Hoy, 5 de junio, se celebra como cada año desde 1972 el Día Mundial del Medioambiente. El propósito desde entonces es recordar la degradación que está sufriendo la Tierra con el uso intensivo de sus recursos naturales y la urgencia de que su temperatura no aumente más de 1,5º C para evitar las consecuencias del calentamiento global.
Son diversos los factores que están contribuyendo a ello, entre los que figura la generación de desechos sólidos, de los que cada año se recolectan en todo el mundo 11.200 millones de toneladas. Además, la descomposición de sus elementos orgánicos contribuye al 5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PUNMA).
Este organismo, principal autoridad en el mundo en materia de medio ambiente, acaba de publicar un informe que prevé que en el ámbito urbano estos residuos crecerán de 2.100 a 3.800 millones de toneladas entre 2023 y 2050. Su gestión supuso, en 2020, entre costos directos e indirectos. 362.000 millones de dólares. Y avisa de que si no se toman medidas para 2050 esta cifra puede llegar a duplicarse.
El uso de procedimientos inadecuados para su recolección y eliminación, provoca la contaminación del aire, el agua y el suelo, con consecuencias no solo económicas, sino también para la salud de las personas y los ecosistemas naturales. La principal solución es minimizar los desperdicios, pero esto no siempre es posible. La generación de residuos a veces es inevitable, por lo que la recuperación de materiales para su reutilización o reciclaje ha de ser una prioridad.
En este contexto, los centros tecnológicos de nuestro país llevan tiempo desempeñando una labor esencial a través de diversos proyectos. Desde el reciclado de aviones y aerogeneradores a la conversión de residuos electrónicos en nuevos materiales, no abordan únicamente los desafíos medioambientales, sino que también promueven una economía circular que evite que nuestro actual estilo de vida agote los recursos naturales disponibles.
Recuperar la plata de residuos electrónicos
El proyecto Recyclink comenzó en 2022 con el objetivo de abordar un problema cada vez más urgente: el reciclaje de residuos electrónicos. "Muchos dispositivos electrónicos contienen circuitos impresos que utilizan plata como materia prima, pero carecen de una estrategia de reciclado al final de su vida útil", explica a DISRUPTORES – EL ESPAÑOL la investigadora principal del proyecto, Tamara Oroz de Lurederra.
Ante esta situación, Oroz de Lurederra, junto con Naitec y el Centro Stirling, decidieron unir sus fuerzas para desarrollar procesos que permitan recuperar estos materiales tan valiosos. Coordinado por Aditech, está previsto que el proyecto se complete a finales de 2024. "Los tres agentes del Sistema Navarro de I+D+I (SINAI) identificaron la necesidad de crear procesos para recuperar estos materiales valiosos y reincorporarlos en la producción", comenta Oroz.
"Muchos dispositivos electrónicos contienen circuitos impresos que utilizan plata como materia prima, pero carecen de una estrategia de reciclado"
Tamara Oroz de Lurederra, investigadora principal del proyeco Recyclink.
El desafío es enorme. Actualmente, gran parte de los dispositivos electrónicos, desde sensores hasta pantallas, contienen circuitos impresos que incluyen plata. Y sin una estrategia de reciclaje adecuada, se convierten en residuos peligrosos.
El proyecto ya ha logrado avances importantes. "La recuperación y adaptación de la plata es esencial para volver a usarla como materia prima en las tintas conductoras", afirma Oroz de Lurederra. Tarea que ha sido llevada a cabo principalmente por esta investigadora.
Naitec, por su parte, liderado por Maite Aresti Bartolomé, está trabajando en el desarrollo de nuevas tintas más sostenibles que incorporen plata reciclada. Mientras tanto, Silvia Zabala González y su equipo en Centro Stirling se encargan de la impresión de nuevos circuitos utilizando estas tintas. "Estamos enfocados en desarrollar procesos de impresión más sostenibles para asegurar la viabilidad del reciclaje", añade esta última
El proyecto no solo se centra en la investigación y el desarrollo, sino que también está vinculado al tejido empresarial de la región. El Centro Stirling, que forma parte del Grupo Mondragón, colabora con Embega, una cooperativa que comercializa dispositivos con electrónica impresa. "Esta alianza facilita su industrialización, asegurando que las soluciones tecnológicas desarrolladas lleguen al mercado y beneficien a la sociedad", destaca la investigadora principal del proyecto.
Plumas de aves para producir plásticos
Unlock es un proyecto coordinado por Cidetec que tiene como objetivo la producción de plásticos biodegradables aplicables en la agricultura a partir de residuos de plumas de aves, “concretamente a partir de la queratina, que es su componente principal”, aclara a DISRUPTORES – EL ESPAÑOL Sarah Montes, investigadora de la Unidad de Polímeros y Composites de Cidetec Surface Engineering.
"El punto de partida es una tecnología desarrollada y patentada en un proyecto europeo previo, KaRMA2020, mediante la cual es posible aumentar la velocidad de biodegradación y desintegración de plásticos biodegradables al utilizar residuo de pluma convenientemente tratado", explica Montes.
"El proyecto Unlock pemitirá disponer de productos plásticos adaptados a las necesidades de cada cultivo y que se biodegraden en suelo"
Uno de los principales hitos del proyecto ha sido la puesta a punto a escala preindustrial de las diferentes tecnologías de conversión de pluma desarrolladas en el proyecto. “Se ha logrado el tratamiento continuo mediante explosión de vapor, con una producción objetivo de una tonelada al día”, detalla Montes. “También se está construyendo una planta para limpieza, esterilización y triturado de plumas con capacidad para 200 kilogramos por hora y escalando la tecnología de fermentación en reactores con capacidad para 1.000 litros”.
Gracias a estas tecnologías, se han obtenido materiales plásticos con una mayor velocidad de desintegración y biodegradación. "Esto permitirá disponer de productos plásticos adaptados a las necesidades de cada cultivo, no solo en términos de duración, sino también de fin de vida, siendo el foco principal la biodegradación en suelo", aporta Montes.
Con esta iniciativa se abordan varios problemas en el sector primario: se utiliza un residuo como fuente de materias primas; se crean plásticos agrícolas que se biodegradan en los tiempos requeridos por los cultivos, aportando nutrientes al suelo tras su fin de vida; y, por último, se aporta valor añadido a este sector.
En el proyecto Unlock participan 14 organizaciones de siete países europeos, lideradas por Cidetec. Estas organizaciones incluyen centros tecnológicos como Aimplas, L-LIT, Rise Processum; pymes como Bioextrax, Bio-Mi, Terra Aquatica, Tecnopackaging, Farrelly And Mitchell, Greenovate Europe y Acudam; grandes empresas como Cedrob y Normec Ows; y un clúster del sector agroalimentario, Unimos
Revalorizar subproductos del vino
Se estima que la industria española del vino genera entre dos y tres millones de toneladas anuales de subproductos derivados de la poda de la vid. Tradicionalmente, estos desechos se han utilizado como fertilizantes, biomasa o se han derivado a otras industrias para la obtención de alcoholes o bioetanol.
“La composición media de la uva que entra en una bodega es del 83% en pulpa. El resto, el 17%, está formado compuesto de hollejos, pepitas y raspones, que es lo que se desecha”, detalla a DISRUPTORES – EL ESPAÑOL, la investigadora que lidera el grupo de Agricultura y Medio Acuático en Aimplas, Chelo Escrig, y que coordina el proyecto Raspons.
"Se obtienen productos plásticos compostables con mayor contenido de materias primas biobasadas, propiedades mecánicas mejoradas y reducción del coste"
Esta iniciativa trabaja para darles una segunda vida dentro del sector vitivinícola y obtener de ellos productos compostables similares al cartón, como cajas para botellas de vino y protectores de plantones. “El tratamiento de estos subproductos agrarios nos está permitiendo obtener láminas biodegradables, como una alternativa viable a las actuales de cartón utilizadas en el sector vitivinícola”, añade Escrig.
"Con estos materiales, se obtienen productos plásticos compostables con mayor contenido de materias primas biobasadas, propiedades mecánicas mejoradas y reducción del coste", asevera. De esta forma, además, se ofrece una alternativa a los productos fabricados con plásticos de origen fósil que se usan habitualmente, impulsando el desarrollo de materiales más sostenibles en diferentes sectores.
El proyecto Raspons surgió tras una conversación con la empresa Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunidad Valenciana, con la cual el centro tecnológico Aimplas ya estaba trabajando en otras iniciativas de economía circular. "La Cooperativa La Viña, como líder del proyecto, Aimplas y el Instituto de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad Valenciana (COMAV) de la Universitat Politècnica de València (UPV) están llevando a cabo esta investigación", destaca Escrig.
De momento, no han firmado ningún acuerdo de colaboración con empresas o entidades públicas. “Aunque el proyecto todavía está en desarrollo y falta su validación y el estudio de gestión de fin de vida, ya se vislumbran grandes oportunidades”, asegura Escrig.
El Día Mundial del Medio Ambiente nos recuerda la urgencia de encontrar el equilibrio necesario entre desarrollo y preservación de los ecosistemas y recursos naturales. En el caso de estos tres proyectos innovadores –Recyclink, Unlock y Raspons– liderados por centros tecnológicos españoles, destacan por su capacidad de transformar desechos en recursos valiosos, promoviendo una economía circular, reduciendo el impacto ambiental y fomentando la sosteniblidad.
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