El resurgir de las Cámaras de Comercio
La realidad de nuestro tejido productivo es que las pequeñas y medianas empresas que orbitan alrededor de alguna gran compañía globalizada están accediendo a la era digital por absorción. No necesitan a nadie que les diga lo que tienen que hacer, las instrucciones provienen del cliente mismo. Cuando encargan un servicio de consultoría tecnológica, su función consiste esencialmente en averiguar el cómo, porque el qué viene dado. Pero las decenas de miles de pymes y micropymes que están fuera del ecosistema de una gran corporación apenas alcanzan para pagarse un programa informático o mejorar el wifi, ni en sueños pueden contratar un servicio de consultoría medianamente sofisticado.
En 1993, el entonces Gobierno socialista de Felipe González aprobó una Ley de Cámaras de Comercio, fruto de un gran pacto de partidos, que instauraba el llamado recurso cameral permanente, una aportación equivalente al 0,75% del Impuesto de Sociedades y al 2% del IAE. Gracias a ese dinero, no exento de contestación, las instituciones camerales llegaron a reunir hasta 250 millones al año, de los que repartían más de 110 millones en ayudas a la internacionalización.
Esa palanca permitió que nuestro tejido de pymes y micropymes diera un salto histórico y se estableciera en masa fuera de nuestras fronteras en los 90 y los 2000. Tambén ese fue, por desgracia, el germen del progresivo deterioro en la gestión de muchas Cámaras, patente cuando en 2010 Rodríguez Zapatero cedió a las presiones de la CEOE e incluyó la desaparición del recurso cameral en un decálogo de medidas que se cerraba nada menos que con la privatización de Loterías y Apuestas del Estado, aún sin consumar.
En la actualidad, las Cámaras han reducido a la mitad su plantilla y gestionan un presupuesto de 200 millones de fondos europeos... a siete años. En la línea de digitalización, apenas reparten microsubvenciones de 7.000 euros a las pymes para comprarse un CRM o instalar unos pocos sensores. Nadie ocupa su lugar en la concesión del equivalente a aquellas ayudas vigentes hasta 2010. El recurso cameral estuvo a punto de resurgir durante la etapa de Rajoy, con algunos cambios significativos: quedaban exentas prácticamente todas las empresas, sólo se aplicaría a dos centenares de ellas, y había que racionalizar el mapa de Cámaras, una por provincia. Montoro dio el visto bueno a una reforma que habría reportado unos 30 millones de euros anuales para complementar las ayudas europeas, pero los Nadales se opusieron y el tema encalló.
Hoy podemos encontrarnos de nuevo con un socialista al frente del Ejecutivo. El gran problema de las pymes en España no es (al menos no es ya el más apremiante) la internacionalización, sino su acceso a la era digital. ¿Y si fuera el momento de dar de nuevo la iniciativa a las Cámaras de Comercio?
Eugenio Mallol es director de INNOVADORES