Leyendo en este mismo medio la última 'Serendipia' de Alberto Iglesias Fraga ("La encrucijada de la innovación ante las elecciones del 23 de julio") veo datos interesantes como que las sociedades más innovadoras generan empleos de más calidad (cada punto de incremento en el European Innovation Scoreboard supone un incremento de 338 euros en la renta per cápita de los países europeos) o que la innovación es la responsable de que los costes de la energía fotovoltaica hayan caído un 85% en los últimos diez años. Y acaba con una reflexión que me parece triste: todo lo anterior no importa nada porque la innovación no da votos. Aunque no me atrevo a discutirla por razones obvias.

Empiezo hablando de un tema tan importante como la innovación porque realmente es crítica para mejorar la productividad  y la competitividad de los países; lo que siempre redunda es mayor calidad de vida para los ciudadanos. Es urgente que nuestra todavía joven democracia madure y que dejen de vendernos que solo existen dos opciones, la tan manida polarización.

Todos sabemos (incluso los políticos) que las cosas no son blancas o negras, que hay infinidad de colores. El reto es conseguir que no dependamos sólo de las encuestas y de la intención de voto; que la razón prevalezca sobre el cortoplacismo político. Si queremos transformar España tenemos que pensar a largo plazo, necesitamos pensar más en el bien común y menos en colores. Ese era precisamente el objetivo de los fondos EU Next Gen: transformar el tejido productivo de los países que formamos parte de la Unión Europea, con un especial foco en la transformación dual, verde y digital.

No os preocupéis, que ya llego a nuestros queridos criterios ESG. He empezado hablando de innovación no sólo porque es parte fundamental del mundo ESG, sino porque al contrario que le pasa a la tan necesaria innovación, ESG en general y sobre todo la sostenibilidad y lo social sí que dan votos. 

Además, justo hoy me ha llegado información de un webinar de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago Booth que me parece, cuanto menos preocupante; se llama Is Corporate ESG “Woke” Capitalism? (¿Es ESG corporativo capitalismo“despertado”, en español?”). Si el título no os dice mucho, la descripción de la sesión seguro que os ilumina: dieciocho estados de EE.UU. han propuesto o han aprobado leyes que restringen a esos Estados hacer negocios con empresas que usan criterios ESG, argumentando que las corporaciones están utilizando estas herramientas para impulsar sus propias agendas políticas.

Algunos políticos han argumentado que la sostenibilidad medioambiental, social y de gobernanza son parte de lo que ven como capitalismo "woke", un amplio paraguas que se refiere al apoyo público corporativo para temas tan variados como el acceso al aborto, abordar la desigualdad racial, los derechos LGTBIQ+ y más.

Esto también me huele a polarización y, lo que es peor, a un uso partidista de la información; lo que viene a ser la politización de los criterios ESG. Lo siento mucho, pero creo que deberíamos aprender a no caer en la tentación de comprar esos mensajes populistas que se apropian de la preocupación por el medio ambiente, por la sociedad o por la gobernanza (que se hagan las cosas bien). 

¿Qué será lo próximo? ¿Decir que los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y la Agenda 2030 de Unicef tienen un color político? ¡Lo siento, pero no! Todas las personas conscientes estamos a favor de acabar con la pobreza en el mundo o a favor de que se construyan infraestructuras resistentes, de que se promueva una industrialización inclusiva y sostenible, y obviamente de que se fomente la innovación. Por mencionar dos ejemplos de los 17 que componen los ODS. 

Veo muchas veces preguntas tipo qué mundo queremos para la infancia o qué vamos a hacer para conseguirlo y creo que debemos dejar de polarizar y de politizar las cosas. ¡Ni que pensar en el planeta, preocuparse por el medio ambiente y demás fuese de izquierdas o de derechas! Es de personas conscientes que se preocupan por el planeta y por el prójimo.