Burocracia. Cuando se pronuncia esta palabra delante de cualquier tipo de personal investigador no son pocos los que empiezan a temblar, casi literalmente. Muchos la señalan como uno de los grandes escollos que les impiden innovar e investigar más rápido en España. Por esta, y por otras razones relacionadas con el acceso a la financiación, deciden salir de nuestro país para desarrollar su carrera.
Pero el mundo está cambiando. Frenar la investigación y atraparla en procesos burocráticos ya no es una opción si se quiere ser competitivo. “La forma de hacer I+D más tradicional empieza a dejar de tener validez y esto tiene que ver con el gran ritmo de cambio tecnológico que estamos viviendo, y no va a parar. Es imprescindible que una gran empresa que quiere diferenciarse con tecnología tenga una estrategia muy ágil”.
Con esa filosofía nació en 2020, justo un mes antes de la pandemia, Arquimea Research Center (ARC) en La Laguna (Tenerife). Quien cuenta aquellos comienzos a un grupo reducido de periodistas es Rubén Criado, director de este centro de investigación. “Teníamos claro que queríamos un centro capaz de desarrollar I+D puntera, llevarla con sentido y rápidamente al mercado, y con alta productividad”, explica. Y para eso “teníamos que mantener una cultura más propia de una startup”.
Tecnologías exponenciales y transversales
Dicho y hecho. En menos de tres años han transferido una tecnología de criptografía poscuántica, han registrado varias patentes internacionales que, asegura Criado, superan hasta en 1.000 veces "el estado del arte" y de sus instalaciones han salido dos spinouts: Volinga, que emplea la IA generativa para la producción audiovisual, y Pulsar, donde trabajan la articulación de robots.
Aterrizado en cifras: en 2022, el grupo ARQUIMEA facturó 112 millones de euros y su centro de investigación cerró el año con una plantilla de 70 personas. En 2020, eran tan sólo cinco empleados y esperan llegar al centenar antes de que finalice 2023. "La edad media es de 35 años y el porcentaje de mujeres ronda el 30", concreta el directivo a preguntas de D+I – EL ESPAÑOL.
El perfil de los investigadores es un tanto especial porque la forma de trabajo en ARC también lo es: “Contratamos a expertos de varias disciplinas, principalmente las conocidas como tecnologías exponenciales y transversales, para abrir varios proyectos exploratorios que pueden salir adelante o no”.
Los buscan en universidades y centros de investigación, dentro y fuera de España, y que hayan tenido experiencia en startups o empresas privadas. El propio director, ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), montó una spinoff en la que participó Arquimea y, cuenta, fue lo que le abrió las puertas a la posición que ocupa ahora.
Exploración, demostración, transferencia
Sobre el papel, Criado explica cuál es su forma de trabajo, lo que hace que en este centro de investigación el trabajo sea más ágil y se aleje a los investigadores de la burocracia (tienen personal que se ocupa de ello mientras los científicos realizan su trabajo). La estrategia parece sencilla: primero se inicia un proceso de scouting (exploración), en el que los investigadores eligen las tecnologías que van a ser clave dentro de unos años y, a partir de ahí, generan las ideas de los proyectos.
Una vez definido esto, comienza la etapa de demostración, para la que se apoyan en universidades y centros de investigación con experiencia en esa área. “En estas dos primeras etapas, los científicos siempre están acompañados por la unidad de negocio y market intelligence, de forma que puedan conocer el futuro impacto de sus proyectos, sobre todo en grandes mercados y en retos como el cambio climático o los energéticos”, concreta el directivo.
Por último, y como principal objetivo de este centro de investigación, está la transferencia o puesta en valor de la tecnología. Algo que promueven a través de dos vías: creando una unidad de negocio de ARC o a través de spinouts, “porque hay mercados que son emergentes y la startup es la unidad económica que más dinero atrae en menos tiempo”, reconoce. En este caso, nacen con una perspectiva global, y son fondos de Los Ángeles y Silicon Valley los que están interesados, “pero el desarrollo tecnológico sigue estando aquí”, asegura Criado.
Esto, como adelantábamos, es sobre el papel. Además, los resultados obtenidos hasta ahora demuestran que la estrategia adoptada no está mal encaminada. Pero es en sus laboratorios donde D+I – EL ESPAÑOL comprueba de primera mano cómo en Arquimea Research Center utilizan, en palabras de su director, “tecnología diferencial para aportar valor a la sociedad y hacerlo rápido”.
Dentro del laboratorio
Al igual que las tecnologías con las que exploran y la forma de trabajo es “diferencial”, también lo es el modo en que se organizan, no en departamentos, sino en lo que denominan “orbitales”, en referencia a sus áreas de investigación –actualmente tienen en marcha 20 proyectos– y que surgen “de la confluencia de varias tecnologías deep tech”.
Cada orbital –cuatro en total– tiene sus propios laboratorios y su director investigador, pero no son estancos. Las relaciones entre unos y otros son constantes y, de hecho, hay proyectos en las que confluyen más de uno. El de Inteligencia Artificial es, probablemente, el más transversal y el que más sinergias establece con los otros tres: Robotics, Biotech y Q (fotónica, electrónica y tecnologías cuánticas).
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Sus dos proyectos más ambiciosos son el descubrimiento de medicamentos para enfermedades neurodegenerativas; y los avances que están realizando dentro de Volinga, la spinoff surgida tras la creación de algoritmos de inteligencia artificial generativa para la creación de entornos 3D fotorrealistas por el que ya han mostrado interés compañías como Google, Meta, Paramount, Disney o Nvidia.
En el orbital de Biotech asistimos a los avances que están realizando en el desarrollo de bionsensores que permitan realizan análisis de sangre a través de la piel, de manera no invasiva y obtener la información al instante; o de tecnologías acústicas y de imagen térmica para reducir el impacto de cetáceos con las embarcaciones.
En el laboratorio de Orbital Q es donde han diseñado una tecnología de criptografía poscuántica ya transferida para proteger los actuales sistemas contra futuros ataques cuánticos; y están desarrollando procesadores neuromórficos que entrenan con inteligencia artificial para que su consumo energético sea “miles de veces menor” que las actuales GPUs.
Su apuesta por la robótica avanzada la realizan desde Orbital Robotics enfocados, sobre todo, a la creación de tecnología para la interacción humano-máquina en campos como la salud, movilidad, espacio, defensa o entrenamiento.
Los dos proyectos en lo que actualmente están realizando más avances son el diseño de actuadores más dinámicos y eficientes para próximas generaciones de humanoides e investigación en visión neuromórfica para que los robots puedan ejecutar acciones de manera más precisa.
“Todo el mundo tiene libertad para proponer proyectos. De hecho, para que tengan una visión más transversal, dos viernes al mes tienen que dedicarlos a actividades fuera de su orbital, ya sea a leer, a formarse, a pensar nuevos proyectos e, incluso, a estar al tanto de la situación geopolítica”, relata Rubén Criado. Esa visión más global, que les hace salir del laboratorio, es lo que, está convencido, “nos permite aportar valor a la sociedad”.