El sábado pasado los residentes de San Francisco se despertaban con una peculiar noticia: un aviso de tornado, la primera alerta de este tipo que recibían en la historia de la ciudad.
El mensaje que los ciudadanos recibieron en sus teléfonos era alarmante: “¡Advertencia de tornado en vigor hasta las 6:20 a.m. para el norte del condado de San Mateo, incluyendo partes del centro de San Francisco! ¡Busca refugio de inmediato!”
La tecnología ha avanzado y ésta ha sido la primera vez que un radar ha podido detectar este fenómeno antes de que sucediera en la zona. El último tornado en la ciudad se produjo en el año 2005 y los radares no fueron capaces de detectarlo, dañando más de 150 hogares.
En esta ocasión, todo quedó en un susto, pero más de 220.000 personas estuvieron sin electricidad durante horas.
Éste no es el único tornado informativo de la semana por estas tierras. También se ha producido un tornado de millones de dólares que ha volado directamente desde Silicon Valley a Washington D.C. para la inauguración de Trump.
Tras ver el éxito que Elon Musk obtuvo con las donaciones a Trump durante su campaña, los demás millonarios del sector tecnológico buscan ganarse favores con la nueva administración republicana.
Tanto Jeff Bezos, como Mark Zuckerberg, ya han donado, a través de sus compañías, un millón de dólares cada uno para los gastos de la toma de posesión del futuro presidente.
Bezos y Zuckerberg han visto el peligro llegar. Con Musk como aliado principal de Trump, Bezos teme que su compañía aeroespacial, Blue Origin, siga perdiendo terreno ante SpaceX, encabezada por Musk. Sucede justo lo mismo con Zuckerberg y su miedo a que los republicanos favorezcan a X frente a Meta.
La startup que podría sufrir un mayor daño colateral es OpenAI. Musk está haciendo todo lo posible para evitar que la organización sin ánimo de lucro se convierta en una compañía hecha y derecha, cambiando su modelo de negocio de manera radical.
El multimillonario, que hace una década intentó hacerse con el control de OpenAI y autoproclamarse CEO, a su más puro estilo, quiere obstaculizar el éxito de ChatGPT a toda costa.
OpenAI respondió a estos ataques la semana pasada publicando unos emails de Elon Musk, cuando era inversor de la organización, en los que se dejaba claro que su misión era conducir la firma por el mismo camino que ahora intenta obstaculizar.
Por eso, no es de extrañar que Sam Altman, CEO de OpenAI, también se haya querido sumar a la fiesta y haya anunciado su intención de donar otro millón de dólares para la inauguración de Trump. En esta ocasión el dinero provendría de su propio bolsillo.
Es un claro ejemplo de la expresión de cuando se te cruza el diablo, más vale hacerte su aliado.
Siguiendo con la metáfora de los fenómenos climatológicos, ésta no es la única tormenta a la que se ha enfrentado OpenAI esta semana. Zuckerberg intenta hacer buenas migas con Musk y se ha aliado con el futuro cabecilla del Departamento de Eficiencia de EE.UU. para obstaculizar las intenciones de la firma de inteligencia artificial rival.
Meta envió la semana pasada una carta al fiscal general de California, Rob Bonta, asegurando que permitir el cambio operativo de OpenAI “conllevaría implicaciones sísmicas para Silicon Valley”.
La carta de Meta asegura que “si el nuevo modelo de negocio de OpenAI es válido, los inversores sin fines de lucro obtendrían las mismas ganancias que los inversores que participan de manera convencional en empresas con fines de lucro, mientras también se benefician de las deducciones fiscales otorgadas por el gobierno.”
No hay que olvidar que Meta, al igual que xAI, cuenta con su propio modelo de inteligencia artificial, Llama.
Con las vísperas navideñas a la vuelta de la esquina, esperemos que los vientos se calmen, porque enero de 2025 viene con intensidad con la prohibición oficial de TikTok en Estados Unidos y la nueva administración Trump.