Duque, la dimisión de Corma y la política
Cuando pasan los meses y coinciden en el análisis tanto los representantes de la ciencia a pie de calle, la que trabaja con pymes en el desarrollo y la aplicación de conceptos, como los de la ciencia de primer nivel mundial, el veredicto cada vez resulta más irrefutable: el ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, es probablemente la persona con mejor discurso en muchos años del panorama político español, con las ideas más claras acerca de lo que necesita nuestro ecosistema innovador para situarse en primera línea. Lo cual es un motivo de celebración y un argumento para conjurarse en el respaldo a su línea de trabajo.
Sin embargo, Pedro Duque debe afrontar dos grandes desafíos, y no resulta sencillo vaticinar si saldrá airoso del envite, sinceramente: en primer lugar, de su conversación con los protagonistas del mundo de la innovación, desde luego con los que otean el horizonte a medio camino entre el mercado y las redes de investigación con vínculos con el sector público, se desprende que el ministro cuando accedió al cargo no conocía en profundidad la situación de nuestro ecosistema innovador. Cuestiones clave, debates candentes. En segundo lugar, Pedro Duque no es un referente político, no cuenta con capacidad para marcar líneas estratégicas en el PSOE de Pedro Sánchez, de modo que su capacidad de negociación en asuntos fundamentales, como los Presupuestos Generales, resulta de partida extremadamente etérea. Lo fácil es decir que "sigue en órbita", pero no hace justicia a su calidad como visionario. Los más avezados sentencian que "sería un embajador plenipotenciario ideal para la ciencia española, pero un ministro necesita tener mando en plaza".
Una de las peculiaridades de nuestro aparato investigador es precisamente su escaso peso específico en la toma de decisiones políticas. No hay mejor forma de ocultar un dato que un informe de 500 hojas, ni de silenciar a un colectivo que marearlo en una maraña administrativa de comités, observatorios y consejos asesores. Lo insinué hace unos meses y tendremos que seguir de cerca el asunto. El químico del CSIC Avelino Corma, Premio Príncipe de Asturias y candidato al Nobel, aceptó presidir el Comité Científico y Técnico de la Agencia Estatal de Investigación, pero hoy no aparece ya en ese órgano. Ha dimitido. Un duro golpe para una agencia que no acaba de arrancar. Pero un síntoma de la falta de conexión entre el mundo científico y nuestra clase política. Es conocido el malestar de muchos de nuestros investigadores con comités que no son escuchados, concebidos para maquillar la desidia, en los que ni siquiera se cumplen los mínimos de asistencia a convocatorias y aquí no pasa nada... Como bien sabe el ministro Pedro Duque, los investigadores de más categoría, los que más pueden enriquecer el ecosistema, no contemplan la posibilidad de perder tiempo en la retórica de la política. Ars longa vita brevis.
EUGENIO MALLOL es director de INNOVADORES.
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