Como avancé en mi anterior entrega, la ciudad de Londres ha sobrepasado con creces a París como capital europea del turismo, y es un magnífico escenario local para contemplar cómo se está produciendo ahora mismo la reencarnación de la industria turística global en su formulación para el siglo XXI. Hemos pasado de la concepción del turismo como un ‘maná’ para el desarrollo de los países con buen clima, algo que en tiempos pasados fue una herramienta fundamental para los dirigentes políticos pre-democráticos de la España del desarrollismo, a nuevas formas de turismo mucho más sofisticadas.
Si las fotos con el ‘turista X millones’ fueron usadas hasta la saciedad por los ministros franquistas del periodo desarrollista, ahora son las de los rodajes de Juego de Tronos las que usan para su promoción los alcaldes y concejales del actual periodo democrático español.
Emergen los cruceros ‘todo incluido’, en los que inmensos rebaños de cruceristas invaden las franjas costeras, a bordo de monstruosos barcos del tamaño de grandes portaaviones. Estas masas están haciendo inviable para los viajeros sensibles el disfrute cultural calmado de lugares como la bella Venecia, la ciudad fortaleza de la Isla de Rodas (para la que ya se recomienda en las redes sociales, visitar los miércoles, día que no llegan barcos de crucero a la isla); o monumentos como la catedral de Palma y la Sagrada Familia de Gaudí. Recientemente, una joven falleció a causa de una roca desprendida en la famosa Playa de las Catedralesde Ribadeo, sobre la que un catedrático de la USC alertó hace meses de los riesgos que comportaba el “exceso” de visitantes en esa playa.
Otro caso paradigmático es el de las Cinque Terre italianas de la costa de Liguria, donde cinco pequeñas y hermosas ciudades, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con solo 60.000 habitantes, recibieron el año pasado 2,5 millones de visitantes. Ante el riesgo de colapso, las autoridades estatales, -que no las locales-, planean prohibir drásticamente el acceso a la mitad de esos turistas, ante el estado de masificación absoluta que asfixia la vida de los paisanos locales, prácticamente todo el año.
Esta masificación que parecía concentrada en el Mediterráneo, se ha hecho global a velocidad supersónica. Hay ejemplos en todas partes del planeta: el puente de cristal más grande el mundo en el Parque Natural y Gran Cañón de Zhangjiajie, en la provincia de Hunan, del centro de China, ha muerto de éxito y ha tenido que cerrar a las dos semanas de abrir: estaba previsto para 8.000 visitas al día y en 15 días la demanda generada por internet fue de 80.000 personas, diez veces superior a lo posible.
Las modernas masas de turistas se han vuelto insaciables y ya constituyen una amenaza para los escenarios y paisajes más delicados, bellos y frágiles de todo el planeta, a los que necesariamente se debería preservar. La propia UNESCO debería tomar cartas en el asunto, pero no con la mentalidad del siglo pasado de divulgar los mejores escenarios naturales e históricos como la mejor garantía para su conservación ante las veleidades de las autoridades locales. Se ha vuelto urgente protegerlos contra las hordas discriminadas de visitantes que llegan ávidos de selfies, mucho más que de impregnarse de los valores artísticos y culturales del preciado lugar. También es nefasta la avaricia ‘política’ de ciertas autoridades locales cuya relación con el turismo, la periodista Elizabeth Becker, autora del libro Overbooked: The Exploding Business of Travel and Tourism, describía así en una entrevista: “Los políticos o ignoran al turismo o lo temen. Ven la promoción como única forma de gestión”.
Becker, prestigiosa columnista del New York Times, escribió su libro tras recorrer el mundo, y hace años que lleva avisando sobre lo nocivo que puede llegar a ser para los propios lugares y países turísticos, como el nuestro por ejemplo, la saturación masiva de los mejores escenarios naturales por inmensas y depredadoras multitudes de turistas. Según Becker, una combinación del emprendedurismo con la tecnología y las transformaciones políticas, provocaron un auge explosivo del turismo
La ‘uberización’ del turismo global
La explosión social de internet está en el centro de esta súbita y gigantesca transformación. Recuerdo haber participado en 2008 en un seminario organizado por Antonio Fumero en la Politécnica de Madrid, en el que realicé una entrega de mi antiguo programa de TV, Tecnópolis, sobre emprendedores pioneros: Raúl Jiménez, fundador de Mi Nube, nos contaba los problemas que en el inicio de la andadura de su startup tuvo con los hoteleros, que no veían en él a un innovador del turismo que les podría ayudar y con el que colaborar, sino a un enemigo.
Por aquel entonces, la incertidumbre al respecto era total, pero, 10 años después, hemos comprobado que tenía razón, y además, la realidad ha ido mucho más allá. Ni Raúl ni yo lo sabíamos en aquel momento, pero, por entonces, solo faltaba un año para que Garrett Camp y Travis Kalanick fundaran Uber que hoy es un gigante global de la movilidad. La mayoría de los fenómenos en el turismo que anunció certeramente Raúl son una realidad extendida incluso a otros ámbitos económicos relacionados con componentes al tiempo globales y locales. Por ello, genéricamente, hoy se les llama ‘uberización’, un término al que incluso la Fundéu ha dado validez.
El David local contra el Goliat global
La clave, en mi opinión, son las nuevas formas que están tomando los servicios de transporte (y también turísticos) articuladas mediante una red peer to peer (entre iguales). Ya expliqué sobre Uber, tras usarlo, que lo que tiene el fenómeno de innovador es el poder y las nuevas capacidades, (por favor no usen nunca cualquier tiempo verbal de horrísono verbo ‘empoderar’), que da a los iguales la información sobre la valoración de algo por otro igual. En el ámbito turístico, la valoración desde el comportamiento de un taxista en su trabajo, a la calidad de los servicios de un hotel en el hospedaje, etc.
Pero volviendo al taxi, lo explico con un ejemplo. Imagine que llega al aeropuerto de una ciudad desconocida y necesita un taxi. A la salida, en un lado tiene una fila de taxis, vehículos de todo tipo de marcas y estado físico con sus conductores situados en una férrea fila. Por otro lado, tiene su smartphone en el que puede ver la app de Uber o similar, en la que a un solo clic puede saber todo sobre el tipo de vehículo, modelo y marca y también la valoración real de los usuarios. ¿Qué haría? ¿Abordar el taxi del inicio de la cola, toque el que toque, o pedir vía smarphone un vehículo de Uber, o de Cabify, MyTaxi, TaxiClick, JoinUp, Taxim, Pidetaxi o NTaxi?
La diferencia entre una u otra alternativa es abismal gracias al valor de la información que le proporciona en tiempo real su smartphone. Este dilema personal podría parecer sólo algo momentáneo entre particulares, pero tiene consecuencias sociales, económicas y también políticas.
Michail Bletsas, director de computación del MIT Media y griego de nacimiento, se refiero al conflicto en Atenas entre taxistas, el gobierno de la ciudad y los operadores digitales del sector del taxi, en su conferencia en el congreso Smart Cities for Smart Citizens. Señaló el caso Taxibeat como algo “que ha introducido innovaciones, tecnología avanzada y ha mejorado el transporte local de Atenas, tanto público como privado, y también su sector del taxi”.
En esta opinión, hay un toque implícito de atención a los sectores del transporte público local y a los taxistas en particular, sobre algo que les puede costar su supervivencia como profesión y como servicio, sino aprovechan y asumen el renovarse con las innovaciones de la tecnología social de internet y de la comunicación inalámbrica que los ciudadanos ya usan, y en la que no hay vuelta atrás.
Y también dio Bletsas un toque a las autoridades locales presentes en el congreso, sobre si es adecuado el camino de prohibir servicios y empresas, defendiendo de forma populista, a pesar de su obsolescencia, el modelo que en algunas ciudades se ha tomado, en muchos casos por intereses electoralistas… El no innovar, y en lugar de la innovación defender formas de servicio obsoletas, no es el buen camino. Los legisladores harían bien en hacer su propia “innovación” administrativa y legislativa en relación a los impuestos para que no hubiera ninguna posibilidad de fraude en los impuestos del transporte local, promoviendo que la competencia entre los taxis y los vehículos de licencia VTC sea leal y equilibrada. Los usuarios van e elegir su mejor opción, sí o sí.
Obviamente, como dijo Bletsas en su conferencia, a las asociaciones y a los propios taxistas locales solo les queda un camino: aplicar cuanto antes las innovaciones que la tecnología y el internet social han traído, y como consecuencia algo muy decisivo: cambiar su cultura sobre los usuarios del taxi que sí han pasado masivamente al siglo XXI en su forma de actuar.
Pero la ‘uberización’ de las diferentes economías de escala ligadas al turismo también tiene enormes repercusiones sociales, políticas, ciudadanas y urbanísticas. Dejo para la siguiente entrega, la ‘uberización’ del hospedaje en las ciudades causada por el turismo masivo, que está generando graves conflictos de gentrificación que impactan gravemente a los ciudadanos y sus ciudades.