En 2017, el multimillonario chino Charles Chen Yidan, cofundador del gigante de telecomunicaciones e internet Tencent (una mezcla de Facebook, Amazon, Google y Spotify), lanzó al mundo desde Hong Kong los auténticos 'premios Nobel' de la innovación en la educación. Respaldados por un fondo independiente de 320 millones de dólares, aportado por el filántropo para garantizarlos prácticamente 50 años, los Yidan Prize otorgan 3,87 millones de dólares (cuatro veces la cuantía de un Nobel, que son $975.000), a cada uno de los ganadores en dos categorías, desarrollo e investigación de métodos educativos.
Este año, sin embargo, el premio para el desarrollo práctico se queda relativamente en la mitad, porque lo comparten dos mujeres de la misma organización, el movimiento panafricano Campaign for Female Education (CAMFED). Lo bueno del asunto es que las bases del premio establecen que la mitad de su cuantía es una asignación personal para el galardonado y la otra mitad se destina a financiar su actividad, de modo que para la organización CAMFED sí serán casi dos millones de dólares.
El resto del dinero se lo reparten la CEO de la organización, Lucy Lake, y la directora ejecutiva para África, Angeline Murimirwa, una de las primeras jóvenes subsaharianas que se beneficiaron, hace dos décadas, del disruptor programa para llevar a las niñas a la escuela y emanciparlas de un entorno que las relega en la vida.
Ella es la líder que maneja la guía de enseñanza, learner guide. Murimirwa saluda el premio afirmando que "es un sueño hecho realidad, especialmente en un momento como este. Juntos vamos a hacer realidad más sueños de niñas y mujeres jóvenes. Vamos a hacer de este mundo un lugar aún mejor".
La organización actúa en 45 comunidades, en Zimbabwe, Zambia, Ghana, Tanzania y Malawi. Su gran objetivo es conducir "un cambio cultural" que se produce muy despacio, "luchar por la justicia social y por desmantelar desigualdades estructurales".
En la realidad africana, los maestros han de preguntar a veces a los compañeros por la ausencia de algún alumno. "Se ha ido a ayudar a su madre a vender el pescado", puede ser una respuesta normal. Así que CAMFED asume que una parte esencial de su misión es "darles el apoyo mental necesario para volver a clase". Su mejor innovación en el método de enseñanza es facilitar que logren "adquirir una capacitación para afrontar la vida".
Murimirwa aclara, riéndose, que también participan hombres en la organización, que ha dado ya educación a 290.000 escolares, mientras se muestran vídeos en las que aparecen niñas y niños, algunos uniformados a la europea. Pero su misión prioritaria es revertir la situación de las niñas, lidiando con las enormes diferencias que hay también entre países de la zona. La CEO Lucy Lake concluye que "muchas chicas son como refugiados en su propia patria".
El premio para la investigación educativa es para Carl Wieman, profesor de física y de la escuela de graduados en educación de Stanford y presidente de su Comité de Investigación. Es un hombre de múltiples facetas, ganador del premio Nobel de Física (el de la Academia Sueca) en 2001 compartido con Eric A. Cornell y Wolfgang Ketterle, por la consecución de la condensación de Bose-Einstein en gases diluidos de átomos alcalinos. Ha desarrollado investigación experimental en los campos de nuclear y óptica. Y es también un pionero en el desarrollo de técnicas innovadoras en estrategias educativas para la enseñanza de la física y otras ciencias STEM.
Wieman fundó en 2002, y es asesor senior, el proyecto PhET (Physics Education Technology) interactive simulations, puesto en pie con la Universidad de Boulder (Colorado), que ofrece de manera gratuita en internet simulaciones interactivas para experimentos de física, química, matemáticas, ciencias de la Tierra y biología. "Este premio acelerará nuestros esfuerzos para mejorar la educación de los estudiantes de todo el mundo", asegura.
Su empeño es inculcar la colaboración en la educación, en vez de "la investigación individual aislada", que algunos de sus colegas y estudiantes de posgrado practican.
La apertura de fronteras intelectuales que supone internet facilita el método de "enganchar a los estudiantes con experimentos" virtuales, a través de la web Phet.colorado.edu. Ha producido ya "806 millones de simulaciones, en 94 idiomas", según puntualiza una de sus colaboradoras.
"Hay un contraste entre el trabajo en la ciencia real y la educación", puntualiza Weiman, que aboga por poner "equipos multidisciplinares a trabajar juntos en resolver un problema". Y que la enseñanza se concentre "más que en conocer los hechos, en aprender cómo aplicar el conocimiento para resolver los problemas que los estudiantes encontrarán después en su carrera".
El defecto que trata de remediar con sus propuestas es que "la educación está altamente fragmentada, a veces desconectada de las necesidades reales, de los profesores reales y de las clases reales".
La fundación que respalda los Yidan Prize, con sede en Hong Kong, pretende ser "una plataforma para renovar la educación", según declaró Charles Yidan a este periodista en la puesta de largo de 2017, en la entonces todavía considerada 'ciudad autónoma' dentro modelo 'un país dos sistemas'.
Gala virtual
Junto con la gala organiza una conferencia mundial con grandes actores de los sistemas educativos. Este año, sometido al formato de gala virtual (en la práctica, una serie de vídeos editados), que no llegó a reunir a los premiados, el multimillonario chino, citado como "doctor Chen" por el presentador (hace tres años prefería occidentalizar su nombre), lamentó que "hemos visto al 90% de los estudiantes de todo el mundo obligados a aprender de manera diferente, porque la covid ha llevado el sistema al caos. Y sólo la mitad tiene acceso a internet. Se ha evidenciado un gran riesgo de exclusión con la pandemia".
En aquella primera entrega fueron galardonados la colombiana Vicky Colbert y la estadounidense Carol Dweck. El segundo año, 2018, lo fueron el indio Anant Agarwal (que promovió desde el MIT la educación a distancia de la organización EDX) y el estadounidense Larry Hedges.
Pero la situación de conflicto in crescendo vivida desde entonces por el enclave exbritánico otorga una dimensión política a los premios que seguramente el fundador no buscaba cuando añadía, en aquella entrevista de 2017, que "la educación es complicada y tiene muchos actores, incluidos legisladores, y esta es mi aportación, reunirlos para dialogar y buscar las mejores soluciones. El diálogo es crítico para redefinir la educación y lograr un futuro mejor".
En 2019, con las calles de Hong Kong encendidas, la gala y la cumbre internacional educativa se vieron seriamente comprometidas. Y todo se complicó más con una grave enfermedad del premiado bangladesí Fazle Hasan Abed, que hizo aplazar la convocatoria ad aeternum: el fundador de la ONG educativa BRAC finalmente falleció el 20 de diciembre. El otro premio fue para la investigadora de neurociencia en Cambridge Usha Claire Goswami.
La pandemia del coronavirus ha resuelto la fricción de la convocatoria para 2020, al obligar a que sea una cita virtual, en la que la ‘jefa ejecutiva’ de la administración de la excolonia, Carrie Lam Cheng Yuet-ngor, ha hecho entrega de los premios en ausencia de los galardonados, rodeada de sus fotos.
Mientras, el conflicto de Hong Kong parece encaminarse fatalmente hacia una solución final de plena integración en el modelo único de 'un país, un partido y un gran timonel para decidirlo todo', desconectada del resto del mundo, como durante la gala se achacó a los sistemas educativos.
Bastante tienen ahora los países occidentales con afrontar sus propias derivas de populismos, intransigencias y autoritarismos internos, tan acelerados aprovechando la parálisis social por el régimen de restricciones, recesión, miedo y encierros.