“¡Maruja! ¿Dónde está mi maleta?”
“Mamá, está debajo de la mesa de mi cuarto, donde siempre.”
“¿Y mis cosas? ¿Lo que estaba dentro?” – preguntó angustiada la mujer.
“Cuando llegamos a casa las sacamos, ¿no te acuerdas? Hemos dejado todo en su sitio, los jerseys, los pantalones, lo recogiste tú misma. Colocamos tu ropa, tu maquillaje, tus pastillas. ¿No ves que no te falta nada? Está todo perfecto, créeme…”
“Vale, vale…. Es que no me acuerdo…”
Andrea colgó el teléfono. Le invadió un vacío inmenso. Se llamaba Andrea, no Maruja. Y esa no era su madre, la de siempre. O sí, claro que sí. Se trataba de una nueva situación que abordar, con momentos de vértigo y otros de lucidez. Lo más importante es que ella estuviera bien, se repetía. Que no sufriera. Ahora se asustaba por casi todo. Se desorientaba cada vez que se apartaba ligeramente de su rutina. Y esto no iba a ir a mejor.
Hacía tiempo que había contratado a Elisa. Elisa cuidaba de su madre y la acompañaba casi todo el día, aunque su madre se resistía a perder completamente su independencia y todavía dormía sola. Movió la cabeza, esto iba a tener que cambiar. Un escalofrío le recorrió la nuca. Tristeza y miedo. Hacía lo que podía, pero vivía a 350km por su trabajo y su madre nunca había querido dejar Pamplona. “Con los pies por delante, me sacáis de aquí”, había dicho entre risas hacía ya muchos años. O no tantos.
Miles de mujeres y hombres viven solos en sus casas, entre soledad y magdalenas. No queriendo ser cargas en un mundo voraz que fagocita los minutos. “Hijo, tú tienes mucho trabajo. No quiero molestar, tú descansa, bastante tienes.”
La digitalización nos ha traído grandes avances empresariales, generación de nuevos modelos de negocio, inmediatez, identidad digital, automatización, eficiencia…. Pero también plataformas digitales enfocadas a prestar servicios sociosanitarios para personas dependientes, enfermos crónicos o todos aquellos que necesitan de alguien que esté a su cuidado. Estas plataformas permiten conectar de forma sencilla e intuitiva a través del móvil o la tablet a ciudadanos y familiares con asistentes sociales, geriátricos y facultativos de atención primaria o especializada las 24 horas del día, creando un ecosistema de relación integral y confiable. Para todos.
Se basan en tecnologías intensivas como el internet de las cosas (monitorización de las constantes vitales, de la verticalidad, de la ubicación, etc. a través de sensores “wearables”), la analítica avanzada (traducción de los datos en información accesible para familiares, médicos y asistentes, o herramientas de toma de decisión, como el cambio de prescripción farmacológica o la detección de reacciones medicamentosas adversas) y la inteligencia artificial (integración de avatares para el guiado y control en un proceso de preparación quirúrgica, recuperación de pacientes o cronicidad; chatbots y comunicación con procesamiento de lenguaje natural, análisis emocional o predictibilidad de episodios de crisis en función de datos relativos a la situación actual y pasada del paciente, incluido el contexto - climatología, nivel de contaminantes u otros condicionantes externos… “¡¡hoy juega el Barça, mis pastillas!!” - .
Pero lo más importante, es que acercan personas. Generan rutinas – “Julián, te llamo para ver qué tal nos encontramos hoy, pon la cámara y así nos vemos”- permiten supervisar el estado del paciente y, por tanto, anticipan el riesgo de incidencias o accidentes domésticos, y en el caso de producirse, son capaces de lanzar alarmas para atención sanitaria inmediata. Es la interlocución personalizada, preventiva, predictiva y participativa que todos deseamos cuando nos sentimos mal.
La digitalización no sustituye a los abrazos. Pero da seguridad. Seguridad a todas aquellas personas que por motivos de necesidad no pueden estar tanto tiempo como quisieran con los suyos.
Para poder compartir, aunque sea través de una pantalla, un par de magdalenas.
*** Patricia Urbez es directora general de Sector Público en Fujitsu España y consejera independiente de Enagás