Este proyecto va de cómo tres ciudades alejadas entre sí -sobre todo una de ellas- trabajan de forma conjunta en solucionar un problema que se puede plantear todavía más lejos, a 400.000 kilómetros de aquí.
El hito que persigue la Agencia Espacial Europea (ESA) de poder instalar bases preparadas para la vida humana en la Luna implica el desarrollo constante de proyectos de base tecnológica que garanticen todo lo necesario para hacerlo posible.
Por todo el mundo emergen iniciativas disruptivas que, de alguna u otra forma, empiezan a acercar al ser humano a esa posibilidad.
Nuestro país, con un potencial en tecnología aeroespacial cada vez más potente, también está implicado en esta carrera. Un ejemplo de este tipo de proyectos innovadores de los que la ESA quiere alimentarse nace, como decíamos, del trabajo conjunto de los ecosistemas especializados de tres ciudades españolas diferentes: Orense, Oviedo y Lanzarote.
Desde principios del año pasado, personal investigador de las universidades de Vigo -en el Campus de Orense- y Oviedo y de la empresa EOSOL Ingeniería desarrollan el proyecto Antennas for Underground Communications.
Su objetivo es proporcionar a la ESA el diseño conceptual de una antena de comunicaciones que pueda funcionar en el interior de cuevas de la Luna. Su propuesta acaba de someterse con éxito a ensayos técnicos, donde se probó su respuesta a las temperaturas y vacío del espacio.
Conviene remarcar, en este punto, que la necesidad de hacer accesibles las cuevas existentes en territorio lunar no es fruto de un capricho, sino una estrategia bien estudiada por parte de la agencia europea.
Según señalan los miembros del proyecto, uno de los focos de interés prioritarios actualmente en el estudio de la Luna son sus cuevas, "tras ser identificadas varias entradas a tubos de lava paralelos al suelo y de grandes dimensiones".
En el camino que están recorriendo las agencias espaciales de cara al establecimiento de futuras bases humanas en el satélite de la Tierra, estas cuevas, "aún por explorar", son "formaciones de interés porque podrían ser un lugar muy bueno para estar protegidos de la radiación, que impacta en el cuerpo de los astronautas, y porque las temperaturas en su interior son relativamente más estables que en la superficie, donde hay muchos grados de diferencia del día a la noche".
Para entender cómo surge esta iniciativa financiada por la Agencia Espacial Europea, uno de los investigadores, Fermín Navarro, explica que la ESA inicialmente genera proyectos de carácter global como, por ejemplo, uno anteriormente realizado por los mismos investigadores llamado RoboCrane, destinado a diseñar un rover -los vehículos especiales desarrollados para la Luna- y una grúa para bajar robots pequeños al interior de las cuevas.
Posteriormente, la ESA divide estos proyectos globales en otros más concretos, estudiando cada parte separadamente.
Así nació Antennas for Underground Communications, centrado específicamente en el diseño, fabricación y ensayos de una antena para ir a bordo de un rover destinado a entrar en cuevas de la Luna.
En el proyecto, que terminará en junio de este año, se aborda el diseño de las antenas teniendo en cuenta que se enfrentarán a este entorno desconocido, previéndose que sean cuevas más grandes y con superficies más regulares que en la Tierra, debido a la menor gravedad.
Pruebas en Lanzarote y Orense
A lo largo del desarrollo del proyecto, el equipo investigador analizó las posibilidades de comunicación en estas cuevas, teniendo en cuenta sus posibles características (como la altura y las propiedades de refracción de las paredes), pero también las características previstas del rover y de la ubicación en él de la antena.
Hecho el diseño conceptual de la antena, las primeras pruebas con ella se hicieron en Lanzarote en mayo de 2023 y posteriormente en una cámara especial para ver su comportamiento electromagnético.
Dando un paso más en estos ensayos, hace unas semanas se realizaron en Orense los ensayos técnicos necesarios "para comprobar que la antena se comporta igual en todo el rango de temperaturas que se espera que enfrente en el espacio".
Se probó en condiciones de espacio, es decir, en vacío, y sometiéndola a temperaturas extremas previstas para el interior de las cuevas, desde menos 20 grados a 60 grados.
"En esta parte del proyecto lo que tenemos que hacer es medir la antena en un entorno similar al que va a encontrarse cuando vaya a la Luna: un entorno en vacío y en una temperatura cambiante", comenta Germán León, profesor del área de Teoría de la Señal y las Comunicaciones de la Universidad de Oviedo.
Para estos ensayos técnicos se eligieron los casos extremos, de muy frío y muy caliente, aplicando a la antena un ciclo de frío a caliente y monitorizando su comportamiento y temperatura a lo largo de este ciclo. "Por ahora va todo bien. La respuesta es positiva", señala el investigador. Antes del final del proyecto, los investigadores volverán a hacer ensayos en Lanzarote, en el mes de mayo.