Los fundadores se conocieron en OnDeck, una comunidad online para creadores y emprendedores. A los pocos días de seguir el programa online se dieron cuenta de que tenían que pasar de los deseos y ensoñaciones a planes concretos. Así fue como nació Latitud, una comunidad que da formación, cohesión y ayuda a conseguir inversión a startups de América Latina.
Así es como Gina Gotthilf, persona clave en el crecimiento y expansión de Duolingo, y Brian Requarth, fundador de VivaReal, proptech pionera en la región. Ella es brasileña con amplia experiencia en Estados Unidos y América Latina.
Él es californiano, casado con una colombiana y fundador de una startup que revolucionó el mercado inmobiliario en Brasil. Y después se vendió a OLX por más de 600 millones de dólares. A Gina Gotthilf y Brian Requarth se les une como fundador Yuri Danilchenko, con un perfil más técnico.
Les une la pasión por la creatividad y talento en la región y las ganas por hacer que sea todavía más relevante para los inversores. “Hay potencial, pero faltan algunos puntos por potenciar. El capital ha cambiado en los últimos 10 años, pero no es lo único que ofrecemos. También conocimiento y mentoría”, sostienen. Esto último es especialmente apropiado cuando el ecosistema no tiene gran cohesión: “Necesitas alguien que te ayude a resolver. Y también conectar con la comunidad.
Requarth explica que se sienten parte de un movimiento de “ángeles operadores”, como denominan a los inversores en fases tempranas que no se conforman con poner dinero en la startup, sino que además se involucran aportando sus conocimientos. En el caso de los fundadores técnicos, procuran ayudar, además con captar talento y contratar perfiles que pueden no estar a su alcance de manera evidente.
Gotthilf va más allá. Ella se especializó en ayudar a compañías de Estados Unidos a entrar en América Latina. Ahora quiere hacer el viaje inverso: “Hacer que compañías de Latam puedan tener éxito en Estados Unidos. Empezando por conseguir capital. Es una manera de devolver lo mucho que me han dado”. Quieren priorizar aquellos emprendedores que suelen quedar fuera del radar: mujeres, personas de colores y los que son diferentes, ya sea por origen contexto social, estudios…
Durante 2020, en pleno Covid, hicieron sus dos primeros programas en remoto. En 2021 confían en poder hacer en persona el demoday, como se llama a la presentación a inversores al final del programa. “Construir en este caos es un reto, pero también un aliciente”, destacan. Ya van por la tercera hornada de startups en su programa.
Brasil, una gran oportunidad
El programa se lleva a cabo en inglés. “Esto unifica y todos los que se presentan ya hablan el idioma”, explica la cofundadora. Aprovecha para destacar las bondades de su país: “Es como un mundo en sí mismo. Hay un punto curioso y es que el brasileño, cuando llega a Estados Unidos comienza a sentirse latinoamericano”.
Brian Requarth, que ha vivido en México, Brasil y Colombia, acaba de publicar su libro “Viva The Entrepreneur” donde relata su aventura creando, escalando y consiguiendo fondos para Viva Real, tiene un consejo inspirador para los que quieren seguir su estela: “Pensar grande cuesta lo mismo que pensar pequeño”. En su opinión, la región necesita más modelos de emprendedor para que nuevos fundadores se animen a dar el paso de crear su startup.
Por ahora no toman un porcentaje de las startups por hacer el programa. Tampoco les cobran. Sí los conectan con inversores y están contemplando la opción de crear un fondo propio.