Cuando en un restaurante, alguien levanta la mano dirigiéndose al camarero y hace el gesto de escribir, no hace falta que diga nada para saber que lo que quiere es conocer el monto de lo consumido para pagar. Los menos, lo hacen usando dinero en efectivo; los más, utilizando su tarjeta bancaria; algunos, echando mano de su teléfono móvil o su smartwatch; y sólo unos pocos con un gesto tan sencillo como colocar su mano sobre el datáfono. Y si nos fijamos, lo único que llevan en ella es un anillo.
Ese anillo es el fruto de varios años de colaboración entre Elena Yorda y Elena Fuenmayor, dos ingenieras y emprendedoras en serie sénior que acumulan varios años de experiencia en la puesta en marcha de diferentes proyectos. Precisamente del fracaso de uno de ellos, nació Rikki.
“Hace unos años lanzamos una startup para crear unas pulseras de control de acceso y pago en recintos cerrados, como hoteles o festivales, pero no funcionó”, reconoce Yorda en conversación con D+I – EL ESPAÑOL. Lejos de desanimarse, centraron sus esfuerzos en la idea de un dispositivo “pequeño y discreto” que pudiera aplicarse en “circuitos abiertos” para realizar pagos en cualquier comercio.
Con chip y sin batería
Así fue como hace dos años empezó a andar Rikki. “Aunque la idea de desarrollar un anillo, que permitiera realizar pagos haciendo un gesto cómodo y natural, derivó de las pulseras prepago que intentamos sacar adelante en México, la tecnología de uno y otras es completamente diferente”, apunta Yorda.
Para lanzar el negocio, querían conectar el anillo con Visa y Mastercard, con las dificultades subyacentes que esto supone al ser el financiero un mercado con una regulación muy exigente. La solución fue que estas entidades generaran un token con el que toda la información del usuario y de la transacción estuviera encriptada. “De esta forma, hemos conseguido que este sistema sea más seguro que el pago con el móvil”, asegura la cofundadora.
En cuanto a la tecnología integrada en este pequeño dispositivo, dispone de un chip NFC y una antena que se encargan de transmitir los datos. Se gestiona desde una aplicación instalada en el teléfono móvil, desde la que también se puede bloquear en caso de pérdida o sustracción, y no tiene batería. “Se recarga cuando se acerca al datáfono”, concreta Yorda, “así siempre está disponible para utilizarlo”.
“Rikki está pensado para usarse en pequeños pagos, cuando vamos a la playa, a la piscina, a jugar un partido de pádel o tomar algo con los amigos. Para transacciones mayores siempre pide el PIN”, aclara. En España, el límite es 50 €, pero difiere de un país a otro, porque este peculiar dispositivo se puede vincular a cualquier tarjeta bancaria en curso dentro de la Unión Europea, siempre que sean Visa o Mastercard.
Lo próximo: abrir la puerta de casa
Como la idea no solo era crear un sistema de pago cómodo, sino también un dispositivo “elegante”, las fundadoras han puesto especial atención en su diseño. Está fabricado con cerámica hipoalergénica de alta resistencia a golpes, a caídas y al agua, pudiendo sumergirse a una profundidad de hasta 50 metros. Y se entrega en un joyero hecho con madera de olivo.
El proyecto tiene un carácter muy personal. El empeño de ambas fundadoras era tal que realizaron una inversión de 100.000 € de capital propio para su desarrollo, al que añadieron otros 100.000 para la puesta en marcha del negocio. Su comercialización, de momento, la confían al boca a oreja.
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“Nuestros clientes son nuestros mejores prescriptores”, afirma Yorda, quien cuenta cómo han detectado en su plataforma picos de venta por zonas, que atribuyen a recomendaciones entre sus usuarios. "Lanzamos el producto en marzo de 2023 y poco a poco hemos ido posicionando la marca, hasta conseguir que Rikki y su anillo de pago empiecen a sonar".
Admite que al principio las ventas eran mínimas, "pero gracias a una acertada estrategia de marketing, en los últimos meses hemos conseguido entrar en un crecimiento acelerado". El año pasado cerramos con más de 60.000 euros en ventas y la previsión de este año es multiplicar por 10. "Un reto ambicioso pero alcanzable".
El siguiente paso es la búsqueda de capital para escalar su negocio y aumentar las funcionalidades de este tipo de dispositivos pasivos (aquellos que no integran una batería). Abrir la puerta de casa, de la oficina o del coche son sólo algunas de las ideas que rondan por su cabeza para que no tengamos que llevar el teléfono siempre encima y podamos ejecutar acciones cotidianas con un gesto tan simple como levantar ligeramente la mano.
¿De dónde viene el nombre de Rikki?
"No queríamos un nombre tecnológico (los hay a patadas), aunque la solución fuera pura innovación. Buscábamos confianza y cercanía porque queríamos dar una imagen más humana. Así que antes del nombre surgió el anagrama de la compañía, un muñequito con aires mironianos [inspirado en Joan Miró], dinámico y entrañable, que inspira cercanía", explica Elena Yorda, una de las cofundadoras de esta startup, a D+I - EL ESPAÑOL.
A partir de ahí, buscaron una manera de bautizar ese anagrama con un nombre que tuviera una inicial que guardara una relación visual con él (de ahí la R), que fuera fácil de recordar y poco usado en internet, "con el objetivo de que lo pudiéramos posicionar sin colisionar con otras marcas ya consolidadas".