Manuel Borges, ingeniero y diseñador industrial con estudios en Alemania e inventor armado de perseverancia y larga paciencia, ha logrado una patente del tipo PCT (Patent Cooperation Treaty), que da cobertura hasta en 153 países, para un artefacto al que llama "camilla robótica Coby 1".
¿Por qué robótica?, inquiere D+I, tras asistir en la sede de la Fundación Pons a una demostración de las múltiples habilidades del dispositivo, que lo mismo sirve para recoger de la cama a un paciente que para bañarlo discretamente o, en un asunto todavía más íntimo, ponerlo en situación de cumplir con sus necesidades fisiológicas. Todo ello, dirigido manualmente mediante una pequeña tableta de control durante la presentación.
O sea, ¿por qué la llama 'robótica'? "Muy sencillo: porque se mueve como un robot, tiene la disposición de un robot y posee un 'autómata' [sic], que es el principio de los robots", responde Borges con una sonrisa cargada de razones.
Los movimientos del mecanismo durante la presentación han sido, efectivamente, dirigidos sobre la marcha con un control manual, "actúa directamente con lo que yo quiera que haga, cualquier movimiento", admite el ingeniero, pero también puede programarlos y entonces "funciona en automático, robóticamente".
El diseño del inventor canario consta de tres bandejas combinadas y articuladas, para formar la plataforma de la camilla, que permiten situar a la persona que la utiliza prácticamente en cualquier posición: tumbado, sentado, semirreclinado y con el torso erguido, etc.
Cada una de esas tres piezas incluye un tapiz que puede girar sin fin al estilo de las cintas para correr y en perpendicular con la alineación de la plataforma. Pero se mueven con tanta suavidad como sea menester. Eso permite movilizar al paciente para cambiarlo de posición, hacerlo girar hacia un costado o ponerlo bocabajo.
"Se le puede hacer girar 180 grados, o hasta 360 grados, sin que la persona que le tiene que ayudar necesite hacer grandes esfuerzos. Basta con sujetar levemente el cuerpo para que lo hagan girar las cintas", explica Borges.
Ahorra problemas de espalda a los cuidadores
Asegura que la mayoría de los que tienen que atender a una persona inmovilizada, sean familiares o personal de enfermería, suelen acabar padeciendo problemas de espalda por los esfuerzos. Y ese es otro problema que resuelve su camilla.
Los destinatarios de este mecanismo, identifica, pueden ser tanto personas con patologías inmovilizadoras como hemiplejias, tetraplejias y daños neurológicos o en situación de extrema debilidad, ancianos o cualquier otro caso de incapacidad para valerse.
Como parte de la demostración, con su hijo -también Manuel Borges- haciendo de enfermo al tiempo que maneja el control remoto, el inventor hace que su camilla se acerque al paciente inmovilizado en una cama. Le coloca dos soportes de sujeción, para mantener estables el cuello y los pies.
Entonces las bandejas de la camilla, con perfil en forma de cuña, asumen una cierta inclinación bajando a la altura de la cama, se deslizan suavemente por debajo del sujeto y los tapices giratorios sin fin hacen tracción con las sujeciones de cuello y pies, arrastrando al sujeto sobre la camilla.
Una operación rápida y aparentemente sencilla, que por un momento despista a Borges hijo, que no se había dado cuenta de que ya estaba totalmente encima de la camilla.
En el centro del dispositivo hay una columna con un potente sistema hidráulico, para subir y bajar las plataformas. También puede desplazarse de frente, para acercarse o alejarse, como en el ejemplo anterior, a la cama donde ha de recoger o depositar de nuevo al paciente. Y, por supuesto, todo el dispositivo puede desplazarse libremente con sus propias ruedas.
Ver el mar y retrete incluido
Borges insiste en que su invento aporta una nueva vida "y dignidad" a pacientes inmovilizados, que no tienen que pasarse todo el día tendidos y desesperando, sin otra posibilidad que "mirar al techo", dice, aludiendo al polémico caso de Ramón Sampedro y su suicidio asistido en 1998.
Con la camilla en posición de silla, los pacientes pueden ser llevados a distintos lugares, permanecer al aire libre o mirar por una ventana. "Ver el mar", apostilla.
En el aspecto de la dignidad personal, subraya Borges que en la camilla se puede montar un sistema de impermeabilización, con tubería de desagüe, para recibir una ducha, e incluso se puede trasladar al cuarto de baño para ello.
El agua no es problema. "Todo es acero inoxidable y aluminio. Funciona con una batería de 12 voltios, que es lo que indica la ley para poder trabajar con agua", especifica Borges a D+I, añadiendo que la caja de la máquina siempre queda protegida del líquido. En cuanto a la batería, asegura que "dura cinco días y se carga en tres horas".
También, como ya se ha indicado, ha pensado en las necesidades fisiológicas. De las tres bandejas que conforman la plataforma (que pueden separarse entre sí para dar cabida a una persona de hasta 2,20 metros de estatura), la central, que hace de asiento en la posición de silla, es desmontable.
Para el fin indicado, la sustituyen dos soportes menores, separados entre sí, y un inodoro químico que se sitúa debajo, de manera que "las nalgas se apoyan perfectamente" para el uso. El retrete es "autolimpiante y autodesinfectante". Cuenta con un tubo para evacuar los residuos.
Cuesta entre 6.000 y 8.000 euros
Y todo esto, ¿cuánto cuesta? "Pues mire usted, entre 6.000 y 8.000 euros", aventura el inventor, explicando que hace los cálculos, contando con los componentes que él ha comprado, "20 veces más caros, pero comprando por volumen...". En esa cifra estimada incluye múltiples accesorios como el inodoro, las sujeciones para mover al enfermo, barandillas quitamiedos, la 'bañera', varillas para colocar cortinas y una barra para empujar la camilla.
Asegura que el precio estaría cerca del de "una cama de hospital", que suelen contar ya con bastantes elementos mecanizados, pero en su caso añade "todos los componentes extras de robótica, que son carísimos" y marcan una gran diferencia en el uso.
Lo que Borges plantea como deseo es "que cada persona que por alguna patología no puede moverse sí pueda tener una máquina como esta". Le motiva desde 1978 la memoria de su padre, fallecido tras permanecer inmovilizado en una cama de hospital.
Las penalidades que pasó su progenitor le animaron a buscar una solución tecnológica. Cuenta que recorrió medio mundo visitando hospitales y así fue germinando su idea para construir la camilla que le ha llevado cuatro décadas convertir en un prototipo único.
310 millones de posibles usuarios
"Hay 310 millones de personas encamadas en todo el mundo", advierte, mientras busca "un inversor que tiene que saber que este es un invento único en el mundo y está patentado. Ahora tengo casi todo el mundo para mí…".
Confiesa que está en conversaciones con posibles inversores, probablemente alguno de los escasos filántropos que hay en España, apuntan a D+I, para poder abordar un plan industrial. Pero Borges se resiste a dar nombres ("no puedo, no puedo, no puedo…", repite varias veces).
Sí puede añadir que el uso de su invento está probado sobre el terreno. Es su capítulo de grandes agradecimientos. Por una parte, el hospital San Juan de Dios de Tenerife, donde encontró "un lugar para probar" su camilla robótica, y el director Juan Manuel de León, quien a su vez se deshace en elogios a través de una conexión online. Y por otra parte, gratitud a la organización de Pons IP, que le ha asesorado y ayudado a gestionar y abordar el coste económico de su solicitud de patente global.