La Humanidad afronta la lucha contra la pandemia causada por el COVID-19 mejor armada que nunca, gracias a los medios científicos, tecnológicos y todo el poderío industrial y de servicios avanzados disponibles. En primera línea se sitúan los recursos sanitarios que tan admirable comportamiento han exhibido en nuestro país. Pero ante la ausencia de un tratamiento efectivo, la incierta disponibilidad de una vacuna y la limitación de test y elementos protectores en la etapa inicial, el “distanciamiento social” emergió como un pilar esencial de la estrategia sanitaria, con el confinamiento global como expresión extrema. El efecto secundario de este tratamiento es ya conocido: la mayor crisis económica global en casi un siglo. En tiempos de “desescalada”, no necesariamente irreversible, conviene aprender de la experiencia reciente y diseñar una estrategia viable para el tiempo que ha de venir.
Las tecnologías digitales han emergido como una herramienta nueva a disposición de nuestra sociedad para apoyar los esfuerzos en prevención, diagnóstico y tratamiento. En particular, de los gobiernos en el despliegue de sus estrategias sanitarias. También, para mantener viva la capacidad productiva del país, y su entramado social, a través del teletrabajo y la comunicación.
Una parte importante de esta lucha contra el virus se desarrolla en el terreno de la información: material básico para la investigación médica y el diseño y despliegue de estrategias sanitarias, en las cuales el comportamiento de los ciudadanos es una variable fundamental. Es patente que la disponibilidad de más y mejores datos y su intercambio internacional habría permitido una mejor toma de decisiones.
De entre las diferentes herramientas digitales que han emergido como parte de la solución, desatacan las Apps de apoyo a la gestión sanitaria, y en estas líneas haremos una breve reflexión sobre algunos casos de uso. Apenas adentrados unos días en el estado de alarma, aplicaciones móviles ofrecían una alternativa a unos números de emergencias saturados por una demanda exponencial. Y es precisamente la exponencialidad de las tecnologías digitales, su escalabilidad, la capacidad de incorporar inteligencia desarrollada en tiempo real y su impacto cuasi ubicuo lo que las convierte en una pieza esencial de nuestro arsenal. Una herramienta que debe estar al servicio de una estrategia sanitaria marcada por las autoridades, y no una mera exhibición de capacidades sin una finalidad clara.
La utilidad de una App como medio de acceso a servicios sanitarios no presenciales, personalizados, siempre disponible y susceptible de aportar información de calidad e inteligencia en tiempo real, parece fuera de cuestión. A largo plazo, anticipamos que este canal móvil será un pilar fundamental en la prestación de servicios de salud.
Un segundo ámbito de aplicación de los dispositivos móviles es la del seguimiento de la movilidad de la población, que puede extenderse a la monitorización del grado de cumplimiento de las directrices de distanciamiento social, el confinamiento en particular. Algunos países las han usado masivamente, empleando bien la localización por las redes móviles, o del GPS del móvil para este caso extremo. Otras estrategias apuntan al seguimiento de los contactos de la población, utilizando habitualmente el bluetooth como sensor de proximidad.
Así, en el caso de que un ciudadano sea diagnosticado positivo, se podría rastrear y alertar a los posibles contagiados y dirigirles hacia las oportunas pruebas y pautas de tratamiento o monitorización adecuadas, como el auto-confinamiento.
Las implicaciones de las estrategias de seguimiento en materia de privacidad son evidentes y han suscitado un intenso debate. Muchas opiniones han apuntado directamente a una violación de nuestros derechos en materia de privacidad. No es en absoluto evidente. Cabe recordar que en nuestro país, como ha manifestado la Agencia Española de Protección de Datos “la protección de datos no debería utilizarse para obstaculizar o limitar la efectividad de las medidas que adopten las autoridades, especialmente las sanitarias, en la lucha contra la pandemia” Es decir, en principio cabe afirmar que estrategias de seguimiento digital en circunstancias excepcionales, podrían encontrar encaje legal siempre que vengan acompañadas de las salvaguardas que la propia legislación establece. Otra cosa es que deban desplegarse. En tono propositivo, ofrecemos una serie de reflexiones.
El primer lugar, toda herramienta digital debe estar supeditada a una estrategia sanitaria, complementando a las medidas de prevención básicas (seguramente las más importantes), los test, tratamientos y, en su momento, vacunas. Esta estrategia evolucionará en el tiempo, debemos pensar en esa inminente “nueva normalidad”, en la que necesitamos garantizar una economía viable compatible con la protección de la salud. La digitalización permite una granularidad personal, espacial y temporal de las medidas inasequible por otros medios. El “pasaporte sanitario” dinámico puede implementarse con aplicaciones móviles. Una movilidad inteligente y segura sanitariamente, con una confianza restaurada, será un pilar fundamental de la recuperación económica.
El segundo filtro es el de la eficacia de las medidas que se propongan, idealmente basada en la evidencia, que determinará su proporcionalidad respecto de los riesgos en materia de privacidad.
Otro principio fundamental es una aproximación unificada en España, y la colaboración internacional. En nuestro caso el encaje europeo es obligado, pero además conveniente, si queremos apuntar a una nueva normalidad en los desplazamientos internacionales. El sector empresarial deberá contar con unas guías de implementación adecuadas.
Sea cual fuere la estrategia digital de las autoridades, deben respetarse los principios de transparencia, rendición de cuentas y la limitación de uso de medidas excepcionales a la duración de la excepcionalidad. La tecnología debe implementarse de acuerdo a los principios de privacidad y seguridad por diseño, interoperabilidad, con mecanismos de trazabilidad y auditorías independientes. El uso del software abierto, al menos en los componentes más sensibles, aportaría confianza. No está de más recordar que en nuestro país existe la capacidad industrial para el despliegue de cualquier solución que se requiera.
La consulta pública, el consenso político y la pedagogía serán también herramientas necesarias, para no encallar en posiciones definidas a priori. Se debe incentivar la colaboración ciudadana. No está de más recordar que en esta sociedad digitalizada, la mayoría de los ciudadanos ya están siendo geolocalizados, en principio de forma consentida, a cambio de servicios útiles. ¿No es la seguridad sanitaria un servicio que los ciudadanos considerarían útil?
La complejidad del asunto nos lleva a concluir que para la definición de las estrategias nacionales en materia de apps (y la estrategia digital general) para combatir el COVID-19 es conveniente contar con un comité de expertos multidisciplinar que integrara la perspectiva sanitaria, legal y científico-tecnológica. Más allá del controvertido tema de la localización, estas apps deben concebirse como una herramienta avanzada para la seguridad y la prestación de servicios sanitarios. Piezas esenciales para la recuperación económica que debemos abordar urgentemente.
Luis Fernando Álvarez-Gascón, vicepresidente de AMETIC