Era evidente que el enfrentamiento de los humanos conectados a la ingente cantidad de información digital con la que tienen ahora contacto iba a tener tanto efectos individuales como colectivos y sociales.
La versión optimista auguró que una red de acceso individual libre y universal a la información daría lugar, primero, a una noosfera digital (término que viene del griego noos, inteligencia, y esfera), en el sentido de Vladímir Vernadski; y después, a una 'noosfera digital', ésta en el sentido de Teilhard de Chardin que la describió como "un espacio virtual y un lugar donde ocurren todos los fenómenos (normales y/o patológicos) del pensamiento y la inteligencia".
Muchos idealistas pioneros, por ejemplo, John Perry Barlow, pensaban el ciberespacio en ese sentido, como el lugar del pensamiento y la inteligencia global, conectados y libres. Si comparamos con lo que estamos viendo ahora mismo, aquellas visiones hoy nos parecen idílicas y de una ingenuidad suprema, o supina, según se mire.
Y aún nos lo parecerán más si la comparamos con la teoría sobre el siguiente paso tras la noosfera que suponían, tanto Vernadski como Teilhard, que daría lugar a una 'noocracia' apoyándose, nada menos, que en las definiciones de Platón que ya consideraba la noocracia como "el sistema político del futuro para toda la humanidad", en el mismo sentido del utópico sistema de Pitágoras de la "ciudad de los sabios."
¿Un ciberespacio como una 'ciudad de los sabios' creado simplemente como un sistema digital de total acceso al conocimiento? Pues esa era también la visión de otros idealistas pioneros, como Jimmy Wales, al ver crecer exponencialmente su Wikipedia, o como Tim Berners-Lee cuando vio a la Web, que él inventó en el CERN, en expansión universal. (A 30 de marzo de 2022 el número de páginas web creadas ha alcanzado el casi increíble número de 173.000 millones de páginas)
Pero todo empezó a cambiar a partir de 2004, momento de inicio de lo que yo llamo la segunda digitalización, año en que Tim O'Reilly formuló la Web 2.0 que ha dado lugar el internet social, al internet de las plataformas globales de redes sociales.
O'Reilly, a quien se cita como 'la conciencia de Silicon Valley' –lugar de nacimiento de las tecnologías algorítmicas que han modelado dichas plataformas globales–, se manifiesta compungido sobre ello en su lúcido y más reciente ensayo, en el que podemos comprobar hasta qué punto ha cambiado su opinión sobre la webdospuntocero, que en uno de los apartados de su propia definición, aseguraba que el uso del internet social iba a ser como una "emocionante y rica experiencia de usuario". Pruebe a preguntar el lector en cualquiera de las escasas sucursales de banco de hoy qué es eso.
En el citado ensayo que titula significativamente: '¿El fin de Silicon Valley tal y como lo conocemos?', afirma: "...si no comprendemos mejor a nuestros ayudantes mecánicos (los algoritmos), es posible que conduzcamos por caminos que nos lleven al borde de un precipicio, tal y como hemos hecho con las redes sociales y nuestro fracturado panorama informativo.
Ese paisaje fracturado no es lo que se pronosticó: los pioneros de internet esperaban la libertad y la sabiduría de las multitudes, no que todos estuviéramos bajo el control de corporaciones gigantes que se benefician de un mercado de información falsa. Lo que inventamos no era lo que esperábamos. Internet se convirtió en la materia de nuestras pesadillas más que de nuestros sueños. Todavía podemos recuperarnos, pero al menos hasta ahora, Silicon Valley parece ser parte del problema más que de la solución."
Y no solo eso, en otra entrevista por la publicación de su último libro, 'WTF?', explicaba: "Si pensamos en cómo sería el mejor gobierno para la sociedad, imaginamos que estaría más orientado a los datos y más decisivo en sus objetivos. En cambio, tenemos este capitalismo de amiguetes en el que las partes interesadas tienen demasiada influencia. Es como si la forma en que Google se ocupara de los spammers fuera sentarse con ellos y acordar qué parte del pastel se van a llevar."
Y continúa: "Cuando la gente dice: 'tenemos que arreglar Internet', yo digo: no, tenemos que arreglar el hecho de que hay grupos de personas que tienen grandes intereses muy concretos, personas que tienen al mundo como rehén y nos impiden hacer lo correcto en cuestiones que importan mucho a todos los demás. Francamente, necesitamos una gobernanza centrada en el interés público." Sobre una posible solución, (O'Reilly es siempre posibilista), señala: "Creo que parte de la solución es ir hacia adelante, no hacia atrás. El gran problema que tenemos hoy en día con todos estos sistemas es la actual y enorme asimetría de poder. Hemos de encontrar formas de conseguir capacitar a las personas para que sean 'más iguales' a estos grandes sistemas".
Guerras por la atención de las plataformas globales
El gigante Google se hizo grande al principio como una empresa tecnológica guiada por su innovación, sobre todo, a partir de su genial tecnología de búsquedas. Fue, en su primera década de existencia, una empresa tecnológica innovadora modelo a la que (junto con el último Apple de Tim Cook) todas las empresas querían imitar. Pero hoy la innovación de Google tiene incluso su propio cementerio.
Ahora mismo Google (su matriz Alphabet y sus filiales Google Cloud Platform/ Energy/Stadia/Store/ImageAmerica/Kaltix/Waze, etc.) son como empresas pantalla al servicio de sus plataformas publicitarias Google Ads y YouTube. Es decir, la Google actual es una empresa global y monopolística de publicidad. Lo dicen sus números. Según Statista, Google es el buscador más utilizado en todo el mundo, con una cuota de mercado del 92%. Y en el caso de las búsquedas desde dispositivos móviles, el 95% de usuarios utiliza Google. No hay caso igual en cualquier otro sector de la economía mundial.
Los buscadores de su competencia se han vuelto irrelevantes. Bing (de Microsoft) tiene una cuota de mercado del 2% y el de Yahoo solo el 3%. Y las cifras de los usuarios en España aún son más sangrantes. El 99% de los españoles utiliza como buscador principal el de Google, y el 95% de sus smartphones lo usan como buscador también. Es lógico por ello que el 90% de los ingresos por publicidad en España de los motores de búsqueda (la llamada publicidad search) esté en manos de Google.
En 2019, su matriz Alphabet fue el mejor negocio que generó Google gracias a sus ingresos publicitarios, que fueron alrededor del 90% del total. Una anécdota significativa es que los beneficios netos de ese año descendieron a causa de una multa de 2.700 millones de dólares (2.300 millones de euros) por prácticas monopolísticas, impuesta por la Comisión Europea, que el gigante Alphabet, su matriz, pagó sin despeinarse. Y es que esa multa, para una empresa cuyos ingresos publicitarios de ese año superaron los 90.000 millones de dólares (77.900 millones de euros), era pura calderilla.
Estas actuaciones de Google están acompañadas en la cúspide de la nueva 'industria global de la publicidad digital' por Facebook (ahora llamada Meta), con la que conforman un duopolio global publicitario y de atención de facto. La red social Facebook es usada cada mes por 3.000 millones de usuarios, a los que les llegan 'segmentadamente ', y en forma de anuncios personalizados, con todo tipo de técnicas oscuras. Porque la red social Facebook y sus sucursales Instagram y Whatsapp recolectan tan ingente cantidad de datos y metadatos (desde dónde, cuándo, cuánto y con quién se conectan) sobre la conducta y actividades de los usuarios de sus tres redes sociales, que las convierte también en otro monopolio global.
La publicidad en el caso de Facebook incluye mensajes publicitarios de casi siete millones de empresas. No sé si ellas son aún más ingenuas que los cientos de millones de usuarios redirigidos que regalan su tiempo, esfuerzo, atención y divertido trabajo (no remunerado) de creación y edición de textos, imágenes, memes, vídeos, GIFs, y su labor gigantesca de redistribución de información, datos y contenidos, colaborando en aumentar exponencialmente el tráfico de la red, cuyas cifras son el verdadero núcleo del negocio. Con ellas, tarifa y vende la inmensa cantidad de espacios publicitarios virtuales bajo su control, la plataforma.
La paradoja global de TikTok
Hay otros gigantes de las plataformas globales (algunos en China) participando en las contiendas por la atención global que son casi desconocidos en occidente. Pero hay un caso especial. Es el de la red social de vídeos cortos TikTok. Su empresa matriz sigue en Pekín en un momento en que Europa entera contiene la respiración sobre si el gobierno chino, por fin va a mediar en la ya horriblemente cruenta guerra en Ucrania
Europa también la contiene sobre si el mismo gobierno chino va a ayudar a Europa a parar la guerra y la invasión de Rusia a Ucrania. Algo por lo visto, que no parece preocupar a la mayoría de los 1.200 millones de usuarios activos mensuales de TikTok inmersos en una descerebrada e imperativa moda digital. Están a lo suyo, atentos a lo viral, aunque en esta red también hay muchas excepciones. De hecho, hay vídeos de la guerra en Ucrania que se suben a TikTok. La empresa ha tenido reflejos y los usuarios de la app en Rusia ahora no pueden publicar ni transmitir en vivo, y tampoco ver vídeos compartidos desde otras partes del mundo.
Decía recientemente Ryan Broderick, analista de BuzzFeed News: "Es un momento extraño (y más ahora con la inhumana y despiadada guerra contra Ucrania en marcha) que una de las plataformas de medios sociales más populares en EE.UU., en el mundo global, ahora sea una china".
Y continúa: "Evitando las formas típicas del soft power (poder blando) chino, TikTok podría ser la llegada de una forma más sutil de influencia algorítmica, con una sofisticada IA desarrollada en China que controla lo que se convierte en contenido viral potencialmente compartido entre millones de jóvenes de EE. UU. y de todo el mundo occidental. Lo cual no es diferente a la influencia global que Facebook, Google y Twitter han estado ejerciendo durante la última década. Puede que Silicon Valley iniciara la era de las redes sociales, pero su futuro quizá podría estar basado en China que no es, precisamente, una democracia liberal".
El jefe de marketing global de TikTok, Stefan Heinrich Henríquez, desde su oficina en Los Ángeles, ha restado recientemente importancia a la procedencia china de la plataforma. Pero según el citado Broderick, "la idea de que la app social más popular de la actualidad esté impulsada por una IA de propiedad china es, quizá, menos que reconfortante, teniendo en cuenta cómo China emplea la tecnología para la vigilancia, la censura y el seguimiento de los grupos minoritarios en el país. Pero centrarse solo en eso pasaría por alto el punto más importante de TikTok en este momento: que los niños y niñas de EE.UU. (y no solo de allí) están obsesionados con esta plataforma".
El nuevo estatus de TikTok como la app más popular del mundo no ha estado exento de polémica. En febrero de 2019, TikTok fue castigada con una multa récord de 5,7 millones de dólares por el gobierno de EE.UU. por recopilar ilegalmente información personal de usuarios menores de 13 años, cuando la aplicación se conocía como 'Musical.ly'. Y en abril de ese mismo año, desató brevemente un 'pánico moral' en India tras ser acusada de promover el abuso y la explotación de niños. Se ha prohibido temporalmente en varios países como India, Indonesia y Bangladesh.
ByteDance Ltd, la matriz de TikTok, es una empresa de tecnología de internet china cuya sede central sigue en Pekín y domiciliada legalmente en las Islas Caimán. Y ha demostrado que se rige y responde principalmente a las autoridades chinas.
TikTok se ha convertido en una plataforma de moda. En de un mundo con un conflicto en Europa y Ucrania, que está impactando la economía global, combina en las mismas pantallas los vídeos divertidos con los de una despiadada catástrofe bélica y humanitaria y una enorme crisis económica europea inducida por el aumento de los precios de la energía.
Es la app de origen chino con el crecimiento de más impacto en la gente joven de Silicon Valley, EE.UU. y Europa. Algunas tecnológicas estadounidenses intentaron competir creando funciones parecidas a esa app china de vídeos cortos. Facebook lanzó Reels y YouTube habilitó Shorts, pero esto no ha podido parar la fascinación, grado de viralidad y modas digitales que genera globalmente TikTok.
Pero los usuarios –en su mayoría jóvenes y adolescentes– no se plantean el origen de las empresas, ni de su capital, ni el comportamiento ético de la empresa que hay detrás. Solo si tienen la sensación divertida de que es la que está más de moda, la usan –muchos compulsivamente– y ya está. Y, además, contagiando a los adultos cercanos. Seguramente, si preguntas a responsables y periodistas que incluyen contenidos de sus programas en esta red ignoran que la sede central de su empresa matriz, ByteDance, está en Pekín, o que la fundó el empresario chino de internet Zhang Yiming. A este, en septiembre de 2020 el Departamento de Justicia de EE.UU. se refirió como "portavoz" del Partido Comunista Chino en un expediente legal. O igual esto les parece secundario.
TikTok está de moda y es muy viral –capta nuestra atención de forma muy efectiva–, y lo demás, el contexto, parece no importar. TikTok forma parte del gran zoco global de fans y creyentes. Su algorítmica tiene efectos sociales demoledores, tanto en lo bueno (la economía para las empresas), como en lo malo (manipulación profunda, polarización o radicalización cuya inducción algorítmica ignoran los afectados).
Recuerden el escándalo Cambridge Analytica. Recuerden el asalto al Capitolio. Yo diría que esta es, ahora mismo, una de las más grandes paradojas de la actual 'guerra' global por la atención en la que, al parecer, para las plataformas sociales globales nada importa más que la rentabilidad, todo suma sin importar la racionalidad ni el contexto. Solo importan las emociones vengan de lo que vengan. Son buenas para el negocio.