Pilar Belinchón (Madrid, 1966) confiesa que desde muy temprano sintió curiosidad por saber cómo funcionan las cosas, por su parte “técnica”. “Cuando era pequeña siempre me pegaba a mi padre cuando reparaba el coche o hacía algún arreglo eléctrico en casa”, recuerda. Después, descubrió que tenía afinidad por las materias de ciencias.
Así que cuando terminó los estudios en el instituto y llegó el momento de elegir una carrera supo que lo suyo era la ingeniería. Eligió Telecomunicaciones “porque me permitía profundizar en aquello que se me daba bien, aunque en ese momento no valoré todos los aspectos, no reparé en su parte más creativa”.
Un punto, este último, que quiere remarcar durante la entrevista que mantiene con D+I unos días antes del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. “La formación en ingeniería arrastra muchos clichés que tienden a su parte más técnica y se olvidan de la más imaginativa, cuando es exactamente lo contrario. Las ingenierías consisten en crear cosas, indagar, investigar…”.
Pone como ejemplo a Isaac Peral y su submarino: “A nadie se le ocurre pensar que no era una persona creativa. Probablemente el mundo del cine ha transmitido una imagen anodina de este tipo de personajes (científicos, técnicos…) que no se corresponde con la realidad”, defiende.
Esta ingeniera nunca lo vio así. Ni durante sus estudios en la Universidad Politécnica de Madrid ni cuando inició su carrera profesional en IBM, donde ahora es Ingeniera Distinguida y Ejecutiva Técnica.
Un flechazo
La tecnológica siempre había estado entre sus aspiraciones y las expectativas se cumplieron. “Nada más aterrizar en IBM encajé y me enamoré de ella. Con los años he ido descubriendo las características únicas de una empresa de la que en España se sabe poco”, asegura.
Enumera hitos tecnológicos como haber sido los creadores del ordenador personal, la banda magnética, el código de barras o la base de datos relacionada. “También ayudamos a poner al primer hombre en la Luna”. [El ordenador del sistema de navegación del Apolo tenía la firma del ‘gigante azul’].
Cuando era pequeña siempre me pegaba a mi padre cuando reparaba el coche o hacía algún arreglo eléctrico en casa. Después descubrí mi afinidad por las materias de ciencia.
“Con casi ciento diez años de historia hemos acuñado conceptos y desarrollos nuevos que han sido muy relevantes, incluso adelantándose en el tiempo. Fue el caso del ecommerce, que ya avanzamos en los 90, aunque en ese momento la sociedad no estaba preparada ni digitalizada. También fuimos los primeros en hablar de inteligencia artificial, tal cual la entendemos hoy, y muchos nos han seguido”, refiere con orgullo.
Logros que achaca a la cultura de la innovación presente en esta tecnológica. “Una innovación muy aplicada, con impacto en la sociedad, un espíritu que se respira en toda la compañía”, asegura Belinchón.
“Es una empresa muy horizontal que se ha dedicado, durante más de 100 años, a inventar el futuro de la tecnología, en la que puedes colaborar con expertos en muchas áreas y que ha ‘generado’ cinco premios Nobel [en referencia a Leo Esaki, por su trabajo en semiconductores (1973); Gerd Bining y Heinrich Rohrer, por el microscopio de efecto túnel (1986); y Georg Bednorz y Alex Mueller, por su investigación en superconductividad (1987)].
Un entorno que admite que, en su caso, siempre le ha dado pie a seguir incentivando esa curiosidad que su padre le despertó durante su infancia.
De consultora a 'ingeniera distinguida'
Esta ingeniera en telecomunicaciones empezó en IBM como personal funcional [consultora], trabajando para empresas telco. “Después me entró el gusanillo por indagar en la parte puramente tecnológica y estuve muchos años como técnico de sistemas. En ese periodo fue cuando descubrí mi verdadera vocación: el desarrollo de la tecnología”.
A partir de ahí su vínculo con la compañía se fue reforzando para continuar con el idilio de sus inicios profesionales. Adoptó el rol de arquitecto de sistemas, asumiendo cada vez más responsabilidades hasta llegar a su actual puesto de ejecutiva técnica y lo que en IBM califican como ‘Ingeniera distinguida’. “Mi trabajo está centrado en asesorar a grandes empresas en su evolución tecnológica”, explica.
La formación en ingeniería arrastra clichés que remarcan su parte más técnica y se olvidan de la más imaginativa, cuando es exactamente lo contrario: consisten en crear cosas, indagar, investigar.
Pero detrás de este título, que en España resulta un poco confuso, hay más: “Los ingenieros distinguidos formamos una red global de expertos técnicos atentos a los cambios que experimenta la sociedad y acompañar esta evolución. Ahora mismo mi área de trabajo es la computación cuántica, que ya se prevé que será el próximo gran salto tecnológico”.
En este punto de la entrevista es inevitable preguntarle sobre otros momentos tecnológicos significativos que han marcado los últimos años, y Belinchón no lo duda: “El smartphone lo ha cambiado absolutamente todo. Hoy día está al alcance de cualquier persona, ya sea un universitario o un jubilado, y puedes usarlo en cualquier parte del mundo, ya estés en España o en un país de otro continente”.
Acompañándolo, desde luego, internet: “Si tienes un ordenador y conexión a internet es posible generar tecnología puntera y, en consecuencia, generar nuevas cadenas de valor”.
La invención del smartphone es uno de los grandes hitos tecnológicos de la Historia, lo ha cambiado absolutamente todo junto con la democratización del acceso a internet.
No se deja la actual automatización ni la inteligencia artificial (“que están propiciando el rediseño completo del sector terciario”), ni los modelos de pago por uso (“que ponen al alcance de todo tipo de empresas recursos a los que hasta 10 o 15 años sólo tenían acceso las grandes corporaciones”).
Todos ellos son hitos que han cambiado las estrategias de las compañías y también la sociedad: “No tenemos que convencer a nadie de esto. Nuestros hijos no piensan ni actúan como nosotros porque son nativos digitales, interactúan con el mundo de otra forma. Pero, además –continúa–, la tecnología ha propiciado que los avances se produzcan en cualquier sitio y que, a su vez, favorezcan la evolución de otros desarrollos. Es lo que se denominan ‘tecnologías exponenciales’, unas se apoyan en otras y provoca que cada vez tardemos menos en inventar”.
En su opinión, sólo estamos asistiendo al comienzo de una explosión tecnológica con aplicación en muchos campos y que ya se está acelerando: “Lo que nos queda por ver es difícil de imaginar”.
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