Uno de los signos de la actual revolución tecnológica es la velocidad del cambio. Apenas unos meses después del estallido de la pandemia de la Covid-19, el sector de la salud ha sido capaz de hacer un balance en profundidad del impacto y de alumbrar las claves de una reinvención de la práctica médica que afectará a todos los eslabones de la cadena. Un amplio espectro de empresas y organizaciones civiles y públicas acaba de reunirse de forma virtual en una de sus principales citas anuales, la conferencia BIO (Biotechnology Innovation Organization) Digital 2020. Dejan muchas líneas a seguir.
Con frases lapidarias que reflejan la dimensión del desafío: "Realmente pensamos que la pandemia ha cambiado cómo hacemos ciencia", Sharon Chan (Johnson & Johnson Innovation); "Cuando la escala de la pandemia realmente se hizo evidente, vimos que esto no es el business as usual", John Young (Pfizer); "El tiempo es la nueva moneda de nuestra industria", Dave Ricks (Eli Lilly); "Realmente pienso que estamos en un punto de inflexión", Jim Greenwood (BIO); "La idea no es elegir un ganador, sino lanzar múltiples tiros a puerta", Mark McCellan (Duke Margolis Center for Health Policy); y, por supuesto, Anthony Fauci (NIH de EEUU): "Estoy muy animado por el hecho de que la industria ha dado un paso al frente, de manera muy diferente a lo que vimos con el SARS".
La nueva actividad clínica estará marcada por una revisión ampliada del concepto de colaboración, tanto entre la industria, como entre el sector público y el privado y, por supuesto, con los usuarios de salud. Dave Thomas, vicepresidente de BIO, explica que en apenas 20 semanas se han puesto en marcha 550 programas de investigación, de los que un 50% están liderados por Estados Unidos (280), seguida de China (39) y Suiza (26). Hay 216 compuestos en etapa clínica, "en términos de la cantidad de tiros a puerta, esto es un buen augurio", dice.
La clave del éxito radica en conseguir una puesta en común de estrategias y de información. Por una razón fundamental: hay que escalar la solución extremadamente rápido. "La escala de tiempo ha sido totalmente destrozada, cualquier cosa que cueste más de cinco meses supone no haber logrado ser tan buenos como podemos ser", proclama el presidente y CEO de Eli Lilly, Dave Ricks. Un desafío para las grandes compañías, en el que será crucial también la aportación de las "pequeñas" biotech, que deben ir preparando "casos convincentes y buscar su nicho", según William Hait de Johnson & Johnson.
"Todos necesitarán trabajar juntos", coincide John Markels, presidente de Global Vaccines de Merck. "Necesitamos entre 30.000-100.000 personas para obtener una respuesta clara sobre la eficacia. Necesitamos la colaboración entre la industria y el gobierno a nivel mundial para que se prueben estas vacunas". Estamos, añade, ante "una escala entre 1.000 y 10.000 veces superior a lo que supuso el ébola".
Merck trabaja en plataformas que permitan escalabilidad y tengan el potencial de ser eficaces y duraderas con una sola toma. Eso es clave. Arnaud Bernaert, del World Economic Forum, pone como ejemplo de los beneficios de la colaboración la iniciativa CEPI surgida en Davos en 2016, con Pfizer, Takeda, MSD, GSK, J&J y Sanofi como integrantes: "En este momento, tiene nueve vacunas en curso contra el coronavirus. Y tres de las posibles vacunas más conocidas, la de Moderna, la de CureVac y la de Novavax, están siendo financiadas por CEPI. Por lo tanto, es un ejemplo de lo que podemos hacer cuando reúne a líderes políticos y líderes empresariales y trabajan con el espíritu del acceso universal y la equidad".
Una vez se logre el descubrimiento, quedará aún mucho camino por recorrer. El problema de la producción de las vacunas y tratamientos se presenta descomunal. No está resuelta la escalabilidad en la fabricación, ni tampoco en la disponibilidad de las materias primas. El CEO de Moderna, Stephane Bancel, explica que, pese a su alianza con Lonza para producir 1.000 millones de dosis de vacuna al año, lo que más le preocupa es la batalla y la presión que se va a desencadenar por las materias primas, algunas de las cuales muestran claros síntomas de escasez como, atención, el vidrio.
El CBO de Pfizer, John Young, aporta otro componente de dificultad más: la prioridad para su empresa es la velocidad de respuesta, pero también trabaja activamente en resolver un asunto crítico, el precio.
Derivadas
El impacto de la Covid-19 en la práctica médica tiene otras derivadas de enorme trascendencia. El comisionado de la FDA, Stephen Hahn, plantea "la fabricación nacional de productos médicos. Para hacer eso, debemos entender cómo se ve la cadena de suministro, y solo podemos hacerlo trabajando mano a mano con la industria".
Durante la conferencia BIO se ha hablado mucho de la forma en que la tecnología digital, empujada por una crisis sanitaria como la actual, va a potenciar las pruebas diagnósticas y los ensayos clínicos descentralizados, fuera de los centros de salud. "Los pacientes tienen mucho miedo a ir a las clínicas, por lo que nos estamos volcando rápidamente en la recolección remota de evidencia, a través de vídeos o visitas de salud en el hogar, entrega de medicamentos a domicilio o monitoreo basado en iPad", apunta Mathai Mammen de Johnson & Johnson.
Nicholas Brooke, de Patient Focused Medicines Development, asegura que la pandemia está forzando a la industria a comenzar a implementar la telemedicina. Y Ratna Devi, de la International Alliance of Patients Organizations, recuerda que "es también importante mejorar la alfabetización digital básica, la industria podría invertir en grandes coaliciones para compartir recursos y repositorios de información de fácil acceso".
Llevando el asunto a su terreno, Rajeev Dutt, presidente y CEO de AI Dynamics señala que "uno de los problemas que estamos tratando de resolver es el hecho de que el descubrimiento de medicamentos actualmente cuesta alrededor de 2.500 millones de dólares durante un promedio de 12 años. Una de nuestras premisas centrales, y esto es algo compartido por varias compañías farmacéuticas en todo el mundo, es que el descubrimiento de nuevos medicamentos y terapias será impulsado por la inteligencia artificial".
Lo cual lleva a Baku Patel, de la FDA de EEUU, a hablar de una nueva regulación 2.0 que permita "proporcionar ese alto nivel de confianza en seguridad, eficacia, eficacia y, al mismo tiempo, no ser el obstáculo en el camino".
La reinvención de la medicina deberá incluir también una visión más humanizada del trato que reciben los propios equipos sanitarios. En BIO Digital 2020 se ha habladomucho de salud mental: Michelle Williams, de Harvard, asegura que "la pandemia ha arrojado una luz brillante sobre una carga preexistente de enfermedad mental que existe en todo el mundo. Los trabajadores de atención médica de primera línea están particularmente en alto riesgo, en gran parte debido a la enorme cantidad de tensión física y emocional que sufren a medida que avanzan para ayudar a proteger a la población de esta pandemia".
Un estudio de Tufts University señala que "por cada dólar invertido en salud mental en el lugar de trabajo, las empresas obtendrían 3-5 a cambio de un absentismo reducido, una mayor productividad, una moral mejorada, la capacidad de prosperar y menos automedicación".