Apenas una decena de minutos. Este era el tiempo que podían estar sumergidos en las aguas gélidas del Ártico los expertos buceadores de los Navy Seal de EEUU con sus mejores neoprenos. El reto que le lanzaron a los investigadores del MIT fue incrementar ese tiempo sin perder movilidad para aumentar las posibilidades de operaciones como los rescates en este tipo de aguas.
La investigación se inició examinando las estrategias que usan diferentes animales para sobrevivir en aguas frías y encontraron tres tipos: bolsas de aire atrapadas en pieles o plumas, como las nutrias y los pingüinos; calor generado internamente, como los grandes tiburones blancos, que son de sangre caliente); o una capa de material aislante que ralentiza en gran medida la pérdida de calor del cuerpo, como la grasa de las focas y las ballenas.
Tras realizar diferentes experimentos y simulaciones, los investigadores optaron por aunar dos de estas estrategias: crear un material aislante similar a la grasa de las focas y las ballenas y utilizar bolsas de gas atrapadas, aunque en este caso el gas no es aire, sino un gas inerte pesado, como el xenón o criptón.
Después de dos años de colaboración y trabajo, los ingenieros hallaron la solución: la grasa de ballena artificial será el material aislante. A esto hay que unir un proceso muy sencillo para generar una nueva bolsa de aire: colocar un traje de neopreno estándar dentro de un tanque de presión no más grande que un barril de cerveza, lleno con un gas inerte pesado, durante aproximadamente un día.
El neopreno tradicional mezcla materiales, como el caucho sintético, que genera una estructura de celda cerrada similar a la espuma de poliestireno. En esta estructura quedan atrapadas las bolsas de aire. Los investigadores descubrieron que si el aire atrapado en ella se reemplaza por xenón o criptón aumenta de forma drástica las propiedades aislantes.
“Es como llevar una capa de aire”, subraya Michael Strano, uno de los responsables del equipo de investigación, porque la conductividad térmica de este traje es “la más baja del mundo, casi tan baja como el aire mismo”. Con esta nueva estructura se consigue mejorar el tiempo de supervivencia, de una a dos-tres horas, en aguas de menos de 10 grados.
Este resultado, que ya se ha publicado en la revista RSC Advances, no solo va a beneficiar a los buceadores profesionales del ejército de EEUU en aguas extremas, sino a cualquiera que use trajes de neopreno en aguas frías, como nadadores, atletas y surfistas, así como buceadores de todo tipo.