La noche del 24 de junio de 2021 está marcada en el calendario. En cuestión de minutos el edificio de Surfside, al norte de Miami Beach, se tambaléo y se conviritió en polvo. No hubo derribo. Solo una serie de constantes malas prácticas a lo largo de los años. Desde la construcción hasta el mantenimiento.
Desde entonces, ser dueño de un apartamento en la zona acarrea gastos extra. No solo para el pago de seguros, sino también para cumplir con las ordenanzas que exigen controles más estrictos y también modificaciones, en ocasiones estructurales.
La visión de Miami como el Waterworld de Kevin Costner es una distopía, sí, pero tiene algunos puntos en común. No es que esté bajo el agua, pero los últimos estudios indican que el hundimiento es más rápido y pronunciado de lo previsto. Además, afecta a construcciones de última generación, grandes rascacielos, en su mayoría de lujo.
El estudio publicado el pasado viernes destaca la situación de 35 edificios, entre ellos hay nombres como Surf Club Towers, el hotel Faena, epicentro de la movida nocturna durante Art Basel, Trump Tower II, Trump International Beach Resorts y la Porsche Design Tower. Entre 2016 y 2023 han perdido tres pulgadas, alrededor de 8 centímetros de media.
El problema no es que se sepan los datos, sino el cómo se reacciona a ellos. El negacionismo es una de las opciones más comunes, porque ¿quién dejaría de construir mientras se siga vendiendo al mismo ritmo?
Y quizá ahí esté la raíz de problemas venideros: ya no se vende al mismo ritmo. Al menos no este tipo de construcción que viene con muchos costes ocultos, que se añaden una vez que el edificio está habitado. Se aceptan cómo son. El HOA famoso. Se trata del equivalente a pagar "la comunidad" en nuestro entorno pero con algunos añadidos como jardín, gimnasio, piscina, conserje, aparcacoches… Es difícil encontrar un lugar donde se paguen menos de mil dólares al mes en este concepto.
Este es sólo uno de los grandes problemas que enfrenta Miami para seguir con su crecimiento y optimismo. Dentro de este capítulo, podemos destacar algos retos relevantes para, si no solucionar, por lo menos intentar paliar en el venidero 2025.
Alquiler
Todos estos costes de mantenimiento, impuestos y comunidad se reflejan en el alquiler. El precio mensual por un apartamento de una habitación, de media supera los 2.500 dólares. Algo que no es descabellado en otras ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, Los Ángeles, Boston o San Francisco, pero que sí tiene un impedimento añadido en Miami, los salarios.
El boom tech ha traído una nueva fuerza laboral, en su mayoría desde Silicon Valley, Texas o Nueva York. Este movimiento pandémico hizo que sus dólares sirviesen más, se alargasen aquí. Una de las medidas de las empresas tech para hacer que vuelvan a la oficina ha sido ajustar salarios según el estado en el que trabajen. Y, sí, no cuentan Florida como uno de los Tier 1. Aunque Miami tenga el mismo coste que las urbes mencionadas anteriormente.
En general, los salarios son menores. Y hacen que el talento no quiera quedarse aquí. Aunque el nivel de las universidades no deje de crecer, las oportunidades iniciales son difíciles de encontrar aquí. La fuga de cerebros post-graduación es otro punto por resolver.
Transporte
El transporte público no es una opción si se quiere llegar en hora a cualquier parte. Tan solo el metromover, infrautilizado, pero bien pensado, gratuito, ignorado quizá por desconocimiento, representante una gran utilidad para moverse por el centro de la ciudad.
Todo esto por no hablar de autopistas de más de seis carriles, pero eternamente congestionadas. O de un aeropuerto que es clave para el turismo, una de las grandes bases de American Airlines, y que, sin embargo, ya no puede gestionar el flujo de viajeros. Es habitual que el parking esté saturado.
No es que nos haya conquistado una ola de pesimismo, al contrario. La semana que viene destacaremos todo lo positivo que aguarda el próximo año, pero sí conviene, de cuando en cuando, bajarse un poquito de la nube y echar pie a tierra.