Mañana se cumplirá un año desde que diera inicio la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma. Tras varias semanas registrando actividad sísmica en la zona, el domingo 19 de septiembre de 2021, pasadas las 15:00 horas, los habitantes de la localidad de El Paso sintieron un pequeño terremoto.
Le siguió una explosión que abrió varias bocas por las que comenzaron a correr ríos de lava, y se expulsaban materiales tóxicos sólidos y gaseosos. La erupción se dio por finalizada el 25 de diciembre.
Durante ese tiempo, en el que 7.000 personas tuvieron que ser desalojadas de sus casas y se registraron importantes daños materiales, los efectos de esta erupción al suroeste de la isla también llegaron a su parte más septentrional y cotas más altas. Cinco días después de aquel 19 de septiembre, el telescopio óptico infrarrojo más grande del mundo, el Gran Telescopio Canarias (GTC), se vio obligado a detener su actividad investigadora.
[El Gran Telescopio Canarias por dentro, el mayor del mundo que nos acerca a los límites del Universo]
“Durante los primeros días, utilizamos nuestros sensores para monitorizar lo que llegaba al telescopio desde el aire. También estuvimos pendientes de cómo el SO2 [dióxido de azufre] producido por el volcán y la ceniza, que es un elemento muy pequeño y abrasivo, podría afectar a nuestros instrumentos”, cuenta Nieves Castro, astrónoma del GTC, durante la visita de D+I a este centro de investigación.
El Grantecan, como también se conoce a este telescopio, cuenta con sensores que se encargan de registrar incidencias y asegurar que todos los sistemas funcionan correctamente. "Por ejemplo, si la humedad supera el 85% salta un aviso para que el operador cierre la cúpula para proteger los instrumentos en caso de lluvia", describe Castro. También hay sensores de viento y calima.
Fue el 24 de septiembre cuando registraron un cambio en las condiciones y se vieron obligados a cerrar las operaciones nocturnas. El cielo de La Palma se cubrió de ceniza, cerraron la cúpula y no se volvió a abrir hasta el 29 de diciembre. Pero en el GTC no paró la actividad.
Durante esos tres meses se realizaron trabajos de ingeniería que, según explica Castro, estaban en la lista de “tareas por hacer” y que se intercalaban en la actividad habitual “para no entorpecer la ciencia nocturna”. “Esa parada técnica inesperada –añade– abrió una ventana de oportunidad para adelantar trabajos ya planificados, pero que hubieran supuesto en cualquier caso la cancelación de las observaciones científicas”, asegura la astrónoma.
Traslado de instrumentos e ingeniería de mantenimiento
Uno de esos trabajos era el cambio de ubicación del instrumento Osiris, el que registró la primera luz de este telescopio en 2007 y el más demandado por los investigadores desde que inició sus operaciones. De ahí, que se debía reducir al máximo el tiempo que no iba a estar disponible para la comunidad científica.
La primera operación, el traslado de Osiris, era bastante compleja: había que trasladarlo de uno de los focos situados en la parte más elevada del telescopio a una localización en la parte inferior donde su función mecánica no sería la misma.
“Ya estaba planeado que Osiris tendría que migrar a otro foco del telescopio para dejar sitio para nueva tecnología en 2023. Esta nueva localización para este instrumento de varias toneladas de peso no iba a ser igual”, explica el jefe de operaciones científicas de Grantecan, Antonio Cabrera, a D+I.
En su recién estrenada ubicación, ya no está inmóvil, tiene que elevarse y girar con el telescopio cuando haga sus movimientos durante la noche. “Esto quiere decir que hubo que realizar numerosos estudios para crear un soporte para Osiris en su nueva posición y estar seguros de que aguantaría todos estos movimientos sin peligro”, detalla Cabrera, que califica este trabajo de “alta prioridad y riesgo”.
Para ello, y aprovechando esa “ventana de oportunidad” de la que hablaba Castro, durante la erupción del volcán se realizaron simulaciones de los procedimientos que tendrían que llevarse a cabo en cuanto el instrumento estuviera disponible, y fuera posible acceder a él.
“De este modo, el proceso completo de verificación posterior en el telescopio se ha podido completar en tiempo récord, y el instrumento ha vuelto a estar disponible para la comunidad de usuarios del GTC antes de cumplirse el año de su retirada, cumpliendo el objetivo previsto”, asegura el jefe de operaciones científicas.
Otra de esas “tareas pendientes” en el Gran Telescopio Canarias, al margen de las observaciones nocturnas, era la construcción de una plataforma elevadora que facilitara los trabajos de reparación y mantenimiento de los técnicos a casi 30 metros de altura durante el día. Trabajos que venían realizando utilizando arneses para mejorar su seguridad en caso de algún incidente o caída.
El montaje de esta plataforma, que funciona como si se tratara de un ascensor semicircular y fabricada por la empresa española Mecánicas Bolea de Murcia, “ha constituido el trabajo de índole técnica de mayor impacto desde la inauguración del telescopio”, asevera Cabrera.
“Hablamos de la incorporación a la estructura del telescopio de un componente móvil de precisión de cuatro toneladas, y cuya influencia en el resto de la instalación no ha sido nada despreciable”, concreta.
La actividad de observación nocturna volvió al mayor telescopio óptico-infrarrojo del mundo, pocos días después de que se anunciara el fin de la erupción del volcán en Cumbre Vieja.
De su cráter aún siguen emanando gases tóxicos y humo; Puerto Naos, una de las localidades más turísticas de la isla, permanece cerrada por sus "elevados índices de dióxido de carbono", según figura en un cartel colocado en la valla que impide el paso a sus calles y casas; y cientos de hogares quedarán para siempre sepultados bajo la lava.
Decenas de máquinas construyen una carretera provisional, que de momento no aparece en Google Maps, sobre las coladas que han creado una nueva orografía en La Palma y han ganado terreno al mar, donde ya se forman nuevas playas. Mientras, su cielo permanece inalterable, ya limpio, esperando que la ciencia descubra lo que hay más allá de las estrellas.
Un gemelo digital para el GTC
Para mejorar las tareas de mantenimiento y el sistema de alertas del Gran Telescopio Canarias, sus ingenieros han diseñado un modelo digital en 3D que ocupará la pantalla central de la sala de operaciones. Cámaras y sensores de calor y de movimiento distribuidos por las instalaciones del Grantecan ofrecerán información de lo que ocurre en sus instalaciones y cualquier acción que se lleve a cabo tendrá se replicará de forma virtual.
"Si el operador mueve el telescopio, los movimientos los veremos reflejados en la pantalla en tiempo real", explica Nieves Castro, astrónoma del GTC. "Cualquier incidencia también hará saltar una alarma en color rojo indicando su localización y, así, solucionar el problema en menos tiempo". (Actualmente, las alertas aparecen en forma de texto).
El sistema de momento está en pruebas, pero su desarrollo está muy avanzado y esperan que empiece a funcionar a finales de este año.