la parte de la economía que está en condiciones de reaccionar, que desafortunadamente no es toda, pero tiene un enorme valor estratégico que pase a la acción.

"Estamos haciendo en seis meses más que en los 10 años anteriores", es la frase que repiten directivos de consultoras, corporates y startup de base tecnológica. En los grandes foros de inteligencia global se trabaja, no obstante, no ya con una visión de simple supervivencia, sino sobre la premisa de un cambio entero del tablero de juego, una transición hacia algo nuevo cuyo sistema nervioso serán los pilares de la digitalización (capacidad de procesamiento e hiperconectividad) y cuyo esqueleto y musculatura toman la forma de cadena de valor global (Global Value Chain).

Toda propuesta económica tendrá que constuirse sobre el nuevo paradigma. Incluidas, obviamente, las inversiones extranjeras directas que recibirá y emanarán de cada país. De ahí que se convierta en un documento de lectura imprescindible el World Investment Report 2020 de la ONU, que viene acompañado del lema: "International Production Beyond the Pandemic".

Quizás por tratarse de un ente supranacional (despierte una mayor o menos credibilidad entre la audiencia), el informe va más lejos de lo que ninguna consultora global se ha atrevido a ir hasta ahora. La clave es abandonar la visión de la que nos hemos servido para explicar la globalización, con esa imagen de una gran cadena de suministro global diseñada para generar eficiencia. Vamos a cadenas de valor más cortas y menos fragmentadas y a una mayor concentración geográfica del valor agregado. Para algunas economías eso implicará la necesidad de reindustrializarse, para otras, hacer frente a una desindustrialización prematura.

La diversificación conducirá a una distribución más amplia de las actividades económicas. Afectará principalmente a los servicios y a las industrias manufactureras que han venido basándose de forma más intensiva en la cadena de valor global.

La nueva dinámica aumentará las oportunidades para nuevos participantes, economías y empresas, siempre eso sí que asuman trabajar con flexibilidad, basadas en plataformas y con pocos activos. Para ello deberán disponer de una infraestructura física y digital de alta calidad.

La inversión que buscaba la eficiencia global dará paso a la inversión en mercados regionales; y la que operaba en segmentos verticales de la cadena de valor, tendrá que pensar en bases y conglomerados industriales más amplios. Poco a poco se implantará un modelo de fabricación distribuida con cadenas más cortas y una reorganización de las etapas de producción, capaz de aportar un valor añadido más concentrado.

Una revolución absoluta, con aires de fractal, que habrá que realizar en plena digitalización y con el imperativo de la lucha contra el cambio climático.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES