¿Puede un robot inventar? El sistema de patentes, en jaque
La legislación actual no permite que la inteligencia artificial registre una invención porque entiende que solo la persona física puede crear, ¿se está quedando obsoleta?
1 octubre, 2019 07:00Pongámonos en antecedentes. El ingeniero Stephen Thaler crea una inteligencia artificial a la que llama Dabus AI. Este algoritmo diseña por sí solo dos nuevos productos: un contenedor industrial y una lámpara. Ambos inventos son susceptibles de ser patentados, pero Thaler decide hacer el registro a nombre Dabus AI. ¿Resultado? Ni Reino Unido ni Europa ni Estados Unidos aceptan la solicitud. La inteligencia artificial no puede patentar. Así de rotundo. Básicamente porque no es una persona, pero en un escenario donde esta tecnología será la responsable de cada vez más invenciones, ¿se está quedando obsoleto el sistema de propiedad industrial e intelectual?
Partimos de que no hay un mismo sistema para todos los países y que "España va a contracorriente del resto del mundo", señala Borja Adsuara, abogado experto en derecho digital. Aquí la propiedad industrial se protege mediante las patentes y las marcas, mientras que la intelectual se regula con derechos de autor. En Estados Unidos, por ejemplo, el software sí que se puede patentar, pero no en Europa. "Se optó por el sistema de derechos de autor porque se le dio el mismo tratamiento que a una obra literaria", explica. "El cacao es tremendo".
Dentro de ese embrollo, surge ahora un cambio tecnológico (y social) que plantea nuevas cuestiones de base. Independientemente de si la fórmula es la patente o la propiedad intelectual, ¿qué pasa cuando el creador de un invento es una máquina? "Las legislaciones actuales no contemplan esa posibilidad", comenta José Carlos Erdozain, abogado experto en propiedad intelectual de PONS IP. Aunque puntualiza que "el derecho se mueve". "Algo que en un momento histórico determinado podía parecer increíble, años después se convierte en realidad". Piense en el voto, los derechos de la mujer, el divorcio, el matrimonio entre personas del mismo sexo...
En este caso también se produciría un "cambio fundamental". Y es que se rompería un dogma tan sencillo como que el autor o inventor de algo debe ser una persona física. Ni siquiera las personas jurídicas tienen este derecho. Si se aceptase en la inteligencia artificial, "partiríamos de la base de que rendimos cuentas a las máquinas".
"Lo que marca la diferencia entre una respuesta preprogramada y una reacción humana espontánea es la clave para actualizar el estatus de los robots y establecer una norma", apuntaba Erdozain en una conferencia reciente en Japón. "Estaríamos de acuerdo en que la respuesta de la inteligencia artificial a un estímulo externo estaría programada». Y añadía: "Pero igual que los humanos también hemos sido previamente educados".
Ya es posible que un software, programado con un número de respuestas prestablecidas, pueda aprender y hacer una deducción propia cuando se encuentra con algo que su desarrollador no había tenido en cuenta. Todo gracias a las llamadas redes neuronales que imitan el comportamiento del cerebro humano. Nacen así nuevas inteligencias artificiales que componen melodías, escriben artículos, pintan cuadros... Es cuestión de tiempo que se extienda su uso, pero ¿es esto creatividad?
"Hay muchos tipos de creatividad", destaca Richard Benjamins, Data & AI Ambassador de Telefónica. "Las innovaciones disruptivas como las de Einstein y las que cogen algo que ya existe y consiguen hacer una combinación nueva", agrega. La inteligencia artificial, hoy por hoy, no es capaz de reemplazar la mente del físico alemán, pero sí de tomar patrones y generar nuevas propuestas. Aunque, matiza Benjamins, "no sabe lo que está haciendo, no tiene conciencia de la materia". Aquí se abre otra cuestión que no solo atañe a las máquina: ¿para crear hace falta conciencia?
"El hombre se diferencia de los animales en que es capaz de crear. Este es el origen de la propiedad industrial, con las herramientas; y de la intelectual, con las pinturas rupestres", argumenta Adsuara. "El derecho mismo es una creación humana", añade. "Una máquina no tiene capacidad de creación por sí misma, no haría nada si no hubiese sido programada anteriormente", afirma. "Incluso aunque haya aprendizaje profundo, al menos, por ahora".
El experto defiende que cualquier obra de creación que surja de la máquina debe atribuirse al humano, ya sea su creador, su usuario o el responsable del entrenamiento con datos. La ley británica ya tiene esta consideración en cuenta, de momento, en las creaciones artísticas. Erdozain hace referencia al UK Copyright, Design and Patents Act que establece que "en el caso de un trabajo literario, dramático, musical o artístico generado por ordenador, la autoría debería ser de la persona que se ha encargado de los arreglos necesarios para la creación del trabajo". Esta norma también especifica que el ‘trabajo generado por ordenador’ es aquel "que lleva a cabo una computadora en circunstancias en las que no hay ningún humano autor del trabajo".
Persona electrónica
Existe un concepto a debate que podría dotar de personalidad jurídica a las máquinas: el de persona electrónica. De hecho, uno de los grandes frenos a la hora de reconocer derechos a la inteligencia artificial es de quién es la responsabilidad de sus acciones. Se trata, en pocas palabras, de una cuestión de seguridad jurídica. De momento quien asume las consecuencias es la empresa o persona que hay detrás. De hecho, este es uno de los quebraderos de cabeza de todos los agentes envueltos en el desarrollo del coche autónomo.
La figura de persona electrónica permitiría conceder esa personalidad jurídica a la inteligencia artificial y dotarla de seguridad "a ciertos efectos". Los más escépticos deben recordar que ‘persona’ no es sinónimo de ‘ser humano’, al menos como concepto legal. "Igual que existe la persona física y la jurídica, podría existir la electrónica". "No sería un ser humano, de la misma forma que El Corte Inglés no lo es".
Esta fórmula resolvería también los ‘impuestos a los robots’. Benjamins habla de una opción que está sobre la mesa y que contempla que las máquinas ‘guarden’ un porcentaje de cada beneficio que generan. Así, si se les responsabiliza de algo, pueden pagar la indemnización con el fondo ahorrado.
"Al final acabaremos volviendo al Derecho romano", concluye Adsuara. A su juicio, "si las maquinas algún día tienen derechos, estos corresponderán a los amos, igual que los de los esclavos en Roma". "El derecho es una creación humano y el sujeto del derecho es el ser humano, el resto, como pueden ser las máquinas o los animales, solo son objetos de derecho".